“Vete a América” comenta el actual presidente de la Real Academia Española que le dijo su antecesor. Con alrededor de cuarenta millones de habitantes España se empequeñece frente a los nuevos hablantes del español. Así la Real Academia tendría que modernizarse, atender al factor poblacional, ir a los hispanohablantes, mirar lejos. Lo primero sería cambiar la relación con las academias locales. Lejos debían quedar los aires imperiales. Una nueva relación más de colegas debía ser establecida. Cuando más somos el hermano mayor, dice Víctor García de la Concha, este visionario académico hoy encargado de buscar los nuevos rumbos para la RAE, nacimos antes, eso es todo.
Con rapidez, lo que muchos veían como un torpe paquidermo, incorporó miles de acepciones provenientes de otras latitudes. El Diccionario de la Lengua Española, producto central y carta de presentación de la Real Academia Española, empezó a quitarse cierto aire a naftalina. Pero no era suficiente, había que atender el reclamo sistemático de dar solución a las dudas que se les planteaban a las academias. De allí que en la reunión de Santo Domingo las 22 organizaciones resolvieran la elaboración de un Diccionario Panhispánico de Dudas. Mirando lejos los encargados de mantener viva, funcional y coherente a nuestra lengua, aparecen ahora con una nueva puerta de entrada que se aleja de las rigideces para presentar coincidencias y diferencias en los usos. Pero quizá el paso más importante es dejar abiertas las dudas. No hay fórmulas mágicas para disolverlas, tampoco una institución facultada para decretar la salida.
Así por un lado la Real Academia y las academias locales se abrieron a modismos y usos que enriquecen nuestro idioma y que con frecuencia resultan insustituibles. Toda lengua es sitio de encuentro, de mestizaje, de aprendizaje del otro. El español no sólo no es excepción sino que al contrario es una lengua particularmente rica en la diversidad de sus raíces latinas, árabes, sefardíes, etc. Hoy el reto continúa entre el encuentro cotidiano de los mexicanos, salvadoreños, puertorriqueños, cubanos que por millones han migrado, con los anglicismos. Súmese a ello las miles de acepciones caribeñas o los argentinismos o los mexicanismos y por qué no los españolismos por fin aceptados por la Academia.
Está el otro lado, la apertura tiene un límite, pues todo lenguaje supone un código común de entendimiento. Garantizarlo es también una misión de las academias. Esa fue parte de la agenda en Rosario. Si el español ha de convertirse y mantenerse como lengua franca para 450 ó 500 millones de seres humanos, si de verdad ha de lograr su internacionalización, todos los países debemos trabajar en sostener ese código común. El guaraní, el maya, el quechua o la lengua original de que se trate, deben de ser cuidadas y preservadas en tanto sea posible. Pero el único puente que nos puede unir a todos, del lago Michigan a la Patagonia pasando por la península Ibérica, es el español. Eso es mirar lejos.
Por mirar lejos es que el presidente Chino Hu Jintao coincidió con sus homólogos brasileño y argentino. De visita en estos países dejó sentir lo que es ser grande, pues el monto de las inversiones anunciadas podría rondar los 100 mil millones de dólares. La anunciada superpotencia oriental busca ya garantizarse en el mediano plazo abastecimiento de ciertos alimentos así como alianzas en ramas industriales muy prometedoras. Por supuesto el sector energético es prioritario para China pero también lo es la soja o ciertos medicamentos. Por eso precisamente después de brindar con los presidentes brasileño y argentino y de asistir a la reunión de la APEC en Santiago, Hu Jintao se encaminó a Cuba. Allí, en la isla controlada por el “comunista” Castro, se planean ya inversiones millonarias en la búsqueda de petróleo en las costas de la isla, así como en el níquel, el turismo o la biotecnología.
Hoy China es el destino de la mayor porción, por mucho, de inversión extranjera en cualquier economía emergente ¿Cómo lo lograron? En parte con una formación intensiva de cuadros técnicos, para que fuera ese factor y no la mano de obra barata la que atrajera al inversionista. Lo mismo hizo la India, mirando también muy lejos. Hoy ambas naciones son ya más atractivas a los inversionistas por esa mano de obra calificada que por cualquier otro motivo. Hace poco tiempo Goldman-Sachs publicó una actualización de su conocido estudio sobre el grupo de naciones BRICs (Brasil, Rusia, India y China). Las proyecciones son todavía más asombrosas. El número de personas con un ingreso superior a los tres mil dólares -considerado un piso de entrada a las clases medias- podría duplicarse en los próximos tres años. En una década una cifra cercana a los 800 millones habrían cruzado el umbral. Para 2025 podría haber 200 millones -más que la población de Japón- con ingresos superiores a los 15 mil dólares. En fin, corren rumbo al bienestar y progreso.
No es casual tampoco que en la reunión de APEC se resolviera incluir a la corrupción como uno de los problemas centrales del área. Lo que hace apenas una década parecía un factor tangencial para el desarrollo, la corrupción, ha demostrado ser determinante. De poco sirven los recursos naturales, de poco garantizar un juego democrático, de poco los acuerdos comerciales, cuando toda la actividad económica de nuestros países está invadida de éste fenómeno. No insistiré en el tema y sus efectos perversos sobre la inversión, competitividad y la justicia, sí en cambio en el hecho de que la APEC lo ponga en el centro del debate. No es casual en tanto que Rusia, China, Japón, Filipinas, Perú y por supuesto México, entre otros del área, aparecen como dolorosos casos de naciones cruzadas por la corrupción. Si quieren mirar de verdad lejos deberán disminuir la pandemia. De no ser así en un par de décadas y a pesar de tasas de crecimiento acelerado, ciertas naciones de APEC se habrán rezagado frente por ejemplo a la Unión Europea. Las fantásticas oportunidades comerciales del área Asia-Pacífico para algunas naciones se verán severamente empañadas por la corrupción. Otras como los propios Estados Unidos o Chile nos habrán sacado ventaja. Las desigualdades estarán allí de nuevo.
Así Madrid pero también en otras latitudes, los académicos de la lengua miran lejos. El papel de don José Moreno de Alba al frente de la Academia Mexicana ha sido muy destacado. Su objetivo está a dos o tres décadas de distancia: un español más fuerte. Por su parte los chinos, los brasileños, en parte los argentinos y hasta los cubanos con todos sus problemas, tienen en mente alianzas estratégicas que les traerán más prosperidad. La APEC hace lo propio y encara un problema nodal. Pero ¿y en México? Aquí el régimen, sus negociadores y los opositores, no encuentran mejor quehacer que hundir al país, al único que tenemos, por cierto.