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Norte y Sur / En el Universo de los Libros

Salvador Barros

Carlos Ruiz Zafón (1964)

Echando mano de todos los lenguajes a su alcance, el escritor español reconstruye en La Sombra del Viento (Planeta) aquellas grandes sagas de la literatura del siglo diecinueve. A juzgar por los resultados, pasión, romance, intriga y misterio siguen interesando al lector de hoy.

El ambiente caluroso y lluvioso de la Ciudad de México no se condice con la estación del año y menos con el frío que sólo un par de días antes de esta entrevista fue capaz de dejar a los capitalinos en sus casas. Rarezas del clima, comentan los taxistas. Para el autor catalán Carlos Ruiz Zafón la explicación es otra. Desde hace años - dice- lo viene comprobando: cada vez que llega a una ciudad, los termómetros registran un rápido ascenso de la temperatura. ¿Por qué no creerle, si parece estar viviendo una de las mayores alucinaciones que pueden afectar a un escritor y las cifras también lo respaldan? Publicada el año 2001 en España, La Sombra del Viento, su quinta novela -la primera después de cuatro juveniles-, lleva alrededor de cien semanas consecutivas en la lista de libros más vendidos de su país.

Todo una hazaña para un volumen de casi seiscientas páginas y de argumento difícilmente acotable. Porque así como se trata de una historia de amor, o de dos, también es el relato de una ciudad - Barcelona-, de sus rincones, sus misterios, su memoria. Y del conmovedor vínculo entre un padre y un hijo, eslabones de una larga tradición de libreros. Y de una obra maldita - La Sombra del Viento- y los empeños de su autor, Julián Carax, por destruir un último ejemplar y de Daniel Sempere, su lector, por rescatarlo.

Traducida a treinta idiomas, la novela ha sido elogiada en países tan diversos como Alemania -incluso por el Ministro de Asuntos Exteriores, Joschka Fisher-, Grecia y Canadá. Y en Estados Unidos, donde ya entró a la ansiada lista de The New York Times, Ruiz Zafón se ha convertido -antes de cumplir los cuarenta años, este 25 de septiembre- en "el autor europeo de mayor éxito desde Umberto Eco", recibiendo el respaldo nada menos que de Stephen King. En concreto, más de un millón de ejemplares vendidos en el mundo, cifra que cada día aumenta en bastantes números más.

El secreto nadie lo sabe. Ni su propio autor, para quien el término best seller "no significa otra cosa que un libro que se vende mucho, lo que va desde el Quijote a la Biblia". Discrepa de quienes lo ven como "un subgénero, una conspiración siniestra" en la que se aprietan botones y aparece un best seller. "¡Todos seríamos el rey del mambo! La realidad no es tan tonta ni tan elemental".

Lo cierto es que con la misma honestidad, calidez y humor que irradia en la conversación, Carlos Ruiz Zafón parece haber construido el libro que a él mismo le habría gustado leer. Un ejercicio evocador y fantástico en torno al placer y el poder de la lectura. Una novela de novelas, llena de referencias a la gran literatura del siglo diecinueve y a otras tantas obras y autores admirados por él, incluyendo a Borges y a Pablo Neruda.

P- "Pocas cosas marcan tanto a un lector como el primer libro que realmente se abre camino hasta su corazón", se lee en la novela. ¿Cuál fue en tu caso?

R- Más que un libro en concreto, lo que me cambia la vida, lo que me abre la mente, es descubrir la lectura, el mundo de la fantasía, de los libros, del lenguaje, de las ideas. Pero incluso antes que la lectura descubro el imaginar. A través de los cuentos, de las ilustraciones, llego a la letra impresa. Cualquier forma de narrativa a mí me fascinaba. Yo recuerdo que de pequeño leía cómics, veía cine, leía libros, y tenía muy claro que lo que quería hacer era eso, contar historias, y al momento en que ya sé escribir y deletrear puedo agarrar papel y lápiz y ponerlo ahí. Desde muy pequeñín sabía que lo que quería era ser escritor, lo que no sabía era cómo.

