PARIS, FRANCIA.- Anastasia Myskina se convirtió ayer en la primera tenista rusa en ganar un torneo de Grand Slam, al imponerse en la final del Abierto de Francia a su compatriota Elena Dementieva.
Myskina, preclasificada sexta, venció a Dementieva, novena cabeza de serie, en sets corridos por 6-1 y 6-2 en apenas 59 minutos.
"Fue una gran victoria, estoy muy contenta", dijo Myskina casi impasible ataviada con un vestuario rojo y tocándose la cruz plateada que lleva con una cadena al cuello.
Myskina saludó al público al consumar su victoria aplaudiendo con su raqueta en alto, pero sin expresar un júbilo extraordinario como otros jugadores que al ganar un Grand Slam se lanzan al suelo o dejan escapar algunas lágrimas.
Quizás fue esa frialdad muy profesional y esa serenidad de espíritu las que le garantizaron el triunfo, pues en ningún momento se le vio falta de control y concentración.
La rusa, de 22 años, impuso en la cancha su serenidad, su variedad de golpes y su precisión para dominar el encuentro.
La única rusa en haber llegado antes a la final de un torneo de Grand Slam fue Olga Morozova, quien en 1974 estuvo en el partido decisivo en Roland Garros y Wimbledon.
Sin embargo, dos rusos ganaron torneos de Grand Slam: Yevgeny Kafelnikov el Abierto de Francia en 1996 y el Abierto de Australia en 1999 y Marat Safin, quien se impuso en el Abierto de Estados Unidos en el 2000.
Tras ganar el primer set con facilidad, en el segundo su rival Dementieva comenzó más agresiva y logró quebrar el servicio de su compatriota en el primer game, después que Myskina cometió doble falta.
No obstante, Myskina reaccionó de inmediato y emparajó las acciones y en adelante mostró su habilidad desde el fondo de la cancha y llegó a ponerse 5-1, aprovechando los errores en los servicios de Dementieva.
La rubia de larga trenza descontó 5-2, pero Myskina tenía listo el partido para ganarlo después que su rival envió una pelota larga.
Myskina, la primera rusa
Anastasia Myskina, de 22 años, nacida en Moscú, pasó ayer a la historia que refleja los grandes éxitos en el Grand Slam, al convertirse en la primera rusa en ganar uno de estos torneos, en Roland Garros.
De ojos verdes, morena, delgada y 1.74 metros de estatura, con un aparato dental, su genio se esconde en una sonrisa que aparentemente no delata su fuerte personalidad y decisión, probada en octubre de 2002 cuando aceptó salir fotografiada, prácticamente desnuda, a lomos de un caballo en la revista GQ, donde también aparecían, pero más recatadas, su compatriota Elena Dementieva y la eslovaca Daniela Hantuchova.
Su película favorita es "Cómo perder a un amigo en diez días" y también "Armaggedon", y nació para el tenis en el club Spartak de Moscú, a sólo unos kilómetros de la Plaza Roja, de donde han salido la mayoría de las jugadoras rusas.
Myskina es una de las que se motivó en los duros y gélidos entrenamientos en esa instalación, contemplando los dos grandes y significativos carteles que cuelgan del techo, uno de Yevgueny Kafelnikov y otro de Anna Kournikova.
Allí compartió los consejos de Rausa Islanova, madre de Marat y Dinara Safina, y conoció a Dementieva. Un banco suizo le ayudó al principio a costear sus gastos de viaje y hoteles y empezar a hacerse una carrera en el circuito.
Su padre era al principio su técnico, hasta que conoció en Estados Unidos a Jens Gerlach, un jugador de futbol de la segunda división alemana, que se convirtió primero en su compañero de prácticas, luego en su novio y finalmente en su entrenador.
Como todas las representantes del tenis ruso, el tenis le ha servido como válvula de escape y como gran medio para sobrevivir.
"No hay mucho dinero en Rusia", ha señalado Udo Cervelini, director del torneo de Filderstadt "y muchas de ellas han aprendido que con el tenis se puede uno ganar la vida".
Pero también les ha animado su carácter competitivo, algo innato.
"Ser número uno del tenis ruso significa algo muy importante entre ellas", comenta John Dolan, uno de los encargados de comunicación de la WTA, que añadió que "es una rivalidad muy positiva porque todas quieren estar ahí. Son amigas, cenan juntas y han desarrollado un respeto entre ellas".
