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Mitos y realidades/Diálogo

Yamil Darwich

Mucho de lo que hemos aprendido y aceptado como cierto a través de siglos, se ha transformado en mitos y paradigmas que las culturas del mundo aceptamos como adecuadas, buenas, “lo correcto”, actuando en consecuencia y dando nuestra opinión favorable y aprobación social: el bien. En otros casos, esos mismos mitos son representativos de lo malo, lo inadecuado, lo incorrecto: el mal.

Tal es el caso de historias que nos han contado en los últimos tiempos, como las justificaciones de la guerra contra Irak, donde el propósito final es obtener nuestra anuencia y hasta nuestra favorable opinión sobre cosas que nos presentan como “buenas” y que tal vez, si las analizamos desde otro ángulo, no lo son tanto.

Permítame compartirle algunos antecedentes: De las historias de la creación del mundo, las mitologías más antiguas son los primeros y mejores ejemplos; siempre ha existido la imagen de un Dios bueno, creador de las cosas, a veces acompañado de otros dioses (politeísmo) que aunque menores, participan en los eventos naturales y los acontecimientos en las vidas de los seres humanos. La aceptación de ese mito como realidad se dio a través de la prehistoria y desde los sumerios hasta los asirios, de ahí a los hititas y cananeos.

El mito de los muchos dioses cayó con las enseñanzas de Abraham, que insistió en el único Dios innombrable, Yhavé (yo soy). Inicialmente se aceptó lo que los autores llaman henoteísmo, (Rel. Religión que posee una divinidad suprema a la vez que otras inferiores a ella) es decir, la presencia de un Dios todopoderoso que era al único que debía adorarse, aún cuando existieran otros seres divinos o semidioses a los que se les hacían encomiendas sobre actividades especiales o eventos naturales.

Las cosas empezaron a complicarse cuando el monoteísmo se radicalizó y no permitió la presencia de otros dioses, por menores que fueran, ni aún semidioses o simples fuerzas sobrenaturales o naturales. Ahora se proponía un solo Ser omnipresente, omnisciente, todopoderoso. Ese Dios exigía fidelidad y a cambio mostraba sus bondades y el cuidado que podía tener con sus seguidores.

Un ser supremo así tenía que ser bueno por definición; Él no podría ser causante de los males por lo que la solución fue la creación de un ser responsable de la maldad, de las desgracias: Diablo, Luzbel o como Usted quiera llamarle. Él es el culpable de las cosas malas y aunque sobrehumano y con poderes sobrenaturales nada puede ante el Dios bueno.

Así, lo bueno: la luz del día, la que nos permite ver y guiar nuestros pasos, la buena fortuna, la cacería adecuada, los días de abundantes frutos, la salud y la felicidad, son símbolos de la representación del Dios bueno, el que nos quiere, nos cuida y nos protege de lo malo, que aporta lo negativo, oscuro, todo aquello que nos daña, que nos impide ver y prepararnos para la defensa (el origen del temor a la oscuridad está, precisamente, en la imposibilidad de ver lo que nos amenaza).

Queda en nuestro inconsciente colectivo la lucha del bien contra el mal. Los estudiosos de la psicología saben que es por ese medio como podemos manipular a las conciencias colectivas y decidir entre una y otra cosa calificándola de buena o mala, conforme a la sensibilización que hayamos recibido; según sea la conveniencia.

Los mitos nacen de las respuestas a las preguntas que nos hacemos cuando las explicaciones no están apegadas a la ciencia o a la lógica, sean o no correctas del todo. De eso nos da muchísimos ejemplos Joseph Campbells, padre de la Mitología.

Siguiendo con el mismo ejemplo: lo bueno es santo, adecuado para nosotros y nuestros seres queridos, es lo justo y lo correcto; son las reglas que nos dejan vivir con seguridad social y en armonía. Queda claro que lo bueno es defendible a toda costa, que está por sobre todas las cosas, indiscutible.

Este conjunto de principios es los que nos ayuda a desarrollar reglas de convivencia y juicio valorativo; nos sirve para encontrar el camino y no sufrir el dolor psíquico que genera el saber o pensar que actuamos mal, que hicimos lo incorrecto; todo aquello que se debe hacer en lo oscuro por ser contrario a la moral, o vergonzante, conforme a los aprendizajes; que consecuentemente merece y es castigado por ser contrario a lo bueno. Son las malas acciones que ocasionan hasta la perdición del alma.

Los programadores neurolingüistas saben muy bien de estos principios, fundamentan en ellos su trabajo; enseñando a las personas a no “programarse” con frases que generan sentimientos negativos, de culpa; que frenan la creatividad o nos hacen subestimar nuestras capacidades.

Para nuestra desgracia, mercadólogos y publicistas lo saben y hacen uso de esos conocimientos para ayudarnos a sentir necesidades que no tenemos, a desear cosas que no necesitamos y a emitir juicios en el campo de los valores humanos y sociales.

Ellos son los promotores de imágenes de personas que nos venden lo que quieren que veamos de ellas como bueno, por medio de sus acciones o sus actitudes prefabricadas; son los que recomiendan a líderes políticos o sociales que se fotografíen abrazando y besando a niños; los que piden a sus aconsejados que no dejen de sonreír; que eligen tipos de vestuarios y hasta colores de los mismos, de acuerdo a la ocasión. ¿ya reflexionó sobre el color del traje o vestido de luto, ese que usamos cuando vamos a dar un pésame? ¿Y sobre el color del vestido de novia, o del traje del niño que va a hacer su primera comunión?

Los seres humanos tenemos un inconsciente colectivo construido a través de los milenios, en base a ello armamos nuestras propias historias de maldad y bondad.

¿A qué viene todo este escrito del Diálogo del día de hoy?: muy simple; lo invito a que reflexione sobre lo que sucede en Irak; a que recuerde cómo fueron dándonos, poco a poco, las noticias sobre las diferencias entre “el eje del mal” y el bien supremo de la democracia; a que haga memoria de cómo nos fueron programando para que no protestáramos por las imágenes salvajemente violentas que veríamos en adelante. Era “el bien”, luchando contra “el mal”, ¡sacrificándose por nosotros!

Trate de reflexionar cómo Hussein, de enemigo de la democracia amenazante poseedor de arsenal atómico y bacteriológico fue pasando a supuesto tenedor de armas peligrosas; de rebelde a protector de terroristas; de sospechoso, luego culpable del atentado del 11 de septiembre hasta conspirador maligno; de poseedor de armas prohibidas a simple guerrillero que se negaba a la revisión de los comisionados en el interior de su país. Aunque no debemos olvidar que era un Dictador, nefasto como todos.

Hay muchas preguntas que exigen una respuesta y si Usted reflexiona sobre ésas pudiera ser que esté de acuerdo conmigo en que ni los malos son tan malos ni los buenos lo son tanto... o aún más: que hay ocasiones que los lobos se visten de ovejas.

ydarwich@ual.mx

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