P- Es precisamente un niño, Daniel, el que salva un libro maldito del olvido, ¿un reconocimiento a la función del lector?

R- "Cualquier obra de creación es un acto de comunicación en último término. En el momento en que todo eso que está ahí escrito cobra vida en la mente del lector, es cuando existe y es real. Y esa conexión es mágica. Que a través sólo de manchas de tinta en un papel blanco se pueda trasladar a otra persona un universo entero, eso tiene algo casi de alquimia, de misterio. Y el libro que Daniel descubre al azar es La Sombra del Viento, o éste lo descubre a él. Lo que en parte es una metáfora de que quizás cada uno de nosotros tiene un libro diferente que salvar".

P- Más allá del argumento, parece que la gran protagonista de tu novela es Barcelona, esa bruja que se mete en la piel.

R- Yo nací, me crié y he vivido gran parte de mi vida en Barcelona. De alguna manera soy un producto de la ciudad, me guste o no. Y eso de que es una bruja viene de un poema muy famoso de Joan Magarall, un poeta catalán que llamó a Barcelona la gran encantadora. Yo tiendo a ver las ciudades como organismos y me fascina su historia, su arquitectura. Y sobre todo su elaboración literaria, como el Londres victoriano, por ejemplo, que es una creación de Dickens. O una cosa que dijo Oscar Wilde: el siglo diecinueve, tal como lo conocemos, es una invención de Balzac. Entonces siempre había querido utilizar mi propia ciudad como personaje real y como un protagonista más. Barcelona es una ciudad novelesca, es un escenario que se presta, tiene muchos misterios, muchos enigmas.

P- Pero es difícil narrar una ciudad cuando se está inserto en ella, ¿no?

R- La distancia objetiva las cosas. Creo que es interesante ver cómo la mayoría de las obras que asociamos a un lugar han sido escritas desde la distancia. En mi caso, La Sombra del Viento la escribí íntegramente en Los Ángeles (Estados Unidos). Y es curioso que necesito irme de Barcelona para poner las cosas en su sitio y entenderlas. Entiendes sobre todo cuál es tu relación con ese lugar. Y este tipo de ciudades, como pueden ser México, Buenos Aires, París o Barcelona, ciudades inmensas, cargadas de historia, necesitas mirarlas de lejos para poder verles la cara.

P- Barcelona es también inseparable de su historia, ¿por eso rescatas el tema de la guerra en tu novela?

R- La guerra civil española es el acontecimiento más importante de la historia moderna de España. Lo que viene antes es un camino hacia ese momento y lo que viene después es un producto de él. Un acontecimiento así es tan traumático que quienes lo vivieron nunca pueden llegar a absorberlo o a hablar con claridad de él y muchas veces la memoria tiende a silenciarse. Hasta que no aparecen generaciones que no están implicadas con esos sucesos no se pueden analizar. Pero lo que ocurre entonces es que no puedes entenderlos porque no has sentido el horror, y para ti es una abstracción histórica. Hay una pequeña reflexión sobre eso, aunque no es una novela sobre la guerra ni sobre la posguerra española.

P- Pero se respira en ella la cotidianidad del miedo.

R- Ése era el clima de la posguerra; son unos años muy oscuros, existe la amenaza, el hecho de que quizás lo peor no era la guerra sino lo que vendría después. Y lo que viene es la represión. Cuando se acaba la guerra civil en el 39, el régimen franquista cree que el fascismo va a ganar en el mundo. Hasta 1945, en que cae la Alemania nazi, hay seis años de impunidad, de represión, de asesinatos, de torturas, de destrucción y de aniquilamiento del contrario. Es un período absolutamente funesto en la historia de España del cual muy pocas veces se habla con claridad. Eso es algo que yo quería reflejar de algún modo, esa sensación sobre todo de los primeros años, ese miedo, ese horror, en que no sabes muy bien por qué pero todo es gris y siniestro, y parece que la muerte está escondida. Y me interesaba hacerlo desde el punto de vista de un niño. Daniel vive ese silencio e intenta entender qué es lo que ha sucedido y por qué todo es como es.

