L U N E S, MARTES, MIÉRERCOLES Y JUEVES:
Este lunes (1 de Noviembre de 2004), como ya les he contado que hago todos los lunes, fui a la oficina del licenciado Homero H. del Bosque Villarreal a compartir dos tasas de ese sabrosísimo café que Estelita, su apreciable esposa, le prepara para que agasaje a sus visitantes. Tomándolo abordamos varios temas y recordamos a nuestros mutuos amigos. Y como coincidentemente hoy es aniversario del sensible deceso de Donaldo Ramos Clamont que ocurriera un día como éste del año 199l, a la edad temprana, para un hombre como él, de 66 años.
Homero tomó de su librero su libro “Del Álbum de mis Recuerdos” y me leyó en voz alta lo que en él escribió sobre Donaldo, y que ambos queremos participar con mis lectores como un recuerdo y un homenaje a Donaldo Ramos Clamont.
Dice Homero en su libro: “Desde antes de recibirme de abogado, 23 de Febrero de 1940, había ejercido como si lo fuera al lado de mi padre Lic. Jesús María del Bosque Rodríguez, por lo que me relacioné mucho en el mundo de los negocios. Recién recibido entré a dar clases a la Escuela Preparatoria de la Comarca Lagunera que fundó mi padre el 1º. de Septiembre de 1927; dictaba yo las cátedras de Historia Universal en el tercer año de Preparatoria y de Lógica en el quinto año o sea el segundo de Bachillerato. Uno de mis alumnos fue Humberto Ramos Clamont, hijo de don Ramón Ramos Flores y fue la razón para que este estimado comerciante en el ramo de Alcoholes, Vinos y Licores alguna vez me llamara para hacerme consulta.
Un hermano menor de Humberto, Donaldo, era muy apegado a su padre y asistía, aunque era un joven púber, con mucha frecuencia a la oficina paterna. Pasó el tiempo, murió en un desgraciado accidente en la Presa del Palmito, Humberto, ya recibido de abogado; Don Ramón me encargó que llevara el juicio sucesorio. Al morir don Ramón, Donaldo se hizo cargo de los negocios de la familia y me eligió como Abogado Consultor y Notario, razón por la que tuve tratos continuos y afectuosos con él y con su esposa Laurita Torres Pico.
Donaldo era un hombre toda bondad y dulzura, proclive a la ayuda del prójimo sin importar credos ni banderías; nació para dar sin pensar jamás en recibir, manejaba Propiedades Urbanas, S.A., Alcoholes, Vino y Licores, Planta Elaboradora, S.A., Zapaterías Ra Cla, el Cine Laguna que estaba a nombre de Propiedades Urbanas, S.A., y en fin los múltiples negocios que había formado su padre, y que a su vez él estaba formando. Pero le interesaba dedicar parte de su tiempo para hacer el bien y así por ejemplo cuando fue Presidente del Club de Leones de Torreón, A. C., organizó un carnaval, en el mes de febrero que dejó récord de utilidades que se invirtieron íntegramente en la Casa del Anciano y la Clínica del Club de Leones para Ojos, Oídos, Nariz y Garganta; tenía tanta fe en su actividad que organizó una pelea de box en el Estadio de la Revolución a nombre del Club de Leones para que las utilidades se invirtieran en las obras citadas, advirtiendo que no gastaría un centavo de lo poco que tenía la Tesorería del Club; que él pondría todos los gastos y que correría con la pérdida si la función de box no resultaba, pero que de resultar todas las utilidades serían como se ha dicho. ¡Así fue!
Cuando fui Presidente Municipal de Torreón, le pedí que colaborara con mi administración como director del Rastro, le di su nombramiento pero a los cuatro días fue a la presidencia y me dijo: - Licenciado, este negocio es de tiempo completo, yo necesito dedicarlo a mi comercio, y no puedo seguir con esta responsabilidad-. ¡Así era de honesto!, el sueldo era corto pero aunque le era beneficioso renunció a él porque no podía dedicar el tiempo requerido. Pero en cambio se dedicó en cuerpo y alma con su gran amigo Emilio Herrera Muñoz a trabajar para habilitar el cuerpo de bomberos y para construir la Biblioteca Municipal.
