L U N E S
Petrarca ha sido uno de los mejores poetas líricos italianos. Y junto con su amada Laura forma una de las parejas de enamorados famosos en la historia anecdótica. Petrarca conoció a Laura a los veintitrés años, en la iglesia de Santa Clara, en la ciudad de Aviñón. Ella estaba casada con otro, con un tal Audiberto de Noves. Se sabe que veintidós años después del primer encuentro, Laura murió víctima de una epidemia y Petrarca se retiró a un convento y allí escribió su poema “A la muerte de madonna Laura”.
Petrarca era un lector incansable. Tanto leía que sus amigos temieron que su salud se pudiera resentir y le ocultaron la llave de la biblioteca. Y entonces enfermó de verdad y no hubo otra solución que devolverle la llave. Petrarca les dijo: “Sin el alimento espiritual de mis libros, ¿cómo podría estar sano? No es el cuerpo el que mantiene la salud del espíritu, sino el espíritu el que mantiene la salud del cuerpo.
En sus últimos años se retiró a vivir en Arcua, cerca de Padua, en una casa con un mirador, desde donde contemplaba las puestas de sol.
Allí murió una mañana de 1374, dos días antes del aniversario de su nacimiento. Murió mientras estaba leyendo uno de sus libros preferidos, el volumen de Virgilio en el que había anotado, veinticinco años antes, la fecha de la muerte de su amada ideal Laura. Le encontraron muerto con las dos manos sobre la mesa y el rostro apoyado en las páginas del libro. Uno de sus pocos amigos dijo después: “Si le hubiesen dejado escoger su muerte, no habría escogido otra mejor”.
M A R T E S
Elvira y yo recibimos con la oportunidad de siempre, su amable y esperada carta navideña, mi estimado señor Pancho Ledesma.
Me pasa lo que a Usted, cada año creo que corrieron más rápidos sus días; sin embargo, lo que de pesar pudiera tener esto, se transforma en gozo al vernos rodeados por todos los nuestros en Navidad.
Para usted que se ha pasado la vida sembrando amistad y levantando, año por año, óptimas cosechas, esta fecha debe de ser esplendorosa. Todo su secreto está en la sinceridad de su afecto. Su amistad no es una palabra, es un sentimiento que entrega a sus amigos desde el primer día en que los conoce. Alguien dijo que si se quería hallar en cualquier parte amistad, dulzura y poesía tenía que llevarlas consigo, y eso es lo que a usted le pasa, mi estimado Pancho Ledesma. Hay quien dice que los hermanos se aceptan y los amigos se escogen; pero pudiera ser que no, que los amigos también se encuentran, se aceptan, y se sufran con amor, y esto si alguien pudiera aclararlo es usted.
Por todas las atenciones que el año pasado tuvo para conmigo le doy infinitas gracias. Su amistad se la agradezco a Aquél que al hacer los destinos de los hombres entrelazó los nuestros.
Reciban usted y Martha su muy estimable esposa, nuestros mejores deseos para el 2004, de parte de Elvira y mía.
M I É R C O L E S
A los Santos Reyes les voy a pedir que intercedan por mí ante el Señor para que me cambie al custodio que me tenía asignado, pues, será por viejo, pero la guardia que de mí viene haciendo, ya no es tan buena como solía serlo. Hace ocho días me dejó caer dos veces en un sitio que he caminado docenas de veces. La primera de estas dos sin consecuencias, pero, de la segunda saqué una costilla dañada, que me ha traído a mal traer de día y de noche desde entonces.
Elvira aboga por mi actual Ángel de la Guardia diciendo que él cumplió como los buenos sacándome sin daños la primera vez, pero que cualquiera se impacienta y exaspera ante la terquedad de algunos y por eso, de vez en cuando deja a uno de ellos que le pase lo que ha de pasarle, a ver si así aprende.
Ya puestas así la cosas, pienso en Parkham (¿ese es el apellido?) que afirmaba que lo que ha de pasar, pasa, y no hay quién lo cambie. Yo tuve un primo, Ignacio se llamaba, que participó en la guerra de Vietnam y esas cosas. Su Ángel de la Guardia era bueno, pues lo sacó con bien de todos aquellos peligros. Al terminarse volvió a su casa. La cosa era para festejarse, y se festejó, primero en familia, más tarde fuera. Tomó su carro y salió junto con otros amigos. Fue el último que manejó. Su Ángel de la Guardia debe haberse bajado antes, diciendo: ¡Ni loco que estuviera!
