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MIRAJES

Emilio Herrera

L U N E S

Lo mejor que este mundo te pueda ofrecer es un trabajo que nadie te obligue a dejar, mientras te duren las ganas de seguir haciéndolo. Y lo peor es lo otro: que alguien te venga con que tienes que dejar de hacerlo cuando más lo estás disfrutando.

Imagínate al Señor haciendo al mundo. ¡La oportunidad que hubiera perdido si de verdad lo hubiera hecho diciendo tan sólo ¡hágase!! No. Lo debe de haber hecho poco a poco, disfrutando como nadie cuando algo le salía bien, o dictando su úcase definitivo contra algo que, feo o bonito, a El no acababa por gustarle. Porque una cosa es pensarlo y otra verlo crecer o moverse. Una cosa deben haber sido, por ejemplo los dinosaurios y aquellas masas caminantes, y otra muy distinta verlos a unos pasos del hombre en aquellos tiempos en que éste apenas tendría nada más que su vulnerable pequeñez. No pudo sentir entusiasmo al hacer sus cosas, porque entusiasmo es sentir a Dios dentro, y Él siempre se ha traído consigo, por, dentro y por fuera, pero, vamos, no sentiría lo mismo al hacer la mariposa que cuando hizo a la pulga.

Señor o no Señor, lo que hizo fue trabajo, trabajo que dejó sin concluir y en ésas anda, aunque ya no con la aparatosidad primera, sino en los detalles que es lo que más trabajo da, trabajo gustoso para Él, y del que nadie puede retirarlo. Y ésa es la ventaja de ser Quien Es.

M A R T E S

¿Qué se habrá hecho con nuestras Islas Marías? Hará cosa de medio siglo sonaban con cierta frecuencia, y allá se mandaba a los criminales peligrosos y a aquellos delincuentes que no tenían remedio. Pero, hace muchos años que nada se oye de ellas. ¿Será que ya no sirven para lo que siempre sirvieron? ¿Qué ya no son capaces de mantener dentro de ellas a los que allí encierran, o que hay otras prisiones que ofrecen mayor seguridad para nuestra gente peligrosa?

Digo, porque a lo mejor a ellas, o a otro sitio parecido que tengamos donde sea, debería de mandarse a todos los secuestradores, que aunque se diga que no los tenemos, o que no tenemos tantos como se dice, siguen desprestigiando a nuestro país y metiendo miedo a quienes deseosos de visitarnos comienzan a pedir información y se tropiezan con la de que en México hay una inseguridad que más vale pensarlo dos veces antes de venir.

Y lo de pensarlo dos veces es porque, en realidad México tiene todo lo que un turista busca en un viaje, lo que su cultura le pide y que su memoria podrá recordar por muchos años, pero que, un rato de mala suerte puede echar a perder peligrosamente.

Un alto porcentaje de los turistas en todo el mundo normalmente son descuidados y no toman muchas precauciones para su protección, que deben ofrecer los países visitados, ya que el turismo les lleva beneficios que no pueden obtener de otra manera.

M I É R C O L E S

Como es su costumbre, Armando Fuentes Aguirre, el estupendo columnista de “El Siglo de Torreón”, acaba de tener otro éxito claro y completo al llenar hace un par de horas, el vasto salón del Centro de Convenciones de nuestra Ciudad. Cómodo y fresco, el lugar fue bien escogido, pero ir a él desde donde fuera con el calor ambiente de la hora fue prueba de la querencia que sus lectores tienen a “Catón”.

Mantuvo a su auditorio con la sonrisa en los labios lista para florecer en risa en los momentos oportunos que se siguieron con frecuencia y sólo daban a los asistentes tiempo para reponerse de la anterior.

Decir que si es bueno leyéndolo, escuchándolo es incomparable, es decir una verdad constatada por todos los asistentes, pues subraya la intención de sus palabras con los gestos de su rostro, de sus manos y, venido el caso, de todo su cuerpo.

“Catón” ha dejado a los laguneros – y él se tiene ya como uno más – un mensaje de esperanza, mensaje que a mí me hizo recordar aquella poesía del Padre Federico Escobedo, poeta poblano nacido en Guanajuato, intitulada “Flor que Llora”, y dice así:

“Todo es en natura simbolismo; / hay de puebla, en su sierra encantadora / una a la que el indio llama “Flor que llora”, / flor que llora colgada en el abismo. / Extraña analogía / guarda esa flor con la patria mía / y su destino me parece el mismo: / México es una flor encantadora, / mas ¡ay!, es flor que llora, / flor que llora colgada en el abismo.”

