Varios presos muertos fueron decapitados y algunos incinerados.
01 de junio de 2004
RIO DE JANEIRO (AP) .- Una sangrienta revuelta de tres días dejó al menos 38 reclusos muertos, algunos de ellos mutilados, en un centro de detención en Río, mostrando nuevamente el dramático rostro del hacinado y violento sistema de prisiones del país más grande de Latinoamérica.
Los oficiales temen que el número de muertos sea mayor, dijo Raphael Martins, un vocero de la policía en Río.
"Vi cadáveres sin cabeza... restos humanos esparcidos por el piso", dijo el diputado Geraldo Moreira, de la asamblea legislativa de Río de Janeiro y presidente de la comisión de derechos humanos de esa instancia.
"Confieso que estoy medio aterrado", agregó en declaraciones difundidas por una agencia noticiosa oficial. "El sistema (de prisiones) tiene que ser urgentemente repensado...no puede ser una máquina de matar seres humanos", agregó el legislador.
En su comunicado, la secretaría de Administración Penitenciaria de Río de Janeiro atribuyó la matanza "a los conflictos entre organizaciones criminales rivales".
Según fuentes policiales, la rebelión en la cárcel carioca fue liderada por miembros del Comando Vermelho (Comando Rojo), una antigua y poderosa organización criminal que controla el tráfico de drogas en la mayoría de las favelas de Río de Janeiro.
Se cree que los presos que resultaron muertos, según las autoridades, formaban parte del Tercer Comando, una organización criminal que se ha convertido en el principal adversario del Comando Vermelho en Río de Janeiro.
El motín, que estalló el sábado, se produjo en el centro de detención Benfica de Leopoldina, un barrio del norte de Río.
El lunes, mientras proseguía la rebelión en la cárcel de Río, seis hombres fuertemente armados penetraron en un centro de detención en Sao Paulo, la ciudad más grande de Brasil y a unos 400 kilómetros al sur de Río de Janeiro, demandando a los cinco guardia la liberación de los 188 internos, aseguró la policía en un comunicado.
La policía indicó que 145 reclusos escaparon, pero otros 43 decidieron quedarse en la prisión. Más tarde la policía recapturó a 67 de los fugados.
Antes de conocerse la matanza en Río, el ministro de Justicia, Marcio Thomaz Bastos, había calificado la revuelta como una "tragedia", y aseguró que los problemas del sistema penitenciario "no se resuelven con pases de magia".
"No existe magia...no existe una sola medida. Lo que existe son muchas medidas que están siendo tomadas y van a llevar algún tiempo para funcionar", agregó el ministro en declaraciones difundidas desde Fortaleza, al noreste del país, por el diario O Estado de Sao Paulo.
Los hechos
El motín en la prisión de Río comenzó cuando varios detenidos que intentaban fugarse atravesaron el portón principal de la cárcel. Cuando intervino la policía, los presos atacaron a los agentes, les quitaron las armas y tomaron 26 rehenes entre guardias y empleados de la prisión.
Catorce de los 900 presos lograron escapar. La policía capturó a tres de ellos.
Los presos rebeldes desistieron de su actitud cuando la policía, cediendo a uno de sus reclamos, trajo al reverendo Marcos Pereira da Silva, un pastor evangélico que ha ayudado a resolver otros motines carcelarios y cuenta entre sus feligreses a los familiares de conocidos narcotraficantes.
Las negociaciones anteriores entre la policía, los presos y representantes de la Iglesia Católica fracasaron.
Los presos liberaron a dos rehenes el sábado, otros dos el domingo y tres el lunes por la tarde, pero también dispararon el domingo a un guardia cuando intentó escapar.
El funcionario, de 42 años, murió camino del hospital, dijo Teresa Mendes, vocera del sistema penitenciario.
Familiares de presos acampados frente a la prisión dijeron que la policía mató al guardia, al confundirlo con un preso.
Las revueltas y motines en las hacinadas prisiones de Brasil son frecuentes.