L U N E S
No sé si a ustedes les pase lo que a mí; si tengan, acerca del tiempo, la impresión que me viene dando desde que este año comenzó, de pasar más veloz que nunca, tanto que, algunas veces, apenas si da tiempo de cortar la hoja correspondiente al día de ayer, que cuando se logra, ya es el día siguiente.
Mañana, en un tiempo fue un día muy esperado: nunca llegaba. Hoy llega a diario, y cada día más temprano. A veces ni le da tiempo a la luna de irse: son esas noches que en las antípodas parecerán bocas de lobo.
El hoy y el mañana son los días más rápidos que actualmente existen. No sé quién les enseñó a correr, pero los enseñaron bien. A lo mejor son esos adolescentes que desde que descubrieron el estuche de afeitar en el baño de su padre andan con la intención de usarlo allí donde ya quisieran verse el bigote, y se desesperan de que ese mañana, su mañana, no llegue con la rapidez que ellos quisieran. Pero resulta que ese mañana también me afecta a mí, y a otros que, como yo, han visto pasar tantos años, que ya nos acostumbramos a vivirlos uno tras otro, sabedores de que cada uno es digno de verse y disfrutarse, y no podemos concebir que haya alguien que sea capaz de precipitar su término.
Es cierto que los tiempos cambian, pero, por fortuna, los hombres tenemos la facultad de adaptarnos a ellos y, por eso, podemos vivir mientras no perdamos esa atribución. Así que con el tiempo, vámonos despacio.
M A R T E S
Como sucede en todas partes, en nuestra ciudad cada día hay más modelos. Usted lo sabe porque no solamente se les ve en las pasarelas.
Como hacen de todo, usted las ve hasta en los toros, avisando el nombre del próximo en salir de los chiqueros, o en el box la siguiente vuelta de carambazos que intentarán darse los boxeadores.
La carrera no es vieja, aunque tampoco flamante. Entiendo que, hace 18 años, el alcalde de Los Ángeles, California, anunció que a partir del 27 de Mayo, se conmemoraría el aniversario de la fundación, 25 años antes, de la Agencia de Modelos más importante de la Costa Oeste, de la que era dueña una señora Blanchard quien, precisamente poco antes había fracasado como dueña de una escuela de modelos, y con unos pocos dólares que le quedaban inició, no otra escuela sino aquella Agencia.
Como maestra de modelos había aprendido que lo que abunda verdaderamente, con o sin escuela, son las modelos que buscan trabajo.
A primera vista se daba cuenta de que las chicas que se inscribían en su Agencia eran hermosas. De lo que poco sabía –sólo lo que ellas le decían- era de su experiencia frente al público, y esto le metía miedo, pues no quería fracasar por segunda vez y, así cuando llamaban para contratarlas decía que, estaban ocupadas, corriéndose la voz de que todas las modelos de aquella Agencia tenían mucho trabajo.
Los buenos negocios cobran fama de las maneras más extrañas, y el miedo de esta señora a equivocarse por segunda vez hizo que se corriera la voz de que todas sus modelos estaban hasta el gorro de trabajo, lo que hizo que hasta las modelos establecidas quisieron ser representadas por ella. Y de allí al éxito sólo fue un paso.
M I É R C O L E S
Otra cosa que se ha puesto de moda en estos días son los videos. Todo mundo los filma, todo mundo anuncia tenerlos, todo mundo los guarda, esperando el momento en que lo filmado alcance una cotización y, entonces sí, a utilizarlos.
Que los soldados norteamericanos maltrataban a los prisioneros iraquíes. ¡Que no!, ¡Que sí! Nuevamente, ¡que no! ¡Que cómo que no, y estos videos qué! ¿Nada?
Total, que los videos ya están presentes a diario en nuestras vidas. Y no sólo los de la lana de Ahumada, también el de la decapitación de Nick Berg, y más que seguirán apareciendo de todo lo habido y por haber si no se encuentra la manera de prohibirlos de una vez por todas.
Por lo que en ellos se ve, pudieran ser pruebas determinantes para castigar a los que en esas videocintas aparecen dando o recibiendo, pero, no es así. ¿Entonces? Pues entonces, recójanse, retírense, guárdense o, de plano, destrúyanse y prohíbanse, ¿qué se gana con su publicación frecuente si ello sólo sirve para escandalizar, pero no para probar corrupciones que hagan posible el castigo que merecen tales delitos?
