El ambiente político nacional se está enrareciendo. Pero no se debe llamar a la desgracia haciendo predicciones fatalistas ni tampoco descalificar a la política y a todos los políticos por lo que hacen unos cuantos, por más escandalosas que sean las acciones que éstos realicen.
Al margen de simpatías o antipatías es obvio que la popularidad de Andrés Manuel López Obrador se mantiene en niveles muy buenos y que por ello sus adversarios políticos busquen desacreditarlo ante la ciudadanía exhibiendo actos presuntamente delictivos realizados por cercanos colaboradores de él.
Lo más lamentable es que ante los ataques que le han lanzado a López Obrador hay quienes sostienen que si no pueden bajarle la popularidad por esa vía no sería remoto que sus adversarios recurrieran a otros métodos y llegaran al extremo de atentar contra su persona.
Por eso, debe reflexionarse en los medios utilizados, la calidad moral de los denunciantes y ante todo, esperar a que se realicen las investigaciones de casos como los de Gustavo Ponce y René Bejarano. No debemos caer en las trampas que tienden algunos medios masivos de comunicación que literalmente emiten sentencias condenatorias sin más elementos que la primera evidencia la cual, en algunos casos, ha sido obtenida de manera ilegal.
Son personas que denuncian la corrupción señalando la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio.
Cierto es que deben denunciar cualquier acto de corrupción que atente contra la sociedad o que implique una afectación al erario público. Pero sin magnificar los hechos, ni emitir sentencias lapidarias como si fueran jueces, ni rasgarse las vestiduras, pues tienen que admitir que abundan los “comunicadores” que han vivido por años de los dineros públicos, así como los que extorsionan, critican, callan o alaban de acuerdo con los recursos económicos que reciben o dejan de recibir.
Pues lo común es que algunos de éstos actúen al impulso del dinero o de otros intereses que nada tienen qué ver con la función periodística y de ahí que, aun suponiendo ciertas esas conductas ilícitas (lo que se determinará sólo mediante una investigación judicial y un proceso penal) traten desde ahora de responsabilizar al jefe de Gobierno por los actos realizados quizás a sus espaldas y quebrantando su confianza.
Además, van más allá al sembrar en la mente del ciudadano promedio la idea de que la política es algo asqueroso y luego se quejan de que la gente no acuda a las urnas, cuando que ellos se pasan los días y los meses haciendo todo lo posible para que eso suceda.
¿Dónde queda entonces su contribución para alcanzar mayores grados de civilidad? ¿Su compromiso social y profesionalismo? ¿Qué orientación le están dando al ciudadano si le inundan el cerebro con ideas repugnantes?
La verdad es que no quieren contribuir al mejoramiento de la sociedad, porque están desatados y al tratar de vivir del escándalo pierden de vista que si esta sociedad se desmorona, se desmoronará para todos y que esa libertad de prensa y de expresión de la que ahora gozan y de la que algunos abusan, puede cancelarse si llegamos a caer en un régimen autoritario.
Por otra parte, los miembros de los partidos políticos que se han prestado a estos juegos perversos, no alcanzan a advertir que al recurrir a los medios para detonar ahí sus bombas políticas, en vez de presentar esas evidencias en las instancias legales correspondientes (como son las procuradurías) están lanzando al aire un bumerang que más pronto que tarde se habrá de revertir. De hecho, en el caso del PRD las batallas tribales están destrozando ese partido.
De ahí que no sería remoto que los acusadores de hoy sean los acusados el día de mañana, ni que una vez terminado el sexenio, si Acción Nacional no retiene la Presidencia de la República, quienes son ahora funcionarios y legisladores sean perseguidos por la próxima administración en una guerra sucia interminable que lo único que generará son odios y rencores; división social y destrucción de las instituciones nacionales.
Esta consideración no implica ni mucho menos que se dejen de denunciar aquellas conductas que se estimen constitutivas de delitos, sino simplemente que esas denuncias se hagan ante las autoridades competentes y no en los medios de comunicación que preferirán siempre la nota amarillista, escandalosa o morbosa, a aquella que muestra una conducta plausible.
Cuándo hemos visto que esos medios informativos divulguen la noticia de uno o más legisladores que presentaron una buena iniciativa de Ley, que acuden a las sesiones de la Cámara puntualmente y asumen de manera cabal su responsabilidad frente a quienes los eligieron.
Cuándo han publicado llamados reiterados a la paz, el diálogo y la concordia. Al fortalecimiento de las instituciones. Al respeto a la investidura de las autoridades. Pocas, contadas veces a decir verdad y esos mismos editores lo saben bien.
Sorprende, además, que los “comunicadores” que así actúan y permiten o impulsan el que sus reporteros violen la intimidad de las personas a fin de conseguir notas escandalosas o se prestan para divulgar las que otros les hacen llegar, a su vez, al hacerlo, incurran en un delito pues cuando menos en Coahuila esas conductas están tipificadas penalmente.
En efecto, el artículo 382 del Código Penal, establece que: “Se aplicará prisión de uno a cinco años; a quien sin consentimiento de otro y para conocer algún secreto, intimidad personal o comunicación reservada: se apodere de documentos u objetos de cualquier clase. Reproduzca dichos documentos u objetos. Utilice medios técnicos para escuchar, observar, trasmitir, grabar o reproducir la imagen o el sonido”.
De acuerdo con esa disposición no es legal que un medio de comunicación apoye o impulse investigaciones que atentan contra la vida privada de una persona o que en complicidad con otros reproduzca dichos documentos u objetos.
Aquí valdría preguntarnos si es legal y ético que un medio de comunicación, para denunciar un ilícito incurra en otro.
Con esa actitud asumida cotidianamente por algunos medios de comunicación éstos están llamando a la desgracia. Y si lamentablemente ésta llegara a presentarse, andarán entonces quejándose de que el país se encuentre sumido en el caos. Pero en tal caso, ellos mismos habrán sido en buena parte causa de la causa. Y ya se sabe que quien es causa de la causa, es causa de lo causado.