LUNES
El buen aficionado taurino, licenciado José Hernández Sordo, Pepe para todos sus amigos, me llamó el último sábado, como siempre que pasan por la tele corridas de toros lo hace, para que no me perdiera la de ese día.
Le agradecí la atención y a eso, a ver la corrida, me dediqué el resto de la tarde. Bien es que toreaba el Zotoluco, que es garantía de buen toreo, pero, a lo que voy no es a ello sino a que la plaza estaba hasta el tope en ambos tendidos, y a los precios que hoy tiene la fiesta hay que sorprenderse, porque, pues, ¿no que estamos en crisis?
Está bien que se trate de la capital, de la Ciudad de México, pero, tal situación si no en toros, en teatro ya la habíamos visto ocurrir entre nosotros no hace mucho y aquí lo comentamos oportunamente. Si ésta es la crisis mexicana, sencillamente somos un país de maravilla. Casi podríamos cambiar el Padre Nuestro para decir: “Dadnos hoy nuestra hambre de todos los días”. Porque el hambre nuestra es diferente a la de los demás. De la otra hambre otros se mueren, pero, según lo que nosotros vemos a nosotros el hambre nos hace lo que “el aire a Juárez”, que hasta la fecha no sé exactamente qué le hizo, pero se sigue repitiendo.
Y ya que así es la cosa, ojalá que pudiéramos cambiar el hambre nuestra, que no es tal hambre, por hambre de triunfar, por hambre de acabar con nuestros malos políticos, por hambre de superación.
M A R T E S
Viene a Monterrey el economista Jeffrey Sachs y en un dos por tres deja dicho que los monopolios de telecomunicaciones y energía son los que reducen nuestro crecimiento económico. Ante esto uno tiene que preguntarse qué demonios hacen los economistas asesores de nuestro gobierno, pues, durante los años que llevan buscando las formas de mejorar nuestras condiciones económicas no han dado pie con bola, sean o no, además, aficionados al fútbol; o qué demonios hacen los que debían estar promoviendo nuestro desarrollo, que todo les sale al revés sin que nadie se sienta responsable de ello.
A la mitad del ejercicio de Fox parece que nadie sabe hacer nada para aprovechar este 2004 que acaba de comenzar y todas las esperanzas están puestas en 2006, por lo que en lugar de propiciar los negocios, buenos y malos, que de todo hay en la viña del Señor, buscando que sean más los buenos, dejan pasar el tiempo, que por otra parte él mismo se da sus mañas para que las hojas del calendario pasen con rapidez. ¿Se dan cuenta ustedes, por ejemplo, que ya se nos fue el primer mes del año? Y el tiempo es cosa seria. Cuando se va, se va para siempre. Así que se gana, o se pierde. Y la gente que dirige nuestro país parece no darse cuenta de ello, pues de otra manera el señor Sachs no podría señalarnos lo que nos señala nomás de pasada, porque ya lo habría visto la autoridad a quien le corresponde y algo se habría hecho para mejorar la situación. Pero, no. Por eso seguimos, después de tres años sin nuevos negocios y sin nuevos empleos.
M I É R C O L E S
Las Agentes de Tránsito recibieron un susto al enterarse de que su jefe había dicho que ya no, que daban mucha guerra con eso de sus males mensuales, y más todavía cuando a pesar de todas las pastillas habidas y por haber resultaban embarazadas; pero ahora resulta que su jefe vuelve a decir que no, pero, aclarando, que la cosa no iba con ellas sino con las que suspiraban entrar en el futuro al Cuerpo; que ésas sí que no, porque ya con las que están dentro de él tiene bastantes.
El Cuerpo Femenino de Agentes de Tránsito pudiera ser algo interesante para nuestros visitantes, y para los propios habitantes de nuestra ciudad, si fuera un cuerpo escogido y no como el masculino integrado principalmente por recomendaciones. Y es que así no puede salir nada bueno. Pero, ¿qué tal si se escogiera mediante pruebas de inteligencia y de condiciones físicas? Y, ¿por qué no? No tengo ni idea de cuánto gane un Agente de Tránsita, pero lo que sea, en estos tiempos en que profesionistas manejan taxis por no encontrar colocación en la actividad que estudiaron, sobrarían jovencitas con las condiciones dichas mentales y físicas que digo, que aceptarían ese trabajo sin necesidad de ser recomendadas por nadie. Y mientras no se piense acabar con ellas, que parece no ser el caso, valdría la pena suplir como digo a las que se fueran dando de baja por propia voluntad después del susto.