Una vez, en 1982, se presentaron en mi casa Don Emilio Herrera Muñoz y él y me dijo: Aquí a Don Emilio se le ha ocurrido una idea, dice que estamos pidiendo dinero a las mismas personas siempre que requerimos llevar a cabo una obra determinada y Don Emilio dice que formemos una sociedad civil o una asociación que nos permita juntar dinero, y ya junto, dedicarlo a diversas obras sociales, que lo invirtamos para que con su producto realicemos los propósitos de hacer bien a la comunidad. Esta exposición la amplió Don Emilio y les contesté que lo veía muy accesible. Así nació el Patronato Promotor de la Cultura y Mejoramiento de los Servicios Públicos y Asistenciales de Torreón, A. C., que para 1993 tenía constituidos 32 fideicomisos y que ha seguido trabajando y realizando sus propósitos recordando la sonrisa, la bondad, y el esfuerzo constante de su fundador Donaldo Ramos Clamont que falleció el 1º. de noviembre de 1991.
Yo creo que tenía todavía mucho qué hacer y mucho qué dar a la ciudad pero murió muy joven, apenas 66 años, este hombre que yo creo fue el modelo que tomó Blanco Belmonte para su poema “El Sembrador”, del que me permito transcribir estas líneas:
Siembro robles, pinos y sicomoros,
quiero llenar de frondas esta ladera,
quiero que otros disfruten los tesoros
que darán estas plantas cuando yo muera.
Hay que luchar por todos los que no luchan,
hay que pedir por todos los que no imploran,
hay que hacer que nos oigan los que no escuchan
hay que llorar por todos los que no lloran.
El Cabildo Municipal en Torreón acordó por unanimidad en 1993, erigirle a Don Donaldo Ramos Clamont un busto en bronce para perpetuar la memoria de un hombre con tantos méritos ciudadanos… A fines de ese año el Presidente Lic. Carlos Román Cepeda González, presidió una importante ceremonia durante la cual se develó el busto ubicado en el costado oriente de la Alameda Zaragoza. Sus familiares, sus múltiples amigos del Club España, Leones, comerciantes y miembros de la Cámara de Propietarios, presenciaron la imponente ceremonia en la que este autor (LIC. HOMERO DEL BOSQUE VILLARREAL) FUE EL ORADOR OFICIAL”.
V I E R N E S
Con motivo del enfrentamiento que Bush y Kerry traen buscando quedarse con la presidencia de su país, vale la pena recordar la siguiente anécdota de Lincoln.
A Lincoln le preguntaron alguna vez a qué sabía eso de ser presidente de los Estados Unidos.
Dicen que, a su manera, les contestó:
“¿Recuerdan el cuento del hombre cubierto de pez y emplumado, a quien llevaban en una carretilla para echarlo fuera de la ciudad? Un espectador salió de la muchedumbre y le preguntó si la cosa le gustaba, y el hombre contestó: “Pues, mire usted, si no fuera por el honor que me hacen, preferiría ir a pie”.
Es muy posible que Lincoln diera alguna vez una contestación parecida a este largo párrafo. Y, si la dio, es muy posible que alguno de los presentes la recordara después, más o menos. Lo que ya sería milagroso es que Lincoln pronunciara alguna vez exactamente esta larga parrafada que la anécdota le atribuye. Y es que la anécdota tiene esta cosa de común con la leyenda: que no corresponde nunca, exactamente, a la verdad, pero que, si llega a establecerse, la sustituye con ventaja.
S Á B A D O
En tiempos de Darío, por allá por los 500 A. C., el único auténtico deber de los hombres era luchar por la patria. Ninguna consideración podía anteponerse a este deber. Se cuenta que un hombre, ya de edad avanzada, le hizo a Darío una petición desacostumbrada. Fue a verlo y le dijo que tenía tres hijos; que le dejara a uno de los tres como báculo de su vejez y se llevara a la guerra a los otros dos.
Y Darío aprovechó la ocasión para dar un alto ejemplo a su pueblo.
Dijo al viejo: Te dejaré los tres.
Hizo decapitar a los tres hijos y mandó la cabeza a su padre, para que, escarmentados con esto, ningún padre antepusiera, en lo sucesivo, sus propios sentimientos y egoísmo al bien común de la patria. El epitafio que aseguran que el propio Darío redactó para él mismo, decía: “Aquí yace un hombre que ha sabido beber mucho vino y lo ha soportado siempre sin perder la cabeza”.
Y D O M I N G O
Por desgracia, y es menester confesarlo con tanto sentimiento como franqueza, el desconcierto que se ha experimentado en México en la administración de los fondos públicos, no ha sido en muchos casos por falta de capacidad, sino de probidad. LUCAS ALAMÁN