Cantando la cigarra pasó el verano entero.
La hormiga, en cambio, trabajó para llenar todos sus graneros.
Cuando llegó el invierno las dos estaban tristes: la cigarra porque no tenía qué comer, la hormiga porque no tenía nada que la alegrara.
Y entonces sucedió un milagro: la hormiga le dio su trigo a la cigarra, y la cigarra le regaló a la hormiga sus canciones.
Así, las dos pasaron el invierno felices y contentas.
Este relato no tiene moralejas. Quien lo escribió no gusta de las moralejas. Tiene sólo una sencilla conclusión: si tienes un grano de trigo, compártelo. Si tienes una canción, compártela también. Así darás felicidad a los demás. Y dar felicidad es la manera mejor de ser feliz.
¡Hasta mañana!...