Iba por el camino San Virila cuando vio a un pordiosero que temblaba de frío, pues no tenía capa.
En dirección contraria venían tres caminantes: un noble, un militar y un monje. Los tres vestían ropas invernizas y se cubrían además con buenas capas. “Seguramente -pensó San Virila- uno de ellos le dará su capa a ese pobre”.
Ninguno de ellos lo hizo: los tres pasaron junto al hombre sin mirarlo. Entonces San Virila hizo un movimiento con su mano. Las plomizas nubes se abrieron y un rayo de sol cayó sobre el mendigo y le dio su luz y su calor.
-¡Milagro! -gritaron al unísono el monje, el noble y el militar.
-No -les dijo San Virila-. Milagro habría sido que cualquiera de ustedes le hubiese dado su capa al pordiosero.
¡Hasta mañana!...