J U E V E S
¿Quién no ha dicho y hasta cantado alguna vez, y siempre viniendo al caso, aquello de: “Sabia virtud de conocer el tiempo; / a tiempo amar y desatarse a tiempo; / como dice el refrán; dar tiempo al tiempo . . . / que de amor y dolor alivia el tiempo?”.
De Renato Leduc, su autor, José Ramón Gamabella escribió hace nueve años un libro: “Por siempre Leduc”, que hoy, como me pasa con frecuencia, buscando otro encontré y me hizo pasar una tarde que se me fue como agua. Para terminar, le dice a su entrevistador: “No estoy descontento de mi vida, pues he vivido como se me ha dado la gana y si bien lo único que no he tenido es dinero, tampoco me ha hecho falta . . . Además, le di la vuelta al mundo, viví en París como cualquier parisino y, aunque nunca tuve un ideal determinado, participé en la Revolución Mexicana, lo que me dio cierto prestigio entre mis amigos, porque yo sí efectivamente la viví y por ello puedo hablar de ella con autoridad, cuando menos, con conocimiento de causa.
Por otra parte no hice nada que no me gustara y mi mayor fracaso en la vida hubiera sido ser el Leduquito de cualquier oficina pública. Para mí, el momento más afortunado de mi vida, fue cuando me preguntaron si quería irme a trabajar a París . . . Y así como ha sido mi momento más feliz, nunca he tenido instantes amargos, merced a que desde joven tuve amigos que me metieron la idea de que si uno no quiere sufrir desencantos o desilusiones, no debe tomar nada en serio.
Con respecto a la muerte, no la veo como cosa del otro mundo sino simplemente como el final del camino. Al fin y al cabo, como dice el refrán: para morir nacimos. . .
V I E R N E S
Cero y van dos los camiones que se accidentan en ese puente. Y seguirán si no se toman las precauciones necesarias: De perdida, los anticipados, muy oportunos, y visibles anuncios de tomarlo despacio y con tranquilidad. La gran tragedia no ha ocurrido todavía, pero allí está, agazapada, esperando su oportunidad Y si van dos accidentes es que se necesitan más anuncios, o más y mejor ubicados, con el fin de que, particularmente los remolques, cuando lleguen al puente estén oportunamente avisados de que deben entrar a él con esa velocidad de 80 kilómetros por hora que según el comandante Pedro Antonio Flores Rodríguez garantizan subirlo sin ningún riesgo. Y si hay que poner a la distancia necesaria tachuelones o bordos para obligar a disminuir la velocidad a todo mundo, pues hacerlos, cueste lo que cueste, porque una vida humana, una sola, inclusive, la de algún indolente conductor, vale la pena.
Recuérdese que, contra los hechos, no hay argumento que valga. ¿A qué esperar un accidente más, que puede costar varias vidas, para hacer algo, o algunas cosas, que pueden anticiparse en previsión de otras mejores y definitivas?
S Á B A D O
No falta quién crea que las mujeres audaces y decididas en su relación con el sexo opuesto, todas han nacido en los últimos años, influenciadas por el cine, pero a Goethe, por ejemplo, que viviera sus ochenta y tres años de vida de 1749 a 1832, y que no era mal parecido ni cosa por el estilo, al contrario era hombre de buena presencia, de conversación muy agradable, muy decidido y que rendía fácilmente los corazones de las mujeres que le trataban, le sucedió que una de sus admiradoras, llamada Lucinda e hija por cierto de su profesor de baile, al encontrarse un día se le echó encima, le abrazó y le besó apasionadamente, gritándole después: ¡Que sea desgraciada la mujer que bese tus labios sobre este beso mío!
Goethe no se dejó impresionar por el augurio, pero se lo contó a la primera mujer que le amó después. Y ella, a su vez, le besó apasionadamente también, y le dijo: “¡Así queda roto el augurio!
Y cuando él le preguntó que si no temía ser desgraciada, ella, le contestó: “Habré salvado de serlo a otra a quien nunca conoceré. Y luego dirán que las mujeres no tenemos espíritu de sacrificio.”
Y D O M I N G O
En México, el emperador-presidente entra como dios vivo y sale como payaso de las bofetadas. Quienes seis años antes reptan a sus pies, seis años más tarde le lanzan escupitajos. Tan abyecta es la adulación al que sube, como la injuria al que baja. JOSÉ EMILIO PACHECO.