Hay luna llena, y los coyotes cantan en la distancia sus melodías de amor. Los canoros aullidos llegan a las casas del rancho; los perros ladran inquietos, y miran a sus dueños como preguntándoles qué hacer.
También el Terry me miraba, agitado su instinto atávico de cazador. Yo le ponía la mano en la cabeza para sosegarlo, y él se volvía a dormir arrullado por el crepitar de la leña en el fogón.
Late la vida lo mismo en un aullido de coyote que en un trino de alondra. Late también la vida en los recuerdos, que son vida que fue. Miro el hogar donde borbolla la olla de café, y la luz de las llamas, y el aroma, me traen memorias de los tiempos idos. ¿Idos? Quién sabe... En el recuerdo están conmigo la pasada luna, y el perro amado, y la alondra de ayer, y los coyotes de antiguas primaveras. Y todo vuelve a ser lo mismo, quizá porque todo es siempre lo mismo.
¡Hasta mañana!...