-Está en mi vida desde que nací -dijo Jean Cusset-. Me tomó en sus manos como criatura que le pertenecía y luego me puso en brazos de mi madre, como si me dejara en préstamo con ella. A veces, en la alta noche, pienso en esa amiga buena. De vez en cuando debo recordarla, porque la olvido siempre. Sin embargo ella no me olvida, y sé que cualquier día me visitará.
Jean Cusset dio un nuevo sorbo a su martini y continuó:
-No me inquieta su llegada. ¿Acaso ha de inquietar la llegada de una amiga? Me tomará en sus manos otra vez, como criatura que le pertenece, y me pondrá otra vez en brazos de mi madre.
Se quedó pensativo un momento Jean Cusset y luego dijo:
-Mi amiga, la muerte... Mi madre, la tierra... Y por ellas, y en ellas, un nuevo nacimiento...
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...