Celebré hace unos meses con mis compañeros los 50 años de haber salido del Zaragoza, glorioso colegio lasallista. Muchas y muy variadas comisiones se formaron para los festejos. A mí me tocó la mejor: ser chambelán de la señorita Petrita, nuestra maestra de primer año de primaria.
Fui por ella a su casa, le di el brazo para entrar en la iglesia (todos preguntaban: "¿Quién es el viejito que trae la señorita Petrita?"), y me senté a su lado en la comida.
Yo tuve una mamá que fue como mi maestra, y una maestra que fue como mi mamá. La señorita Petrita tenía ternuras maternales al enseñarnos a leer y escribir. Otra sería mi vida si hubiera en ella el orden que ella nos hacía poner en nuestras planas, y la claridad que nos pedía en la lectura.
El Día del Maestro es para mí el Día de la Maestra. De la maestra Petrita.
¡Hasta mañana!...