J U E V E S

Somerset Maugham, muerto en 1963 a muy avanzada edad, cerca de los cien años, en su “Carnet de un escritor” cuenta algunas anécdotas de su vida. En una de ellas refiere que una vez un crítico literario le preguntó cómo era posible que a tan avanzada edad, siguiera escribiendo todos los días. Y Maugham dice que, al contestarle, no dijo lo que pensaba, que era: “Porque me da la real gana”. En cambio dijo: “Porque el hombre es un animal de costumbres. Y yo, después de tantos años de hacer siempre lo mismo, si al cabo de un rato de haberme levantado no me pongo a escribir, ya no sé qué hacer y me aburro. Y menos mal si, con lo que escribo, no aburro a los otros.”

El crítico, agresivo, observó: “Eso es lo que usted no sabe.”

Lo supongo, le contestó Maugham, y para suponerlo me apoyo en las liquidaciones de mis editores. No les creo tan generosos como para pagarme derechos de autor por libros que no han vendido.

Le preguntaban si los críticos le habían tratado bien, y decía: “Con un total desconocimiento, cosa que, al parecer, es su fórmula. Cuando empecé a publicar me llamaban brutal, después me llamaron charlatán, luego cínico, los más favorables me llamaron competente, y por fin algunos me han llamado superficial. Lo único que puedo decir sin equivocarme de los críticos es que son los peores jueces de la comercialidad de los libros.

V I E R N E S

¡Ay! don José Herrán, ¡qué bueno que Diógenes se propuso aprender música no sólo no siendo joven sino siendo ya, de plano, viejo, porque así, cuando alguien se lo aclaró, pudo decir: “Más vale tarde que nunca”, frase que hoy, con toda la pena y el rubor del mundo puedo usar frente a usted para darle las gracias y disculparme de lo que ya le estará pareciendo no sólo descortesía sino falta de educación, y lo peor del caso es que en ello involucro a nuestro mutuo amigo, el doctor Darwich, quien oportunamente me entregó el disco de Lara: “Pecadora”, que usted le dajara para mí.

Lo he disfrutado como usted SÍ tendrá idea. ¿Qué hubiéramos hecho los de nuestra generación sin “el flaco de oro”? A usted y a mí y a todos los de nuestras generaciones (porque usted es sus buenos años más joven que yo) Agustín nos dio ya hecha y justa la palabra para decir al oído de la amada, y la música que entonces o durante los días de nuestra vida, o de la que buscábamos, nos hacía llevadero el trabajo.

En Torreón le conocimos por los treinta, y la primera vez que le vimos su cantante era Ana María Fernández. Años después la Cámara Junior de Gómez Palacio, ciudad vecina a ésta y que supongo usted conoce, le contrató para uno de sus bailes donde me fue presentado por Julián Núñez y tomamos una copa. Años después, en Madrid, me senté donde él acostumbraba hacerlo en el Bar “Chicote”, y si no era cierto agradecí la mentira. ¿De qué más vivimos? Muy agradecido por su obsequio que me regaló, también, esta breve evocación.

S Á B A D O

Lo que se cuenta de Agustín Lara son muchas cosas, ciertas todas, ¿Por qué no?

Entiendo que llegó a componer algo así como setecientas. A algunos les han parecido muchas, pero Pepe Aguirre dice que son pocas, porque algunas le brotaban de madrugada y no daban tiempo a escribirlas. De todas maneras cuentan que tuvo más mujeres que canciones, no obstante lo cual, si ustedes recuerdan, murió sin una a su lado. Un hombre le cerró los ojos, y Díaz Ordaz, Presidente de la República, lo enterró en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Casi al final, el Bar “Manolo”, de la calle López fue suyo. Le iba mal.

Fue cuando Urruchurtu ordenó que la noche se acababa a la una de la mañana, hora en que se rompía una taza y los noctívagos capitalinos tenían que irse para su casa. Se lloró con aquél quien le dijo: “Mire, don Agustín, usted hágame para la Ciudad de México una canción como la que le hizo a Madrid, a Granada a Valencia . . . y le entregó un millón de pesos.” Sepa Dios por qué no la hizo. Pero, no la hizo. ¿O sí?

Y D O M I N G O

Que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos. BENITO JUAREZ

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