Hu-Ssong se hallaba en compañía de sus discípulos cuando pasó por el camino un pordiosero. Iba descalzo; cubría su cuerpo con harapos.
Dijo Hu-Ssong a sus discípulos:
-Compadezcan a ese hombre. No tiene nada.
Poco después pasó por el camino un hombre rico. Iba en palanquín sobre los hombros de cuatro siervos; vestía ropas de tela tejida con hilos de oro; se echaba aire, displicente, con un abanico de nácar y marfil, y en sus dedos esplendían joyas rutilantes.
Y dijo Hu-Ssong a sus discípulos:
-A ese hombre compadézcanlo más. Tiene demasiado.
¡Hasta mañana!...