Por estos días mi jardín está envuelto en alcatraces. Flor caracola es ésta, blancura en espiral. Su alba trompetería va en desfile por las calles del sol.
Miro los alcatraces y memoro las antiguas fotografías de boda. Novias en art nouveau... También ellas parecían, con su vestido blanco, un alcatraz. Llevaban todas un ramo de estas flores, sugeridoras de vagos erotismos. Las imagino luego, desenvolviendo el círculo concéntrico de su atavío para mostrarse en plenitud de desnudez nupcial.
Copa de plata levantada al día, el alcatraz se llena de rocío. He aquí la diminuta fuente colmada con el agua que destiló la noche. Bien quisiera bebérmela, para enjuagar en ella los hilos del alma. Pero dejo que la flor siga en su quietud. Debe uno merecer la belleza. Si alguna vez llego a merecerla, esta belleza vendrá envuelta en un alcatraz.
¡Hasta mañana!...