En el Libro de los Muertos, joya de la literatura egipcia, hay un conmovedor fragmento. El alma se presenta ante Osiris, el dios resplandeciente, sentado en su trono que rodean cuarenta y dos jueces. A su lado Annubis sostiene una balanza en cuyos platillos se han puesto las buenas acciones del difunto y las faltas que cometió en su vida.
El fiel de la balanza está en el centro: pesan lo mismo las buenas obras de aquel hombre que sus culpas. La mitad de los jueces -los justos- lo condenan. Los otros -los misericordiosos- piden a Osiris que lo salve.
El dios vacila. Tembloroso, el difunto invoca en su defensa un último argumento:
-No hice sufrir a nadie -dice-. A nadie hice llorar.
Entonces Osiris abre los brazos y lo estrecha junto a su corazón.
¡Hasta mañana!...