Este mar que el viajero mira ahora es un mar que no conoce el mar. Ignora por lo tanto que el mar es la vida, y que la vida es tempestad. Este mar que el viajero está mirando es un mar en reposo; parece un gran espejo que el Sol ha puesto para mirarse en él.
Amanece otro día sobre el mundo. Todos los días amanece otro día sobre el mundo. De la vaga neblina mañanera surge un pelícano silente. Vuela en perfecta soledad: tal se diría que es la única ave sobre el cielo. El paisaje le regala al viajero un perfecto dibujo de Hokusai.
De pronto el pelícano se inclina y roza levemente con la punta del ala el quieto mar. Y resucita el agua, y estalla la luz del día, y todos los seres y las cosas vuelven a vivir.
El viajero es sólo un punto en el paisaje. Es igual que el pelícano: una criatura más junto al mar y bajo el sol. Pasará el tiempo, será otro el mar y brillará un distinto sol, pero el viajero seguirá siendo el mismo, pues sabe que la vida es la única verdadera eternidad.
¡Hasta mañana!...