En el mes de julio El Siglo de Torreón publicó un reportaje denunciando el grave problema que representan los “niños de la calle”, al que no ha hecho frente de forma adecuada el D.I.F. de Torreón, Coahuila, que de acuerdo a las declaraciones de su director, el doctor Juan Ángel Valle Lozano actúa con base a un diagnóstico hecho “sobre la marcha”; dicho de otra manera: “a la carrera”, tal vez para salir del paso o lo que es más preocupante, según la opinión de algunos catedráticos universitarios, buscando promover y cuidar la “imagen política”.
La pobreza en México se ha recrudecido en los últimos años, producto de las políticas globalizadoras, en buena parte deshumanizantes, pero también por los desaciertos de las autoridades. Desde luego que se debe incluir el fenómeno tan discutido de corrupción y malos manejos del poder público.
Así, se afirma que los niños mexicanos sufren deficiencias serias en la atención de sus necesidades básicas, como son la educación y la salud.
En Torreón los datos son preocupantes, según un estudio realizado en la Laguna y apoyado por la UNICEF el 52.5 por ciento de los niños de la calle, que según el reportaje suman la cantidad de 3,504, abandonan la escuela por problemas económicos en su propio seno familiar y de ellos el 20.5 por ciento, no saben leer; hacen mención que el 20.7 por ciento, hablan alguna lengua indígena, lo que significa que en nuestras calles y cruceros deambulan 683 infantes de distintos grupos minoritarios mendigando y desaprendiendo sus ricos valores culturales, entre ellos el de la dignidad y la integridad.
Por si esto no fuera suficiente, todos los indicios están orientados a que el número de infantes y adolescentes que se mantienen en la “universidad de la vagancia y el delito” crece diariamente. En los últimos cinco años, se ha incrementado en un 69.19 por ciento y es mayor la incidencia entre los niños de cuatro a siete años de edad, que se han multiplicado en una y media veces más.
La gran mayoría son varones, el 95 por ciento (3,328) y de ellos, el 90 por ciento (2,975) han consumido o consumen drogas (las más dañinas por cierto, como los solventes y pegamentos); también es alarmante que las niñas, poco a poco, se van uniendo al grupo de infantes y jóvenes “de la calle”; su número se ha incrementado en casi 1.3 veces más durante el último lustro.
Casi el cuatro por ciento de esos niños declara que come carne ocasionalmente, quizá una vez a la semana y alrededor del 60 por ciento bebe un vaso de leche tres días de la semana; otros, el 11.4, si acaso, una vez.
Analizando las posibilidades de que sufran de abuso en alguna de las formas conocidas, el 98.6 por ciento lo han padecido o lo padecerán antes de cumplir los 18 años de edad. A la pregunta expresa, el 94.4 por ciento contestó que sí lo había sufrido en algún momento de su vida.
México sigue siendo un país de jóvenes; el 43.5 por ciento de sus habitantes son menores de edad y 3.5 millones niños y adolescentes (entre 12 y 17 años) que deben trabajar para subsistir y apoyar a sus familias.
La UNICEF declara en sus informes que en México: los niños y adolescentes urbanos están en riesgo y necesitan especial protección. También insiste en que los indígenas requieren “especial refuerzo” y cuidado en sus necesidades básicas. “Se le ha recomendado a los grupos parlamentarios poner atención y reforzar sus leyes en relación a la justicia juvenil”.
Aunque no existen datos concretos, se cree que algunos de los niños de las calles de la Comarca Lagunera son explotados por grupos organizados, muchos de ellos con estructuras de mando y control que se encargan de ubicarlos en los distintos cruceros de las ciudades, principalmente en Torreón, exigiéndoles dinero diariamente. Otros, deben regresar a la casa con “el chivo”, citándose cantidades que varían desde $80.00 hasta $300.00 pesos, para apoyar a la economía familiar. En muchos de esos casos los menores de edad son castigados y agredidos corporalmente si no cumplen con sus “cuotas”, sin importar las temperaturas extremas y nuestro sol lagunero.
Vale la pena hacer mención que la relación entre alcoholismo y/o drogadicción y/o desempleo de los mayores, padres y familiares de esos niños explotados, es directa y constante.
Aún con lo grave del problema nuestras autoridades encargadas de cuidar el desarrollo integral y el buen vivir de las familias de la comunidad se atreven a declarar que se trabaja “sobre la marcha”. Así, usted puede entender porqué las afirmaciones de los universitarios, que los reprueban afirmando que estamos trabajando en promover imágenes públicas de personas y partidos, más que en atender las necesidades sociales y el bien común: servir.
Los “niños de la calle” son un estigma social que nos debe doler a todos; es el vivo reclamo a nuestra incapacidad para atenderlos, no solamente retirarlos porque “afean la ciudad y producen peligros de accidentes de tránsito” . Además, con la llegada del clima frío, recibiremos más indígenas que vendrán a nuestra región en busca de temperaturas benignas y de alimento, aún estamos a buen tiempo de prever y no de “resolver sobre la marcha”; de planificar más que atender contingencias.
Nuestro compromiso de solidaridad humana es apoyar a todas las agrupaciones no gubernamentales que participan intensamente auxiliando a las autoridades para atender a esos niños y adolescentes (cuyos directivos son personas que aceptan hacerlo sólo por el interés en servir, generalmente sin remuneración), cosa que nos incumbe a toda la ciudadanía, pero también es responsabilidad de la autoridad municipal aplicar más presupuesto a la atención del problema y encontrar apoyos en profesionales que sepan de administración pública y planificación estratégica, siempre buscando el mayor beneficio social y evitar que la inversión se convierta en gasto.
A nadie nos queda duda de que esos niños y jóvenes, que se mantienen en la calle, están desaprendiendo valores trascendentes, sociales y humanos; que están en el camino hacia la vida adulta orientada a la delincuencia y que improvisando soluciones sólo se agravará su problema, abonando para el futuro más inseguridad pública en La Laguna.
Desde luego que hay que retirarlos de la calle, pero para llevarlos a los lugares adecuados, en donde puedan retomar su propio desarrollo humano y desde ahora detener el avance en los índices de inseguridad y delincuencia que vivimos.
¿Cree usted que se sobrepondrán los intereses particulares sobre el buen uso de poder?, o ¿piensa que las autoridades podrán reflexionar y luego de hacerlo, asesorándose bien y actuar en forma eficiente y rectificar errores? Le insisto en que se involucre y analice que puede hacer usted por ayudar, que curiosamente agravamos la situación cada vez que damos una moneda, tal vez para anestesiar nuestras propias conciencias; que la mejor forma de colaborar es darles de nuestro tiempo y si es posible apoyo material a esos “niños de la calle”, pero a través de organizaciones no gubernamentales, fortaleciendo a las municipales y evitando fomentar el interés y conveniencia de que se mantenga el problema.
ydarwich@ual.mx