Hay en el cementerio de Ábrego una tumba. Si supiéramos escuchar lo que las tumbas dicen esto es lo que oiríamos:
“... Cuando alguien muere preguntamos por qué. ¿Preguntamos “¿por qué?” cuando alguien nace? Ni la vida ni la muerte tienen explicación. Suceden, simplemente, y a ambas debemos recibirlas por igual, pues ni la vida ni la muerte se pueden evitar. Son en verdad la misma cosa.
“... Todo lo que nace tiene que morir. Ésa es verdad de Perogrullo. Pero si tal es cierto -y lo es- entonces también todo lo que muere tiene que nacer otra vez. La esperanza de ese renacimiento nos debe consolar por la muerte del ser querido, y apartarnos del miedo a nuestra muerte. La vida no se acaba. ¿Acaso puede terminarse Dios?...”.
Hay en el cementerio de Ábrego una tumba. En primavera las golondrinas pasan volando sobre ella y a veces la rozan con sus alas. Ellas no temen a la muerte. Son las mismas golondrinas que pasaron hace cien años, y saben que no hay muerte.
¡Hasta mañana!...