EFE
BAGDAD, IRAK.- El nombramiento ayer del suní Ghazi Ayil al Yawer como el primer presidente de la época posterior a Saddam Hussein no ha detenido la violencia en Irak, donde sendos atentados costaron la vida de al menos otras catorce personas.
En sus primeras declaraciones como jefe de Estado, Al Yawer llamó a la unidad, pidió la entrega de soberanía y prometió “el imperio de la Ley”, un triple objetivo para cuyo cumplimiento no le faltaran obstáculos, tanto internos como externos.
“Mi compromiso es defender las aspiraciones del pueblo en un Estado democrático bajo el imperio de la Ley”, dijo Al Yawer en la ceremonia oficial de su elección como nuevo Mandatario por el antiguo Consejo de Gobierno, que poco después anunciaba su disolución.
Al acto asistieron representantes de Estados Unidos y Gran Bretaña, principales países ocupantes, así como el enviado especial de la ONU para Irak, el diplomático argelino, Lajdar Brahimi, a quien Al Yawer pidió que Naciones Unidas garantice un traspaso completo y rápido de la soberanía a los iraquíes por medio de una resolución del Consejo de Seguridad.
Poco antes de la ceremonia, el designado nuevo primer ministro, el shii Iyad Alaui, daba a conocer su Ejecutivo, compuesto por 26 ministros y que asumirá el poder el próximo día 30 de junio, sin que se sepa a ciencia cierta quién se encargará de la seguridad a partir de entonces, aunque en medios diplomáticos se daba por cierto que esa tarea la seguirán realizando las fuerzas ocupantes.
Según observadores locales, al rechazo popular creado por esa situación se suman las primeras disensiones que Al Yawari y Alaui empezaron a mostrar poco después de sus respectivos nombramientos.
Mientras que el primer ministro reconocía la necesidad de “lograr pactos con nuestros amigos” para preservar el orden -en clara referencia a EU y Gran Bretaña-, el presidente teñía su discurso de nacionalismo y exigía la entrega sin ambages ni recelos de todas las parcelas de poder a la nueva dirección política local.
De acuerdo con la constitución provisional vigente, Alaui acaparará mucho mayor poder ejecutivo que Al Yawer, pero el peso real de uno y otro en la toma de decisiones dependerá en último término de los apoyos que encuentren en sus respectivas comunidades, así como del índice de seguridad que puedan alcanzar, un factor que queda lejos de resolver.
Poco antes de la ceremonia, al menos catorce personas morían en sendos atentados en Bagdad y en Beiyi, al norte de la capital, en un claro mensaje de los insurgentes de que seguirán combatiendo a las nuevas autoridades, a las que acusa de complicidad con las potencias invasoras extranjeras.
Aunque televisiones árabes informaron en un principio que 25 personas habían muerto en el ataque de Bagdad -con coche bomba y que tuvo como objetivo la sede de la Unión Patriótica del Kurdistán-, fuentes militares norteamericanas revisaban ayer por la tarde drásticamente la baja del número de víctimas mortales y cifraban en sólo tres los muertos y en veinte los heridos.
Otros once iraquíes fallecían mientras tanto por la explosión de un artefacto de fabricación casera en los alrededores de una base estadounidense en la ciudad petrolera de Beiyi, 220 kilómetros al norte Bagdad.
Entre los muertos hay al menos siete integrantes de los cuerpos de seguridad iraquíes, en otro claro mensaje de que las nuevas fuerzas de orden siguen en el punto de mira de la resistencia y una operación que augura la continuación de la espiral de violencia en que permanece sumido el país desde el inicio, hace ya más de un año, de la posguerra.