John Dee estaba dormido, y soñaba. En ese sueño vio unas letras y unos números escritos en la pared de su aposento. Cuando despertó las letras y los números aún estaban ahí, o al menos le pareció que estaban. Los anotó en un papel y se volvió a dormir.
A la mañana siguiente descifró lo escrito. Era la fórmula, jamás antes hallada, para hacer la piedra filosofal, mirífica materia que convertía en oro todo lo que tocaba.
Esa noche John Dee volvió a soñar. En su sueño soñó todos los males que le sobrevendrían con la riqueza: el amor simulado, la fingida amistad de los demás, el orgullo... Sobre todo, la pérdida de sí mismo.
A la mañana siguiente arrojó al fuego la fórmula soñada. Esa noche soñó que la había olvidado. Al despertar, en efecto, no se acordaba de ella.
Esa noche John Dee soñó que era feliz. Despertó, y se dio cuenta de que lo era.
¡Hasta mañana!...