Este pájaro de percusión, el carpintero, le pone ritmo y son a mis mañanas. Ahora estamos trabajando él y yo, ambos para ganar la vida. El ave baterista da golpes en el tronco, y en el teclado yo. Su toc toc toc y mi tac tac tac llenan el aire del huerto y van por los aposentos de la casa.
Estamos haciendo música los dos. No sé si él me acompaña a mí o yo lo acompaño a él. Pero nuestra música es buena. Es música de trabajar. Hoy por la noche los dos iremos a dormir contentos.
Una cosa le envidio al carpintero: él hace el bien con su labor, pues salva al árbol de los insectos que lo pueden acabar. Yo, en cambio, dudo de mi quehacer de cada día. Ganas me dan de pedirle al carpintero que venga a sacarme el insecto de esta duda. Pero él tiene su trabajo, y no lo debo distraer. También me he distraído yo del mío. Sigamos la tarea, carpintero. Tú con tu toc toc toc, yo con mi tac tac tac. Con esa música y esa letra se compone la canción de la vida.
¡Hasta mañana!...