No cabe duda que en todos lados se cuecen habas. Apenas acabamos de ver cómo los panistas de Durango fueron barridos en las recientes elecciones en ese estado en los que siempre han sido perdedores (una alcaldía por aquí, algún distrito por acá). Nunca han tenido una mayoría en el Congreso local ni nunca han tenido dos o más alcaldías pesadas: Durango, Gómez Palacio o Lerdo; de la gubernatura, ni soñarlo. Andrés Galván acompañó a Hernández Deras en la competencia sólo para legitimarlo, jamás para hacerle un poquito de sombra, su partido iba resquebrajado por su proceso interno empañado.
Una razón importante de que el PAN duranguense sea un desastre, se debe a lo estrecho del criterio de muchos de sus integrantes. Se dicen demócratas, respetuosos de las reglas, pero la final son una institución política dividida que no tiene capacidad para competir en el campo electoral con el PRI.
Así las cosas, la nota la dan ahora los azules de Torreón. Hace poco más de dos meses, las huestes de Juan Antonio García Villa, le dieron a llenar a los pupilos del ex alcalde y ahora senador Jorge Zermeño Infante en la conformación del Comité Estatal del PAN. Con treinta y cinco a veinticinco asientos, García Villa se hacía del control.
Vino entonces la revancha para elegir al presidente municipal del PAN y ahí con un triunfo muy apretado de apenas nueve votos de diferencia, Reyes Flores, actual director jurídico del ayuntamiento local, que por sencilla deducción pertenece al bando de Zermeño, se hizo del triunfo.
Sin embargo, Juan Antonio García Villa, hombre de reconocida capacidad y trayectoria que por años ha sido un artífice de lo que PAN es actualmente en la región, decidió no respetar la derrota y aprovechando que la actual presidenta estatal, Esther Quintanilla era su empleada en la subsecretaría de Economía, consintió el “cabildazo” y decidieron desconocer la elección local para nombrar una delegación y que controlara su gente.
Penoso de verdad es este incidente, las mezquinas ambiciones de poder de los implicados en el juego de los de Acción Nacional, acaban de ratificarle al gobernador Enrique Martínez y Martínez la facultad real de nombrar al siguiente gobernador del estado. El pleito vergonzoso de los grupos de Zermeño y García Villa acaban de despachar también la posibilidad de ratificar el triunfo de Anaya en la Presidencia Municipal.
El diputado local José Ángel Pérez, alfil del garciavillismo, cree que porque su situación económica es más holgada que la mayoría de sus compañeros de partido, tiene la gracia divina para hacerse acreedor de cualquier candidatura. No hay que olvidar que Pérez, fue derrotado en la elección interna donde Guillermo Anaya obtuvo la posibilidad de contender para la Presidencia Municipal de Torreón. Luego de perder en la votación, el diputado exhibe su resentimiento hacia la gente de Zermeño (léase los de Anaya también) y a toda costa quiere revancha, importándole nada o tal vez no tenga capacidad de apreciarlo, el demérito que él causa a su partido con estas posturas.
Tampoco todo es de color de rosa para los de Zermeño. Según los elementos en los que se basó el comité estatal para no ratificar la elección de Flores, consta una fuerte coacción que realizaron funcionarios de la actual administración municipal. Señalan, que de los 222 votos con los que Reyes Flores obtuvo el triunfo, 167 de esos votos fueron emitidos por personas que tienen un hermano, primo, tío, padre, hijo o hasta un perico, trabajando de algo en la Presidencia o sea, para un roto siempre hay un descosido.
Habrá que esperar la resolución del CEN del PAN sobre este sainete, pero luego de este enfrentamiento, los ciudadanos sólo debemos esperar que el PRI presente cuadros de calidad para que nuestra sociedad reciba en 2005, a un gobernador y alcalde (¿alcaldesa?) tricolores de capacidad comprobada que sepan llevar la cosa pública por el mejor camino posible.
eirazoqui@elsiglodetorreon.
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