Torreón Calidad del aire Peregrinaciones Tránsito y Vialidad

MIRAJES

Emilio Herrera

L U N E S

No acabo de saber dónde diablos se agazapan los resfríos, y no obstante que siempre estoy recomendando a todo mundo se proteja de ellos, acabo siendo, cada año, tarde o temprano, una de sus víctimas

Hasta eso, en esta ocasión ha respetado, cosa que le agradezco, mis narices; se ha cebado en mi garganta, y ya voy para dos días completos, es decir con sus noches, en los que sus movimientos convulsivos y sonoros no me dejan en paz, y menos en silencio.

Alguna vez he dicho que si los altos edificio neoyorquinos llegaran a toser en cuanto empezaran a hacerlo se vendrían abajo sin necesidad de aviones enemigos. Tampoco nos asustemos de cosas como ésas, más cosas hasta hoy increíbles verán los que se queden, y los que les sigan, cuando nosotros nos hayamos ido.

La cuestión es que esta tontería de los resfríos sigue encontrando víctimas en tiempos en que aquéllos deberían haber sido vencidos totalmente por nuestros científicos, mediante una pastilla, una inyección o algo por el estilo, pero para siempre. Coger un resfrío en estos tiempos es más vergonzoso que pertenecer al tercer mundo.

En tiempos de mi niñez un resfrío lo quitaba cualquier cosa, aquel ?mentolathum? de cajita amarilla, una bromo, una aspirina, o la serie de tés que la abuela sabía hacer de diferentes sabores. Y hoy para vencerlo, y sobre todo pronto, parece no quedar nada.

M A R T E S A SÁBADO

Acababa de leer, en la página editorial de nuestro ?El Siglo?, el ?Mirando Lejos? de Federico Reyes Heroles, cuando Lupita y Vidal llegaron, así de madrugada, para entregarnos la ?Oda al Diccionario? de Pablo Neruda, cuya copia nos mandaban Margarita e Iván Berrón, a Elvira y a mí, por su conducto.

Reyes Heroles comenta en su artículo un ?Vete a América? que, según eso, su antecesor le dijo al actual Presidente de la Real Academia:

Entre muchos otros, Neruda es uno de los motivos. Y aunque su poema es largo, vale la pena conocerlo íntegro. Aquí lo tienen:

ODA AL DICCIONARIO

Lomo de buey, pesado

cargador, sistemático

libro espeso:

de joven

te ignoré, me vistió

la suficiencia

y me creí repleto,

y orondo como un

melancólico sapo

dictaminé: ?Recibo

las palabras

directamente

del Sinaí bramante.

Reduciré

las formas a la alquimia.

Soy mago?.

El gran mago callaba.

El Diccionario

viejo y pesado, con su chaquetón

de pellejo gastado,

se quedó silencioso

sin mostrar sus probetas.

Pero un día,

después de haberlo usado

y desusado,

después de declararlo

inútil y anacrónico camello,

cuando por largos meses, sin protesta,

me sirvió de sillón

y de almohada,

se rebeló y plantándose

en mi puerta

creció, movió sus hojas

y sus nidos,

movió la elevación de su follaje:

árbol

era,

natural,

generoso

manzano, manzanar o manzanero,

y las palabras

brillaban en su copa inagotable,

opacas o sonoras,

fecundas en la fronda del lenguaje,

cargadas de verdad y de sonido.

Aparto una

sola de sus

páginas:

Caporal,

Capuchón,

qué maravilla

pronunciar estas sílabas

con aire,

y más abajo

Cápsula

hueca, esperando aceite o ambrosía,

y junto a ellas

Captura, Capucete, Capuchina,

Caprario, Captatorio,

palabras

que se deslizan como suaves uvas...

o la que a la luz destellan

como gérmenes ciegos que esperaron

en las bodegas del vocabulario

y viven otra vez y dan la vida:

una vez más el corazón las quema.

Diccionario, no eres

tumba, sepulcro, féretro,

túmulo, mausoleo,

sino preservación,

fuego escondido,

plantación de rubíes,

perpetuidad viviente

de la esencia,

granero del idioma.

Y es hermoso

recoger en tus filas

la palabra

la estirpe

la severa

y olvidada

sentencia

hija de España,

endurecida

como reja de arado,

fija en su límite

de anticuada herramienta

preservada

con su hermosura exacta

y su dureza de medalla...

O la otra palabra

que allí vimos perdida

entre renglones

y que de pronto,

se hizo sabrosa y lisa

en nuestra boca.

Diccionario, una mano

de tres mil manos, una

de tus mil esmeraldas,

una

sola

gota

de tus vertientes virginales,

un grano

de

tus

magnánimos graneros

en el momento

justo

a mis labios conduce,

el hilo de mi pluma,

a mi tintero.

De tu espesa y sonora

profundidad de selva,

dame,

cuando lo necesite

un solo trino, el lujo

de una abeja,

un fragmento caído

de tu antigua madera perfumada

por una eternidad de jazmineros,

una

sílaba,

un temblor, un sonido.

una semilla:

de tierra soy y con palabras canto.

Y D O M I N G O

La palabra siempre tiene la palabra, y si es palabra poética, mejor. EFRAKIN HUERTA

Leer más de Torreón

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Torreón

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 121639

elsiglo.mx