Todos los vientos del mundo soplaron ayer en mi ciudad. El claro cielo de Saltillo se enturbió con la grisura de las tolvaneras, y corrieron por los baldíos esas plantas que llaman brujas o maromas.
En los principios de febrero también tuvimos grandes ventarrones. Uno de ellos levantó una bolsa de basura y la enredó en la más alta rama del nogal. A mí me molestaba ver la belleza del ramaje gótico manchada por aquel pingajo que no se podía quitar. El viento que sopló ayer lo desprendió.
Cosas extrañas llegan en ocasiones a la mente. No sé por qué con estos aires se me ocurrió pensar en mi país. A lo mejor también los vientos que ahora soplan pueden llevarse algo de basura.
¡Hasta mañana!...