Aquel hombre se puso a buscar una aguja en un pajar. No la encontró, naturalmente. Ya se sabe que es muy difícil hallar una aguja en un pajar. (Esa dificultad se debe a que una aguja no tiene nada que estar haciendo en un pajar. Por eso encontrar una aguja en un pajar es tan difícil como hallar una brizna de paja en un costurero).
Desesperó, pues, aquel hombre y dejó de buscar la aguja en el pajar. Cuando salía sintió una punzadura en el pie izquierdo. La aguja lo había encontrado a él.
Este relato tiene una moraleja: no desesperes si no hallas lo que buscas. A lo mejor lo que buscas te hallará.
¡Hasta mañana!...