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MIRAJES

Por Emilio Herrera

L U N E S

Los señores Bush y Blair están fritos, dicen que lo que hicieron y lo que hacen es para advertir a otros para que los que piensen hacer daño a sus países no se atrevan a hacerlo, viendo lo que les pasa a los que se atrevieron a poner su seguridad en evidencia en un pasado cada día más lejano. Pero, la cuestión es que quienes se pasaron mal estas navidades y año nuevo han sido los suyos, particularmente quienes tuvieron que pasarse estas fechas fuera de casa, y sus familiares, que no los pudieron tener entre sus brazos o, sentados, frente a la mesa familiar.

El primer ministro británico fue a Bassora a saludar a sus compatriotas militares, y en la foto se ve como si les estuviera agradeciendo el sacrificio que hacen allí para que él y su familia pudieran haber disfrutado unas buenas vacaciones en un fantástico balneario de la costa egipcia del Mar Rojo.

No hace ni tantos siglos que las guerras de los ingleses eran contra los vecinos de enfrente del canal, pero las cosas han cambiado y ahora tienen que ir a buscarlas y mantenerlas más lejos, donde a la hora de recibir o dar de palos a quienes si no aman tampoco odian, ni siquiera les queda la posibilidad de ver, desde lejos, la pequeña cruz que corona la parte más alta del campanario de la iglesia de su pueblo que estaría enviándoles el mensaje de siempre: “Amaos los unos a los otros”.

M A R T E S

En tanto que el mundo, el mundo mexicano, se cae a su alrededor , la diputada Elba Esther, con amparo y sin amparo, sigue jugando con Chuayfet, y con cuantos se le paran enfrente.

Ese es un ejemplo de lo que pasa con nuestros representantes, con las debidas excepciones que confirmen lo anterior. En lugar de estar ayudando a nuestro señor presidente a crear empleos, y si ustedes quieren obligándolo a que lo haga se mofan de sus obligaciones y sólo aprovechan su posición para lo que personalmente les beneficie. ¿México? ¿El beneficio de México? Todo eso, ¿con qué se come?

Sobrevivimos, o como dicen muchos: ¡ahí la llevamos! gracias a que millones de mexicanitos, campesi-nos cuyos abuelos se ocuparon ayer de hacer trabajar el campo y, según eso, el campo debía de ser de quien lo trabajaba, y fue de ellos, y lo sigue siendo, sólo que ahora sus nietos han tenido que ir a trabajar campos ajenos y gracias a los cheques que por ello mandan mensualmente a sus familias éstas siguen adelante.

El señor presidente habla de importante ayuda al campo, pero, los trabajadores están allá donde les digo, al menos los buenos trabajadores de la tierra, porque a los malos en la única parte que los quieren es en México. Y esto señor presidente es los que hay que salir a ver por qué sucede. Pues, sólo abrazando y besando niños no se va a ninguna parte.

M I É R C O L E S

Los Reyes Magos así como vinieron se fueron. Aunque en otras partes son los meros, meros; es decir, los que vienen cargados de regalos para dejarlos en cuantos zapatos o calcetines encuentren en puertas, ventanas, pies de cama y esos sitios que la tradición ha vuelto receptores de juguetes y regalos. Pero, por lo demás, aquí en los últimos tiempos no son sino la última esperanza de los comerciantes para realizar lo más que pueden de sus últimas existencias de lo que trajeron para el efecto.

Roscas sí. Las roscas se vendieron como se dice que se vende el pan caliente, que también lo es: Es decir, se vendió todo el que se hizo, de todos tamaños, de todos los precios y con y sin monitos. Lo de los famosos monitos, ya se sabe, por eso algunos se los tragan; porque al que le salen en su pedazo está obligado a reciprocar la fiesta con otra en su casa el día de la Candelaria. Aunque con eso de las cuestas de enero, algunos para el 2 de Febrero y todavía no se reponen y le fallan a sus amigos. ¡Qué se le va a hacer!

Esto de los Reyes parece que les comienza a interesar a nuestros primos y vecinos, pues ya andan pensando que eso de los muñequitos está bien, pero que se podrían vender algunos millones más si en lugar de la cara de nadie que traen, trajeran la de artistas de cine, infantiles o adultos, que eso ya se vería. En fin, que si llegan a meterle mano al asunto, lo cambiarán por completo.

