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MIRADOR

Armando Fuentes Aguirre (CATÓN)

Jean Cusset dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas como siempre- y prosiguió:

-El padre Ripalda dividió las obras de misericordia en corporales y del espíritu. En igual forma debió dividir los pecados capitales. Los hay del cuerpo: la lujuria, la gula... Y los hay del espíritu: la envidia, la soberbia...

-Los pecados del cuerpo -siguió diciendo Jean Cusset- declinan cuando declina el cuerpo. Con los años todos nos volvemos castos y temperantes. Pero contra los pecados del alma nada puede el tiempo. Al contrario: se hacen más graves con la edad. Y sin embargo los clérigos ven con mayor encono los pecados corporales que los del espíritu. Deberíamos temer más a los pecados del alma que a los de la carne, tan pobres que mueren antes que nosotros.

Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.

¡Hasta mañana!...

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