"Soy hombre condenado a cadena perpetua de ciudades -escribe Malbéne en su libro de juventud ‘El peregrino’-, pero en el campo es donde vivo, donde soy. No siento, claro, esa de ‘Horatii curiosa felicitas’, la estudiada felicidad de Horatio que dijo Petronio cuando leyó el ‘Beatus ille...’, y me aburría en el seminario al traducir las Églogas y las Bucólicas. Tampoco creo que Dios esté particularmente en el campo. Están las garrapatas, sí, los arbustos espinosos que te echan a perder el pantalón y el estiércol de las vacas. Pero a Dios lo puedes hallar lo mismo en la floresta -perdón por la palabra- que en una taberna de barrio o un prostíbulo. Sigue siendo verdad la que encontró Bernanos: ‘Todo es gracia’...".
En ese mismo libro seminal -también yo pido perdón por la palabra- puso el ahora controvertido teólogo aquella suerte de trabalenguas que tanto le reprocharon sus tempranos críticos: "... No voy al campo a buscar a Dios. Voy a buscarme a mí mismo. Cuando me encuentre, sea en el campo o la ciudad, es porque habré encontrado que Dios ya me encontró...".
¡Hasta mañana!...