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MIRAJES

Por Emilio Herrera

L U N E S

Ahora parece que al que traen entre ojos es a Luis Echeverría. No dicen aquello que antes repetían hasta el cansancio de “Caiga quien caiga”, ni “Hasta las últimas consecuencias” porque de tanto que lo dijeron, sin cumplirlo una sola vez, lo dejaron sin valor alguno, pero afirman que en esta ocasión . . . : “quienes hayan cometido actos atentatorios en contra de los derechos humanos estarán expuestos a la justicia, aclarando que: No hay investiduras que valgan, ex cargos, ni ex fueros”. Y todos apuntan hacia Luis Echeverría.

Como los mexicanos seguimos conservando en la caja de Pandora la esperanza, confiamos que en esta ocasión no fallen ni los cinturones ni los pantalones de aquellos que en su momento tendrían que pedirle cuentas al ex presidente que, suponemos, no se ha quedado manco de entonces a la fecha, y de seguro conserva sus relaciones, sus contactos y palancas, y sobre todo, el dinerito que, por cierto, no hizo de centavo en centavo, como Samuel R. Alatorre Morones cita en su “Antología de Refranes y Dichos” que se hacen los capitales, porque en seis años con ese sistema no iba a llegar a ninguna parte sino de mil en mil o de millones en millones, con los cuales hoy puede andar de hotelero y de lo que se le ocurra, pues no faltaba más.

Un juicio a don Luis cuando menos revelaría cómo hacen los ex para volverse en seis años grandes empresarios y hombres de negocios.

M A R T E S

¿Desde cuándo es “nuestro” el petróleo? ¿Desde el 38? ¿Sesenta y seis años, pues? ¡Qué gloria la de aquellos días! Aunque, es cierto, muchos creían que el mundo, el mundo nuestro se iba a acabar, pero otros, que no eran menos sino más, aunque con menos dinero, vendían todo lo que podían, de animales a joyas heredadas de las abuelas, o las empeñaban en el Monte de Piedad, cuando menos, casi sin seguridad de poder rescatarlas para ayudar a pagar la gran deuda que el general Cárdenas se había echado encima para rescatar de manos extrañas el petróleo que así devolvía a la patria y, con ello, a los mexicanos.

El propio presidente Cárdenas no estaba muy seguro de que la cosa le saliera lo bien que le salió, pues, dicen que por las dudas ordenó a quien debía que si veía aparecer barcos de guerra por las costas incendiara todos los pozos. A grandes males, grandes remedios.

A través de los años el por qué y para qué de las grandes decisiones a nosotros se nos olvida, y ahora, por ejemplo, cosas como las dichas se olvidan y, tal parece que el petróleo no hubiera sido rescatado para la felicidad y el disfrute de los mexicanos sino sólo de algunos que lo manejan como les da la gana, lo prestan y desprestan y lo cobran o lo dan por cobrado sin que el oro o la plata en pago deje oír su sonido, o los billetes se cuenten o los cheques de tal pago se cobren en ningún banco o se abonen a la cuenta correspondiente de Pemex. Cárdenas se estará revolviendo en su tumba.

M I É R C O L E S

Bueno, pero, ¿en qué se ha venido transformando aquel México en el que crecimos, y en el que apenas hace tres cuartas partes se podían dejar las puertas de las casas abiertas mientras las amas de ellas iban a la tienda de la esquina a abastecerse de algo olvidado al hacer sus mandados, y volver sin que nadie se hubiera aprovechado de su descuido si lo había sido, o por las noches calurosas abrirlas para establecer una corriente de aire que refrescara el sueño de sus habitantes sin que aquella decisión se los quitara, porque estaban seguros de que nadie abusaría de aquella situación.

Nadie creería a otro que le dijera que aquello iba a acabar un día, y de ese día en adelante tendríamos que dudar de todo mundo, aun de aquellos que por creerlos honrados los investíamos con nuestra representación en nuestras Cámaras. Pero ese día, lamentablemente, ha llegado. Ahí tenemos al joven Senador y líder nacional del Partido Verde Ecologista de México que, de plano, fue sorprendido con las manos en la masa, o las palabras en una grabación, en la trama de un acto de corrupción. El, por supuesto, ha pedido perdón, pero, no precisamente por lo que estaba dispuesto a hacer: tramitar permisos para agilizar una inversión canadiense en Quintana Roo, con lo que se echaría a la bolsa dos milloncejos de dólares sin mayor problema, sino por haber sido sorprendido y grabada su conversación con su “comprador”, porque con todos sus títulos de senador y dirigente del Partido Verde Ecologista de México nos es sino un “vendido” al que le llegaron al precio. Y no es el único. Que Dios nos proteja de ellos.

