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Neocorporativismo/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Impulsada por el Gobierno foxista, con un líder que inmediatamente antes trabajaba en la administración federal (en un cargo que lo aproximó al sector que ahora encabeza), el 12 de junio surgió el neocorporativismo panista. Entonces fue creada la Unión Nacional Integradora de Organizaciones Solidarias y Economía Social. Es el primer intento de Acción Nacional por hacer política en el medio campesino. Completó el paso al día siguiente, al instalar un nuevo órgano partidario, el Consejo Nacional del Programa de Acción Rural, cuya sigla es Plantar.

Participaron en las reuniones iniciales de la Unión y el Consejo varios secretarios de Estado. La de Desarrollo Social Josefina Vázquez Mota acudió a ambas. El de Economía, Fernando Canales sólo a la primera. El de Agricultura Javier Usabiaga no estuvo presente en el nacimiento de Unimoss, pero se hizo representar por el subsecretario Antonio Ruiz, y acudió personalmente a la instalación de Plantar. Forman parte de este consejo los secretarios del Medio Ambiente, Alberto Cárdenas y de la Reforma Agraria, Florencio Salazar, así como Luis H. Álvarez, comisionado para la paz en Chiapas.

El presidente de Unimoss, Javier Eduardo López Macías era hasta mayo director general de operación regional del Fondo Nacional de Apoyo para las Empresas Sociales (Fonaes), de la secretaría de Economía. No ha de ser ofensiva la conjetura de que su puesto fue plataforma importante para la creación de la nueva central, y para su conversión de funcionario a dirigente social. Se trata de un joven militante, nacido en Coahuila hace 34 años. No pecarán tampoco de suspicaces los legisladores que soliciten a la Auditoría Superior de la Federación un ejercicio específico sobre la operación de Fonaess, no sea que haya relación entre las asignaciones de créditos de ese fondo y la membresía de la nueva organización encabezada por el responsable de esas operaciones.

Allí está precisamente el cogollo del asunto. Unimoss aparece como una agrupación creada desde arriba, con patrocinio oficial, con miras a convertirse en el brazo rural del PAN, que lo manejaría a través de Plantar. De ser así, en caso de que acciones y funcionarios del Gobierno hayan sido la causa eficiente en la gestación de la nueva central, estaríamos volviendo atrás cerca de 70 años, y Acción Nacional estaría contrariando abiertamente su convicción sobre el corporativismo, fuente de una de sus denuncias más acertadas y constantes desde su fundación en 1939.

Cuatro años antes había nacido la Confederación Nacional Campesina, tan abiertamente surgida de una estrategia gubernamental que se dispuso por Ley la unificación de dos grandes agrupaciones rurales, la Liga Nacional Campesina y la Confederación Campesina Mexicana. Consolidar el movimiento agrario en la CNC fue parte de la política de masas del cardenismo que sin embargo no partía de cero, no sacó de la chistera ni organizaciones ni dirigentes. Con el impulso oficial a la CNC culminó un vasto y sostenido esfuerzo de organización rural que espontáneamente habían iniciado grupos y líderes dispersos por todo el país, que llegaron incluso a crear su propia expresión política, el Partido Nacional Agrarista.

No fue prolongado el monopolio cenecista sobre la gente del campo. Ya al constituirse el sector popular en el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), al que estaba adscrita la CNC, surgió la confederación de los pequeños propietarios, que sobre todo al establecerse el amparo agrario no se sintieron representados en la CNC, mayoritariamente integrada por ejidatarios y comuneros. Tendencia semejante se observó en el ámbito de los productores pecuarios, que se reunieron en la Confederación Nacional Ganadera.

Pero esas agrupaciones permanecieron dentro del PRI. La disidencia rural surgió en los años sesenta, a la izquierda del partido oficial, con la Central Campesina Independiente, que reprodujo en el medio agrario el esfuerzo contra el corporativismo vertical representado en la misma época por la Central Nacional de Trabajadores que, ante el fracaso de la CROC en ese mismo propósito, se aprestaba a desafiar el poder de la CTM.

La CCI se dividió pronto, y surgieron después muchas otras agrupaciones, aunque las más de ellas eran y son meros membretes al servicio de sus sedicentes líderes. Pero si bien las personas nucleadas en el Consejo Nacional Agropecuario mostraron creciente inclinación por participar en el PAN (a raíz de la conversión de Manuel J. Clouthier de su cercanía con el régimen priísta a la franca militancia en Acción Nacional), no se había evidenciado sino hasta ahora un proceso de organización que permita al PAN instalarse en el medio rural.

Lo hará con ventaja sobre el resto de las agrupaciones, incluida la todavía poderosa CNC. Las nuevas reglas de competitividad agrícola tienen su traducción en la competitividad agraria, organizacional. Antaño, las agrupaciones campesinas, aun las que alardeaban de contestarias tuvieron acceso a apoyos financieros gubernamentales, por no decir que casi todas vivían del presupuesto público. Como el Gobierno del cambio juzga imposible abandonar de plano esa práctica, para no provocar movilizaciones que persigan sólo la defensa de privilegios, la ha transformado en dotación de apoyos a proyectos productivos y de capacitación. En ello el Fonaess ha entrenado a las huestes de Unimoss, que por eso podrán entonar con éxito la nueva versión del himno agrararista: “marchemos panistas a los campos...”

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