Algo le faltaba al Nacimiento que cada año ponemos en nuestra casa en Navidad. Le faltaba algo, pero yo no sabía qué. Estaba, claro, el Misterio: la otra Santísima Trinidad que forman Jesús, María y José. Estaban el buey y la mulita, cuya humildad sirve para acentuar la grandeza del prodigio. Estaban el ángel y el gallo, mensajeros canoros del cielo y de la tierra, y bajo ellos los pastores con su redil de ovejas. Y estaban también el ermitaño y el diablo, muy cerca uno del otro como muy cerca están del hombre el bien y el mal. Pero algo le faltaba al Nacimiento, y yo no sabía qué.
Ayer lo supe. Conseguí la figura de un pastor que toca la gaita. Eso le faltaba a mi nacimiento: la música. En ningún acontecimiento importante, ni humano ni divino, puede faltar la música. Ahora el pastor toca su gaita para el Niño. Está completo mi Nacimiento ya.
Le preguntó alguien a San Agustín cómo serán las almas en el Cielo. Y respondió él: "Erunt sicut musica". Serán como música.
¡Hasta mañana