Por Agustín Cabral Martell
La dependencia de México
El título del presente artículo no está equivocado, se trata de hacer una pequeña reflexión acerca de la dependencia actual que nuestro país tiene, ya sea en su interior y fuera de nuestras fronteras.
La dependencia hacia el interior del país se encuentra en la normatividad que la productividad agropecuaria debe asumir desde la misma Constitución y las leyes reglamentarias que de ella emanan y todas las leyes ordinarias, reglamentos y normas oficiales mexicanas, que siendo el fundamento de esta productividad, no han dado la respuesta idónea necesaria para elevar la producción agroalimen-taria en este inicio de siglo, ya que seguimos “dependiendo” en precios, políticas, sobreproducción, falta de técnica adecuada y mercado interno, gracias al desorden administrativo.
Por lo que respecta a los recursos naturales con que se cuenta y la tecnología aplicada a la producción agrícola y ganadera, la primera no se ha aprovechado a su verdadero ritmo y respecto a la segunda, dista mucho de saberse aplicar como se debe y los que nos ocupamos de investigar la manera de esta optimización, somos la voz que clama en el desierto, porque foros vienen y foros van, programas se plantean y jamás han sido puestos en marcha, “porque no son prioridades” y mientras, sigue el desorden jurídico y técnico en donde cada quien realiza lo que le parece.
Se desconocen o no se quieren reconocer los términos: “planeación”, “administración”, “higiene jurídica” y “fundamentos jurídicos honestos”, aparte de otra expresión por demás importante, “nacionalismo institucional”. Todos, valores que se deben fomentar en la política agroalimentaria nacional.
Nos dedicamos a buscar culpables y no soluciones, se desgasta el sexenio en infructíferas políticas y estériles comentarios.
Por otro lado, tenemos que comprar a otros países lo que comemos, siendo que se tiene la capacidad suficiente para la autonomía alimentaria.
La globalización y los tratados internacionales nos tienen atados a su antojo, puesto que no se tiene la capacidad suficiente para dar respuesta a esas exigencias comerciales y ni se satisfacen las necesidades nacionales ni se exportan los productos exportables.
Se dice a nivel latinoamericano que México es el país que mejor ha legislado en materia agrope-cuaria y que las demás naciones tienen a nuestro país como el hermano mayor que hay que imitar, por sus características normativas, sin embargo en la operatividad de las leyes, los reglamentos y las normas oficiales mexicanas del sector agropecuario, no se ha dejado asomar al campo productivo como debería hacerse.
Por lo que respecta a la normatividad agropecuaria en los Estados, existen leyes que datan desde los años treintas (la más antigua ley ganadera data de 1936, no menciono el Estado, para no herir susceptibilidades), sólo 13 Estados han legislado en materia agrícola y no existe uniformidad jurídica respecto a planteamientos serios y responsables, que tengan una base jurídica firme, uniforme y adecuada. Esto acarrea el deterioro productivo estatal y por ende la baja producción y el desabasto local. Existe una dependencia productiva de normas (sobre todo pecuarias) obsoletas que frenan el desarrollo.
En los municipios, generalmente los rastros carecen de un reglamento que los rija y operan de una manera por demás insalubre, atentando continuamente en contra de la propia salud humana, sobre todo lo que acontece en el sureste del país con este tipo de instituciones. La dependencia consiste en que el Presidente Municipal no ha valorado ni la propia vida de los ciudadanos y los rastros municipales operan sin control sanitario. Sin comentarios sobre los rastros clandestinos (que todo mundo sabe dónde se localizan y que de clandestinos sólo les queda el nombre) que merecen un profundo análisis y que resultan un homicidio en despoblado.
Por otro lado, la gran lacra política ha frenado todo desarrollo y trascendencia productiva, las banderas de los partidos políticos ondean en los congresos, tanto locales como el de la Unión, siendo que debe ondear la bandera nacional, con orgullo, satisfacción y honestidad, pero no es así, la política agroalimentaria depende de estos caprichos y seguimos dependiendo de lo impregnado que se encuentra el quiste egoísta de nuestros políticos y funcionarios.
Con verdadera voluntad política para acatar las disposiciones legales que rigen la vida productiva nacional se logrará preservar la salud de la población y dar respuesta a las exigencias agroalimenta-rias nacionales e internacionales. Éste es un exhorto.
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