J U E V E S
Este año que comienza, igual que los próximos últimos tendrá una necesidad absoluta de dinero. Sin dinero no hay vida. Todos los afanes del hombre son por el dinero. Se trabaja para tenerlo, y hasta se roba, se engaña y se mata por él. Lo que llamamos vida no es sino la lucha por el dinero.
Podemos prescindir de muchas cosas menos del dinero. El dinero es la única necesidad permanente del hombre. No se puede salir de casa sin dinero, porque no tiene caso, no se irá a ninguna parte ni se podrá hacer nada. Cuando no lo llevas contigo aprendes que es la única cosa necesaria.
Hacer dinero es lo único de que puedes vanagloriarte legítimamente. Es una especie de magia que no todos aprenden. Cuando llegas a saber cómo das la impresión de sacarlo de la nada.
Pero, desde luego, es un don natural. Se nace con él. Unos dicen que es cosa de trabajar firmemente y a diario, pero son muchos los que pierden la vida trabajando y mueren más pobres que una rata. En cambio, el que nace con ese don lo gana de cualquier manera. Para entrar en ese grupo hay que hacerse daño para comenzar a hacerlo. Una vez hecho esto por primera vez será fácil seguirlo haciendo hasta el final. Esto lo sabían los primeros pobladores de Norteamérica, lo pusieron en práctica desde su llegada heredando tal sabiduría a sus herederos que la siguen practicando.
Hay otros que sólo saben gastarlo. Esa es la diferencia.
V I E R N E S
El término de año viejo nos trajo como todo lo que cuando ya no sirve se acaba, días iluminados por la felicidad. Y es que la felicidad no es una cosa grandiosa, al contrario, la felicidad casi siempre viene con las cosas pequeñas. ¿No dijo Bartrina que “Si quieres ser feliz entre felices, no analices, muchacho, no analices?” Entonces, lo mejor es tomar la vida como viene y gozarla. Ni te preguntes por qué ni para qué, exprímela y adelante, año por año. Y como todo lo que tiene un principio tiene un fin, no hay más que aceptar el de los años y dejarlos ir sin lágrimas, que así como ellos se van se va, también, el hombre, pero, mientras tanto, allí tenemos el milagro de siempre, que al morir el año viejo hace nacer, como el Ave Fénix, de sus cenizas, un Año Nuevo. ¡El rey ha muerto! ¡Viva el Rey!
Esta noche, pues, al morir uno y nacer otro, el 2004, se nos ofrecen 365 días inéditos, totalmente en blanco, para que cada quien los vaya llenando de lo que quiera o de lo que pueda; que no hay edad para ello, pues, la computación nos ha mostrado como muchachos de muy corta edad son capaces de descubrir nuevas formas trascendentes para utilizarla, pero, también personas mayores, hombres y mujeres, descubren no serlo tanto como para no intentar la última actuación de su vida. La vida, al fin y al cabo, no se debe amar ni odiar, sólo hay que vivirla atentos a si hay una cosa más que puedas hacer antes de dejarla.
S Á B A D O
Ojalá y este principio de año haga reaccionar a las gentes que se supone que nos sirven y nos gobiernan, todos buscando el bien de la patria para que de veras lo hagan así y veamos que este año son capaces de hacer disminuir nuestros problemas, así como de lograr que en el país generen nuevos si no para resolver totalmente el problema que ello representa sí para aliviarlo un poco.
Y si no eso, pues al menos que no sea tan notorio su progreso en relación con el atraso a que, desde hace tiempo ellos, igual que sus antecesores, han tenido condenados a cada vez más mexicanos.
De éstos se dice que son flojos y que por eso no salen de su pobreza; pero, no lo han de ser tanto, pues esos flojos han hecho aquí mismo ricos a muchos que luego no han sabido corresponderles, y en el extranjero a quienes les han ocupado, que por eso, por trabajadores, les ocupan. Y es que, como los soldados que nuestros trabajadores sólo son hombres capaces de ganar o perder batallas, dependiendo de quien les manda. Y aquí , al parecer, lo que falta son generales capaces de ganar batallas, disculpándose diciéndose que los que las pierden son los soldados.
Y D O M I N G O
Lo más importante en la vida es la salud, y eso es lo que deseo a mis lectores, para que disfruten lo que la vida les dé, o para que en ella luchen por obtener lo que desean, si se les resiste.