En esta tierra semiárida, donde el cuidado de las plantas y hierbas exigen un especial cuidado por lo hostil de nuestro entorno, tenemos la triste noticia de la defunción de alrededor del cincuenta por ciento de las palmas que fueron sembradas como ornato para redondear la obra de modernización del bulevar Independencia.
Después de que se dejó correr un tiempo más que razonable para percatarse que las palmas no crecían, es momento que el Municipio de Torreón ejerza la fianza que dice tener del proveedor de las mismas, amén del monto de la erogación realizada para llevar a cabo la compra.
Dos puntos es importante señalar aquí que se deberían tomar en cuenta para la próxima ocasión que se hable de la transportación de cualquier otro árbol o palmera. Primero, es la imperiosa necesidad de crear una instancia que vigile a fondo cualquier acción que pudiera transformarse en un atentado al cada vez más frágil ecosistema nuestro. La pérdida de una planta de más cuatro metros –años de crecimiento- es mucho más que los cuatro mil pesos que pagó el Ayuntamiento por ellas. Multiplíquelo por más de sesenta.
Esperemos que se materialice la fianza o que el vendedor Javier Robles Heimphel repare el daño patrimonial generado por la pérdida, lo que no puede reponer, es la actitud negligente que pide tiempo para ver si “prenden” pero cáspita, la mitad no lo hizo y a la basura.
Si uno se da un paseo adelante de la curva del Japonés, en los márgenes del Parque Nacional Raymundo notará que se puede ver el lecho del río, cosa que no era posible hace no tanto tiempo –acaso cinco años-. Se dice que la sequía vivida por diez años y la invasión de la plaga del muérdago dio cuenta de los árboles que allí se encontraban, álamos hermosos en su mayoría. Ese paisaje ya no volverá, así de simple es.
Lo segundo y que tiene qué ver con lo propiamente humano, era que a simple vista las palmas morían sin que se pudiera hacer nada al respecto. La repuesta de los departamentos responsables de que ya habían notado el asunto, pero que se debería dejar correr el tiempo, suena un poco a pretexto. La declaración del especialista Carlos Sánchez Woodworth, acerca de que con tiempo había alertado lo que estaba sucediendo desde el ocho de marzo pasado, derrumba la excusa de los funcionarios municipales. Pasó lo de siempre, el señor Sánchez comunica su punto de vista a un jefe de departamento, éste lo turnó a otra persona de otra área y en la burocracia se pierde la oportunidad de una eventual acción.
Esta tierra es producto del tesón de nuestro predecesores en medio de un entorno difícil y aun así, se ha logrado consolidar una región respetable dentro de los parámetros de vida de México. Los que habitamos este lugar debemos agradecer el esfuerzo realizado para contar en la plaza con oferta de servicio médico y educación de calidad. Aquí se encuentran muchas cosas, ninguna salió de la nada. Pero el nivel de vida está estrictamente relacionado con el cuidado de la ecología y aquí la madre naturaleza no ha sido especialmente pródiga. Es más fácil reparar un poste, un tubo o hasta un colector, en el que con sólo dinero se contrata a alguien para que lo haga, que reponer los 240 metros lineales de palmeras muertas, que además de dinero, requieren tiempo. Que nos sirva de lección y se ponga ojo en nuestra ecología.