J U E V E S

Los primeros en asombrarse de habernos “echado al pico” otro año somos nosotros. Cómo le hicimos: “¡cómo le haces!”, es una pregunta difícil de contestar. No le hacemos de ninguna manera: la vida se va haciendo sola.

Lo que sí notamos es que va habiendo cosas que ya no podemos hacer. Pero, ni siquiera nos duele tal conocimiento. Será porque las hicimos cuantas veces fue necesario, y hasta por capricho, en el pasado.

Como todas las cosas, la vida cambia, desde los tiempos que, por supuesto, no se recuerdan, en los que otros tenían que hacerlo todo por ti, hasta aquellos en que creíste poder comerte al mundo tú solo, y éstos en los que comienzas que van apareciendo cosas que apenas ayer hacías sin el menor esfuerzo y hoy te cuesta trabajo hacerlas.

Algo persiguió el Señor haciendo así lo que hizo. Pero yo no dejó de pensar en que muy bien pudo haber parado el desarrollo físico allá por los treinta y cinco o cuarenta años, y así dejarnos por el resto de los años que a cada quien nos diera. Porque nada hay más triste en este mundo que el envejecer, y digo triste refiriéndome exclusivamente a lo físico, pues espiritual y mentalmente la vida es más profunda según se van cumpliendo años. Y lo es más si fuiste un triunfador a los treinta, a los cuarenta, a los cincuenta años. Eso te ayuda. Después es más fácil desprenderse de la codicia y hasta de la sincera ambición, porque hemos aprendido a despreciar algunas cosas.

V I E R N E S

Supongo, todavía no lo sé, que la gente acaba de cansarse de sí misma, de lo que hace, y por eso se retira. Se retira de lo que hace y no le gusta, pues si le siguiera gustando lo seguiría haciendo. Y así, un día al Señor ya no le gustó lo que hacía, y desapareció.

Todos recordarán que en sus primeros tiempos a diario, o casi, quién sabe cómo serían los primeros días, pero sus visitas daban la impresión de ser diarias, a la vuelta de una esquina, o lo que entonces pudiera ser una esquina o parecerlo, ¡zas!, ahí estaba Él. No que su plática fuera la de Sócrates, ni mucho menos, pero, ahí estaba diciendo cosas, recomendando, prohibiendo: ¡Del producto de ese árbol, no!, olvidando que no nos había hecho indiferentes a las cosas. A lo mejor, para entonces, Eva, que a lo mejor ni siquiera se había interesado por aquel producto teniendo tantas cosas que saborear, como los plátanos, tan suaves, pongamos por caso, o sacudirse a aquel sujeto, al que ella se parecía no del todo, pero que gustaba de estar en los sitios que ella, comenzó a pensar obsesivamente en la manzana, hasta que se dijo: ¿Y por qué no?

Y cuando le iba a dar la primera mordida, ándale, que vio a su parecido e instintivamente, por cortesía natural, ¿por qué otra cosa? lo invitó a morderla. Así se la comieron juntos. Y viendo que era buena, fueron a pedirle al señor que plantara más. Las generaciones siguientes se aficionaron a ella, y las jóvenes actuales no hacen otra cosa que comerlas a diario dondequiera.

S Á B A DO

Se van yendo poco a poco, pero los primeros días de un nuevo año son maravillosos, cada uno, según va llegando, da la impresión de que, ahora sí, el hombre ama a su prójimo. Al salir por las mañanas, si dos vecinos coinciden en salir de sus domicilios respectivos y se ven, no se conforman con un ¡hola!, o un ¡buenos días!, ambos dan unos pasos hacia el otro para fundirse ambos en un abrazo y desearse felicidades. Y así en sus trabajos, con sus jefes y compañeros de labores, y en sus cafés acostumbrados, con sus amigos de mesa, y con los de la vecina, y la otra y otra sin exclusión, no como en las misas, que a la hora de desearse que el Señor esté con ellos, el buen deseo no va más allá de los que están sentados en la misma banca o la frontera o, cuando mucho, hasta donde el brazo alcance. Son bonitos estos días. Lástima que, igual que los del año pasado, se van rápido, o esa impresión dejan cada noche, cosa que deben de tener en cuenta los políticos para que, cuanto antes, den los abrazos que tienen que dar, y se pongan a hacer obras.

Y D O M I N G O

Para salvarse necesita México que una firme perseverante y definitiva política de conciliación y reconciliación de los elementos antagónicos que tienden a desbaratarlo, guíe y unifique para siempre a todos los habitantes del país. EZEQUIEL A. CHÁVEZ

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