El tenis ha sido utilizado por todas. Nadia Petrova, semifinalista en Roland Garros el año pasado e hija del lanzador de martillo Victor Petrov y de la velocista Nadejda Ilina, bronce en la prueba de 4x400 en los Juegos Olímpicos de Montreal, también comprendió esa necesidad de salir hacia adelante con la raqueta en ristre, y ha vivido en Egipto, Holanda y Polonia.
Pero en el caso del tenis ruso hay además un factor decisivo.
Dice Martina Navratilova que en su país natal, Checoslovaquia, fue el sistema comunista el que la obligó a salir de allí, pero que le hubiera sido más difícil todavía si hubiera vivido en Rusia, donde sus éxitos hubieran tenido menos repercusión y donde una discusión con los federativos puede costar caro.
"Había una jugadora dos años más joven que yo, que era grande, fuerte y muy buena, pero era dura de cabeza y discutió con los oficiales y la última vez que le permitieron salir del país tenía 18 ó 19 años, cuando estaba muy cerca de las diez primeras del mundo", cuenta Martina.
Aun así, Myskina se siente orgullosa de su país, en parte porque la situación política ha cambiado y le permite viajar y aunque reside oficialmente en Moscú, pasa mucho de su tiempo en Stuttgart, con su novio y entrenador alemán.
Algo similar le sucedió a Dinara Safina y Svetlana Kutnesova, que eligieron Valencia y Barcelona para vivir. Svetlana, en concreto, se entrena en el club Open de Emilio Sánchez Vicario. Olga Zvonareva también salió del país y vive a caballo entre Washington y Baltimore.
Myskina lloró antes del partido para descargar
Anastasia Myskina, la nueva campeona de Roland Garros, señaló que antes de saltar a la pista central para luchar por el título contra su compatriota Elena Dementieva, lloró para descargar todo el nerviosismo acumulado durante las dos semanas.
"Sí, lloré antes en el vestuario", señaló Myskina. "No sabía ni cómo respirar durante el partido, porque cuando llevas dos semanas controlando las emociones todo es muy fuerte, tienes en cuenta que superé un punto de partido contra Kutznesova", comentó.
Ataviada con un conjunto fucsia, con un número seis en blanco, Myskina tuvo que utilizar toda su inteligencia durante la conferencia de prensa para salir del paso cuando un periodista le preguntó si no se había sentido sorprendida por la ausencia en el palco del ex presidente Boris Yetlsin y del actual Vladimir Putin, habida cuenta que era una final entre dos rusas y que en otras anteriores, entre españoles o belgas acudieron incluso reyes.
"Qué pregunta", se ruborizó Myskina, "Putin es Putin", dijo, "Yeltsin nos envió un fax antes del encuentro, pero a Putin le gusta más el esquí y otras cosas. No nos importa porque nosotras representamos a nuestro país y él estará feliz por nosotros y seguro que lo celebrará. Yo me siento muy orgullosa de ser rusa, es un gran país".
Anastasia confesó que estuvo muy nerviosa durante el encuentro, pero que Elena lo estuvo mucho más. "Ella no jugó su mejor tenis y yo el encuentro fue más mental", dijo la triunfadora que razonó que ha mejorado mucho en su aspecto mental, "he trabajado mucho en ese aspecto, y ha sido duro, mi entrenador me ha ayudado mucho para convertirme en la profesional que soy".
"Ganar un Grand Slam significa todo, es un objetivo, un sueño, cuando ganas es diferente, es difícil de explicar", comentó Myskina que expresó su deseo de que hay que jugar en todas las pistas para demostrar la valía. "Hay que jugar y ganar en todas. Justine lo ha demostrado. Pero estoy lista para ello", indicó.
Anastasia comentó que no había podido recibir demasiadas felicitaciones porque su móvil no funcionaba y dijo que ganar a una amiga en la final es algo muy duro. "Cuando estás en la pista no te das cuenta contra quién juegas, sólo quieres ganar. Después del partido ves cómo tu amiga está apenada y lo sientes", manifestó.
Myskina descubrió que parte de su éxito este año en París ha sido el recogimiento que ha demostrado. "En los últimos seis años había ganado sólo un partido aquí, siempre iba de compras e iba a visitar sitios preciosos. Esta vez no hubo tiempo para paseos, ni compras sólo para entrenarme fuerte y lo he hecho muy fuerte este año", consideró.