Llevamos tres semanas de los linchamientos en Tláhuac, en el Distrito Federal y los funcionarios y los políticos siguen cruzando acusaciones y politizando todo aquello que tocan, como Midas de la desgracia. Sus pleitos van acompañados por la falta de resultados en la contención de los problemas de seguridad pública y, peor aún, un agravamiento en el fenómeno.
Sólo en el Distrito Federal, el procurador local, Bernardo Bátiz, admitió que no lograrán alcanzar la meta prometida para este año de bajar en 15 por ciento la incidencia delictiva. Más bien, según las cifras, subió: de enero a octubre de este año, hubo 260 denuncias por delitos, contra 202 en el mismo periodo de 2003.
Pero los mexicanos en el resto del país no tienen mucho qué celebrar. El problema de la inseguridad pública ha escalado no sólo en la capital federal, sino que se extiende por toda la nación. Según el Gobierno australiano, en una página en Internet para el servicio de sus turistas, México tiene el segundo número más elevado de robos en el mundo, y el crimen violento es 300 por ciento más alto que la media internacional.
Los australianos advierten a sus turistas y a quien quiera escucharlos: cuidado con los cajeros automáticos, con los taxis que no sean de sitio, con las tensiones políticas en Chiapas, Guerrero y Oaxaca. El Gobierno australiano no es paranoico. Los canadienses, también en una página de Internet colocada por su Ministerio de Relaciones Exteriores, alertan a sus turistas de los robos en los transportes públicos, de los retenes militares en varias carreteras del sureste del país y del profundo conflicto de la violencia derivada del narcotráfico en Sinaloa.
El Departamento norteamericano de Estado coincide que sí, Sinaloa es un gran foco rojo, pero no el único.
La información que aporta la cancillería estadounidense a sus turistas añade que los más altos niveles de criminalidad en México se dan en el Distrito Federal, Tijuana, Ciudad Juárez y Nuevo Laredo, al que le sigue el Estado entero de Sinaloa.
Ven alta incidencia de delincuencia común, alertando sobre los mismos factores señalados por los canadienses y recomendando que no se hagan actividades sin compañía porque los riesgos de que sean víctimas de un delito se multiplican y advierten sobre la violencia urbana, al señalar que en cualquier momento pueden encontrarse con una manifestación en las calles de la ciudad de México, ante la cual, instan, aléjense lo antes posible. Pero sobretodo, les preocupa enormemente el narcotráfico.
Bares y discotecas en Cancún, Los Cabos, Mazatlán y Acapulco, sostiene, suelen ser “santuarios” de narcotraficantes y de pequeños bandoleros. O sea, no vayan.
Las alertas de viaje han afectado al turismo pero, principalmente, a la imagen de México ante lo que se percibe como una derrota de los gobiernos federal y locales ante la delincuencia organizada y del orden común. Esto trae consecuencias mayores, como el que las empresas piensen dos veces su instalación en México, o que de plano se vayan, como hicieron varias maquiladoras en la frontera Norte que estaban gastando demasiado dinero en la seguridad de sus ejecutivos con lo cual las ventajas comparativas que les ofrecía México como tierra de ensamble, se evaporaban.
En un reciente chat en Internet que organizó el periódico The Miami Herald se planteó a un panel de especialistas: El asesinato, el secuestro y otros crímenes en América Latina son un serio freno a la inversión, de acuerdo con un reporte del Consejo de las Américas. ¿Cómo están lidiando los gobiernos latinoamericanos con el desafío de fortalecer su seguridad pública? Jack Devine, presidente de The Arkin Group, respondió:
“Está claro que los inversionistas están preocupados por la seguridad en América Latina lo mismo que el público en general. En los últimos seis meses, por ejemplo, hemos visto a mexicanos ordinarios tomar las calles en forma pacífica, como la marcha al Zócalo en junio y en forma violenta, como el terrible linchamiento de los policías en San Juan Ixtayopan, en respuesta por la falta de seguridad personal y el incremento de secuestros y del crimen en la capital.
“Un informe del Banco Interamericano de Desarrollo indica que de 1992 a 2002 hubo cuando menos 15 mil secuestros en México, sólo atrás de Colombia y debido a que muchos de los secuestros no se reportan por miedo de represalias y colusión de la policía, este número probablemente es mucho mayor. Hay mucho que las firmas del sector privado y los ciudadanos pueden hacer para mitigar los riesgos de seguridad, como emplear guardaespaldas, realizar evaluaciones de amenazas y análisis de seguridad, o implementar un plan de administración de crisis. Pero finalmente, es obligación del Gobierno llevar el liderazgo en proveer seguridad”.
Devine, por su cargo, no es un personaje menor. Más aún si se conoce su antecedente profesional: fue responsable de la Dirección de Operaciones de la CIA, que es el departamento en esa Agencia de Inteligencia que se encarga de realizar los trucos sucios -espionaje de campo, golpes de Estado, asesinatos de líderes y todo tipo de desestabilización- en el mundo. Es decir, Devine es un profesional de la violencia, ante lo cual su visión sobre México es más preocupante.
Es muy lamentable que las autoridades, que dicen reconocer la dimensión del problema de la inseguridad pública, se sigan comportando con irresponsabilidad, ventilando sus diferencias políticas en lugar de buscar nuevas formas de colaboración intergubernamental para formar un bloque homogéneo contra la delincuencia. Como van, jamás la podrán derrotar y cada año las cuentas le resultarán peor, aunque quienes suframos las consecuencias seamos los ciudadanos comunes y corrientes.
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