El señor Cantalarrana es un ferviente partidario de la democracia. Alguna vez pensó poner en sus tarjetas de presentación: "Cantalarrana, democrático". Lo disuadió su esposa, quien opinó que la palabra "democrático" tiene demasiadas letras.
El señor Cantalarrana es un demócrata que respeta la opinión de los demás. A condición, claro, de que esa voluntad coincida con la suya. Si alguien lo contradice monta en cólera -lo cual es poco democrático- porque piensa que toda opinión que difiera de la suya es gran error, y con el error no se debe transigir.
El señor Cantalarrana, digámoslo en pocas palabras, es un demócrata despótico. O un déspota democrático. De esos demócratas -y de esos déspotas- está lleno el mundo.
¡Hasta mañana!...