Yo tengo una teoría sobre la corbata. En apariencia es prenda masculina, pero en verdad es la única prenda con algo de femenino que a los varones se nos permite usar.
Veamos si no. Las mujeres visten con todos los colores del espectro; al lado de sus ropas coloridas el arcoiris se mira en blanco y negro. Los señores, en cambio, estamos condenados a vestir únicamente trajes negros, grises, azul oscuro o de color café. Cualquier otro tono en nuestro atuendo roza las lindes de lo extravagante o sospechoso.
Femenina es la corbata no sólo por su género, sino también porque la podemos usar de todos los colores sin dar sitio a la especulación. Hay corbatas color de rosa, celestitas, fiucha -que así decimos fucsia-, amarillo Van Gogh, rojo insolente, verde limón... Desde luego ya las camisas de hombre vienen en todos esos colores jubilosos, pero los trajes siguen siendo solemnes, casi funerales.
Hay quienes quieren desterrar la corbata del atavío masculino. La llaman prenda inútil. Utilísima es la corbata, digo yo. Nos permite a los hombres poner sobre nosotros una pequeña nota de ese misterio y esa belleza inefable que hay en lo femenino.
¡Hasta mañana!...