J U E V E S

Goethe fue un gran conquistador de mujeres. Era hombre de muy buena presencia, muy decidido, de conversación muy agradable y rendía fácilmente los corazones de las mujeres que le trataban. Una de sus primeras enamoradas fue la hija de un profesor de baile, del que era discípulo Goethe. Se llamaba Lucinda. Goethe no le hacía mucho caso. Y un día ella se le echó encima, le abrazó y le besó apasionada-mente. Y le grito después: “¡Que sea desgraciada la mujer que bese tus labios sobre este beso mío!”

Goethe no se dejó impresionar por el augurio. Pero se lo contó a la primera mujer que lo amó después. Y ella le besó apasionadamente también y le dijo: “Así queda roto el augurio”. Y cuando él le preguntó que qué pasaría si era desgraciada, ella le contestó, que entonces “estaría segura de haber salvado de serlo a otras a quienes nunca conocería. Para que luego no dijeran que las mujeres no tenían espíritu de sacrificio.

La madre de Goethe quería a su hijo tanto que víctima de su última enfermedad prohibió que le dijeran a la hija lo enferma que estaba. “No quiero hacerle sufrir más de lo necesario”. Recibió por aquellos días una invitación para una fiesta. La contestó en la siguiente forma: “Siento no poder aceptar, pero es que he aceptado antes otra”. La visitaron después, le preguntaron cuál había sido la otra invitación que había aceptado, y dijo: La de la muerte.

Y moría pocos días después.

V I E R N E S

Cuando terminó el eco de la palabra ¡Hágase! y el mundo apareció, el Señor ya era un extraño en él, pues lo había hecho con su voz, no con sus manos.

Todo lo que siguió fue hecho con las manos del hombre, por eso éste es nuestro mundo.

Por supuesto, como el hombre no es Dios, entre las pocas cosas buenas que ha hecho se le han colado muchas tonterías que, como ya estaban allí, ha tenido que modificar para darles sentido, así la silla que llega a esclavizarle hasta que transforma en cama en la que se pasa la mitad de su tiempo y en la que disfruta las mejores horas de su vida.

Pero tampoco hay que negarle valor a la silla. Lyn Yutang descubrió que la silla dio dignidad al hombre al volverse trono, cosa que sobrepasaba sus aspiraciones y arrepentido trabajó otra vez en ella hasta dejarla en silla presidencial que con proponérselo y estar dispuesto a todo, cualquiera puede conquistar.

Pero, el hombre, ese hombre que hizo con sus manos todo lo que existe en ese mundo que Dios le hizo con su voz, se ha olvidado de aquel principio y un día, queriendo ser más que Él, inventó el dinero, y cada día son más los hombres que mueren en la miseria. Los ladrones bien, gracias, disfrutan de paz y prosperidad, aunque de vez en cuando, hombres como “el Niño Verde”, tengan los problemas que usted sabe y de los que trata de saltarse a la torera.

S Á B A D O

Tampoco es cosa de confiarse porque hoy sea el último día de Febrero. Recuérdese que febrero loco y marzo otro poco, y sólo por eso, por su mutua locura puede ocurrir que a marzo se le ocurra seguir haciendo lo que enero y febrero no alcanzaron a hacer en lo que a desviejar se refiere.

Aunque tampoco hay que perder el sueño por lo de desviejar, porque, cuando se dejó constancia de lo que entonces ocurría, desviejar era más que necesario pues, a algunos, como Matusalén, que vivió sus buenos 969 años, les dio por no querer dejar este mundo y desprenderse de las cosas que en él habían acumulado, y eso como que no, pues siempre querían más. Más vida y más cosas, que era lo peor, pues no había para tantos, ya que faltaban cinco o seis mil años para que se inventara la producción en serie.

Pero, tampoco hay que descuidarse y creer que la primavera llega con el primer día de marzo. Tan desviejaderos son sus primeros días como los de enero y febrero, y a veces más, porque la humanidad como que le teme menos, o de plano no le teme. Y así les va a muchos. Cuidado, pues, y no olvidar algún abrigo a mano, y los suéteres, y las chamarras o los sacos por ahí cerca. ¿Cuál es la prisa para guardarlos?

Y D O M I N G O

Un renacimiento religioso y moral pondrá sus destellos sobre las ruinas de la civilización mercantil que simbolizarán en la historia el fracaso de un siglo de egoísmo. ANTONIO CASO.

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