Rodrigo, mi nieto más pequeño, ya sabe caminar.
Sabiduría grande es ésa, pues siempre vamos de camino. Lo miro ir y venir por la casa, con el orgullo del estreno, y pido en mi corazón que se le abran todos los caminos de la tierra y el cielo.
Déjame que te tome de la mano, niño mío, para ir contigo un rato por la vida. Sé que ahora quieres andar tú solo, gozando tu nueva libertad. Aprenderás después que eso de caminar sin compañía no es cosa buena para nadie. La soledad, Rodrigo, hace que la senda se alargue y se oscurezca. Tu abuelo sabe ya que el crepúsculo es bello cuando lo ves al lado de la persona amada, y triste cuando lo miras solo.
Pero no me hagas caso, hermoso, y sigue andando. Si yo pudiera haría de mi corazón un camino para que tú fueras por él. A cada paso tuyo me nacería una flor, y la silente música de ahora volvería a cantar sus armonías de ayer.
¡Hasta mañana!...