HISTORIAS DE LA CREACIÓN DEL MUNDO
¡Y qué feliz que vivía la serpiente! Suyo era el sol, que calentaba las piedras para la siesta al mediodía; suya la noche con sus víctimas: el lebratillo, el cuerpo blando y tibio del ratón...
Un día la serpiente tuvo ante sus ojos un fruto que jamás había visto, brillante y rojo, como si al mundo de repente le hubiesen aparecido labios, tentador. Iba ya a probarlo cuando un lazo se cerró sobre su cuello, y se sintió arrojada en un cesto, prisionera.
Había sido atrapada por una mujer, encantadora de serpientes, que usaba una manzana como cebo. Y desde entonces, para ganar el pan que se le daba, la serpiente hubo de trabajar y de sufrir mil sufrimientos.
A solas por la noche, en la oscuridad de su cárcel, la serpiente tenía la extraña sensación de que todo aquello ya había pasado alguna vez, pero de otra manera.
¡Hasta mañana!...