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Mujeres más propensas al SIDA

Ser mujer es un factor de riesgo para contraer el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) que causa el SIDA, según advierte la ONU en su última campaña de prevención de la enfermedad.

La causa no es sólo biológica (la probabilidad de infectarse mediante una relación heterosexual de riesgo es el doble en las mujeres que en los hombres).

Los malos tratos, la discriminación y la falta de educación hacen de las jóvenes un grupo especialmente vulnerable. Todo ello hace que el 64 por ciento de los infectados entre los menores de 25 años en los países en desarrollo sean mujeres y niñas.

La situación de las mujeres y jóvenes ha hecho que sean el objetivo de la campaña de Onusida (la agencia de Naciones Unidas para la enfermedad) de este año, cuyo adelanto se conoció la semana pasada y cuyo lema será “Mujeres, Muchachas, VIH y SIDA”.

A la situación de vulnerabilidad, se unen otros factores, como la dependencia económica y legal de los hombres y que ellas son las que soportan la mayor carga de trabajo en el cuidado a los enfermos y sus familias, advierte la ONU. Además, hasta ahora tienen un peor acceso a la prevención y los medicamentos.

El machismo y la violencia contra la mujer es una de las principales causas de esta situación.

“No debe tolerarse ningún tipo de violencia” contra las mujeres, porque es “un problema importante y de salud pública en todo el mundo”, advierte la ONU.

Entre los datos que maneja la organización están que en Sudáfrica, el país con más casos de SIDA del mundo (casi cinco millones, el diez por ciento de la población), el 33 por ciento de las mujeres jóvenes tienen miedo a negarse a mantener relaciones sexuales y el 55 por ciento las realiza contra su voluntad “debido a la insistencia de su pareja”.

Relación sexual forzada

En muchos de los países más afectados, entre el 20 y el 48 por ciento de las muchachas de entre diez y 25 años afirman que su primera relación fue forzada, una proporción muy superior a la de chicos que han vivido dramas parecidos, afirma Onusida. En estas condiciones, la posibilidad de negociar el uso del preservativo es nula.

Además, las mujeres infectadas sufren más la discriminación y el estigma. En bastantes lugares son vistas como “vectores o portadores” de la infección por parte de los hombres y ello a pesar de que son ellos su foco de infección. Ni siquiera las mujeres monógamas están a salvo. Por ejemplo, un estudio realizado en Zambia (donde el 20 por ciento de los adultos vive con el VIH) ha concluido que sólo un 11 por ciento de las mujeres casadas piensan que tienen derecho a pedirle a su marido que use el preservativo, aunque éste esté infectado.

Una herramienta que protegería a las mujeres y niñas serían los microbicidas (geles vaginales que impiden el paso del VIH).

La inferioridad social de la mujer hace que en muchos países tengan un peor acceso a los servicios sanitarios y a los medicamentos. El plan de dar antivirales a tres millones de personas para 2005 de la Organización Mundial de la Salud establece como requisito la paridad, lo que supondría que 1.5 millones de los enfermos que reciban fármacos tienen que ser mujeres.

Pero la situación de partida es de clara desigualdad. Como ejemplo, el embajador de la ONU sobre SIDA en África, Stephen Lewis, relata que en un hospital de Zimbabue que había empezado a dar medicación, de 40 pacientes tratados, sólo tres eran mujeres.

Aparte del aspecto estrictamente sanitario, las mujeres son las que trabajan más en el cuidado de los enfermos, que en un 90 por cienro de los casos convalecen y mueren en sus casas. Para ello deben abandonar labores productivas como el trabajo en el campo, lo que lleva al empobrecimiento de la familia. Además, esta dedicación no se ve compensada cuando su marido u otro hombre de la familia muere. En muchos países la ley no les permite heredar las tierras.

El otro gran déficit es el educativo. Ellas son las primeras que dejan la escuela, lo que las hace más vulnerables, tanto por falta de información como porque la permanencia en zonas rurales es más peligrosa para su integridad física, advierte Onusida.

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