J U E V E S
Bueno, de todas maneras, el primer mes del año tiene sus cosas buenas: que trae la reanudación de lo que, a través de los años se ha hecho tradición entre algunos grupos de amigos. Ayer, por ejemplo, volvimos a comer juntos, compromiso que se interrumpe todos los años al final de Octubre, y se reanuda antes de que termine el primer mes del año: el licenciado Homero y Estelita del Bosque Villarreal, Joaquín y Elektra García Cruz, Enrique y Elenita Luengo Macías, el ingeniero Jaime y Odila García Flores y sus servidores, Emilio y Elvira.
Pero, como ayer lo volvió a confirmar el ingeniero, la reunión no es por comer, ni tampoco por beber, que no se come ni se bebe mal, sino por volvernos a ver, por volvernos a disfrutar: las emotivas palabras del licenciado, el buen humor de Enrique, los juegos de destreza manual de Joaquín, y la buena disposición de los demás para aplaudir lo que no somos capaces de hacer. Y luego, por confirmar, sencillamente, que todos estamos bien de salud, que es lo que más nos deseamos con el primer abrazo del año para el presente que estamos listos para ir viviendo según lo demanden las circunstancias, esperando que el señor Bush no haga nada que les quite tranquilidad.
De paso recibimos el saludo cordial de Carlos Cepeda, que andaba en lo mismo con otro grupo de amigos, y poniendo, de paso, a prueba el proverbial buen apetito de Sergio Pérez Merodio.
V I E R N E S
A propósito de comer, el orador griego Isócrates estaba hace dos mil trescientos años, (¡qué tantos son?) sentado a la mesa del rey Nicrocrente de Chipre. Y no abrió la boca en todo el tiempo, como no fuese para comer.
El rey lo notó y le preguntó si estaba enfermo. Isócrates le contestó que no, que al contrario, estaba de primera.
El rey le dijo que lo había invitado para oírle lucir su oratoria, que por qué no empezaba. Isócrates le contestó que por una sola razón: porque de todo lo que él sabía, estaba seguro de que nada le interesaba, y de todo lo que le interesaba a él, nada sabía.
Otra vez le preguntaron si sabría definir la elocuencia. Y preguntó que si con elocuencia o sin ella. Y dijo: Dicho sin elocuencia, la elocuencia es el arte de presentar con toda su grandeza las cosas pequeñas, y con toda su pequeñez las cosas grandes. Y dicho con elocuencia, la elocuencia es . . .
Se interrumpió, levantóse, extendió los brazos y comenzó el siguiente discurso: ¡Oh, atenienses, hijos predilectos de Zeus y descendientes todos de aquellos antiguos héroes que regaron con su sangre fecunda los campos de esta tierra!
Y todavía sigue hablando de la elocuencia con elocuencia . . .
S Á B A DO
Dos de los buenos deseos más socorridos para este año 4 de los más de dos mil que llevamos D. C. son, uno: que este año el señor Bush se olvide del famoso “big stick”, es decir, de la vieja política de fuerza recomendada por Teodoro Roosevelt, cuando fue lo que él, Bush, es ahora: es decir, de aquella recomendación que se hacían entre sí los presidentes de su país que salían a los que entraban: “Habla suave pero has uso del garrote y llegarás lejos”, y que el año pasado lo llevó hasta Irak. Y es que no tiene caso meterse en problemas fuera si dentro de su país tiene los suficientes como para no dormir en casa por las noches, si eso es lo que busca. El otro de los buenos deseos pedidos es que nuestro presidente haga algo que se note; lo que sea, pero no de palabras, que en ellas siempre se equivoca sino en hechos, aunque en ellos le suceda lo mismo, pero, cuando menos, deja probado que no está con los brazos cruzados, que es lo que sus electores, es decir, la mayoría de los mexicanos comienzan a creer que es lo único que sabe hacer más o menos bien, pero que es lo peor que puede insistir en hacer. Ah, y si puede convencer a su Marta preferida de que también haga eso, miel sobre ojuelas. Porque lo mejor que puede hacer nuestra pareja presidencial es trocar sus papeles: él no dejando de hacer cosas, que es lo que ella viene haciendo, y ella dejando de hacerlas, que es lo que él hace.
En fin, es tan poco lo que se pide, que se nos debía conceder.
Y D O M I N G O
Los diputados, llaga del país. ANTONIETA RIVAS MERCADO