Se presentó a sí mismo con mucha timidez. Me dijo:
-Soy el camino más corto.
Le pregunté:
-¿Y en qué le puedo yo servir?
-Explique a sus lectores -me pidió- que yo no tengo la culpa de mi cortedad. Fue la línea recta la que me hizo así. Por su culpa soy el camino más corto. Y eso me acarrea muchos problemas, viera. No puedo, por ejemplo, tener largueza o longanimidad. Estoy condenado a ser siempre corto. Por eso soy así, tan corto. ¡Y a la culpable de mi cortedad la llaman recta!
Así me dijo el camino más corto. ¡Pobrecillo! No conoce el gozo que reside en ir acullá cuando se debe ir allá. Cumplo su encargo en estas líneas, aunque no sean rectas.
¡Hasta mañana!...