P- Y a través de él muestras otro gran tema de la novela, la relación filial.

R- Yo creo que pocas relaciones nos marcan tanto como las que tenemos con nuestros padres y con nuestras madres, y a veces no somos conscientes de ello. En la novela hay muchas relaciones de padres e hijos, desde la más obvia, que es la de Daniel con su padre, una relación muy noble, muy limpia y muy enternecedora. Pero hay otras que son tremendamente venenosas. Cuando estaba escribiendo la novela, dije que era una historia de padres e hijos y mis amigos encontraron que eso sonaba muy aburrido. Pero eso es.

P- ¿Cómo describirías las constantes referencias a obras y autores que hay en La Sombra del Viento?

R- Es un juego con el lector. La novela está construida de tal modo que si el lector descubre esas referencias hay un nivel adicional de disfrute, pero si no las descubre no obstaculiza la historia. Además, son referencias diferentes para cada lector, porque cada uno tiene su propio bagaje de lecturas. Me parecía divertido llenar un libro de libros, una novela de novelas. Pero la puede disfrutar cualquier tipo de lector.

P- Entre tus guiños se destacan los que haces a la novela clásica, al folletín.

R- Sobre todo a la gran literatura del siglo diecinueve. Dostoievski, Dickens, Wilkie Collins... Yo creo que ésas son las grandes obras de la literatura, pero lo que me interesa de ellas es que fueron escritas en un momento en que el público que las leía tenía unos elementos muy limitados de decodificación de lenguajes, estaba expuesto a muy pocos medios. Pero el lector de hoy tiene instalados en su cerebro montones de pequeños dispositivos para descifrar el lenguaje de la imagen, la gramática del cine, de la literatura de género, del periodismo, de la publicidad, de toda la tradición literaria de siglos. Entonces, qué pasa si tomas esa gran novela de la literatura del siglo diecinueve, la deconstruyes hasta el átomo y luego la vuelves a armar utilizando todas esas tecnologías narrativas, por así decirlo, que se han desarrollado a lo largo del siglo. Eso es en parte lo que intento hacer con La Sombra del Viento: retomar esas grandes sagas con pasiones, romances, misterios, intrigas, y tal, pero reconstruirlas utilizando una tecnología narrativa diferente, una arquitectura más efectiva, más intensa y que coloque al lector ahí dentro de la historia.

P- Se tiende a pensar que una novela que ha incorporado el lenguaje del cine es fácilmente adaptable a él, ¿qué opinas de tu novela?

R- Yo trabajé algunos años como guionista y eso te obliga a analizar lo que son la economía y la arquitectura de las estructuras narrativas. La Sombra del Viento es el completo opuesto a la estructura de un guión cinematográfico. Las películas son simplicidad, tienen una estructura lineal, muy frágil y muy simple. Mi libro es una estructura que crece en todas direcciones y que se complica y que tiene montones de diferentes niveles y que luego vuelven a converger. El hecho de que el lector vea imágenes es deliberado, es una técnica para utilizar esos recursos que enriquecen a la literatura, pero eso no significa que se reduzca a una película.

P- Se nota también en esta novela tu admiración por Borges.

R- A Borges yo lo empiezo a leer desde muy jovencito. Y me interesa sobre todo como fabricante de conceptos literarios. Evidentemente, ese cementerio de libros olvidados en buena medida es un laberinto borgiano, una biblioteca de Babel escondida en un palacio del Raval de Barcelona. Me interesa ver qué pasa si tomamos esta idea pero la ubicamos en un escenario real, no sólo ese concepto abstracto, sino que integrado en la historia. Es una cosa que siempre me pasaba con Borges: yo quería saber a dónde iban esas ideas, habría sido maravilloso verlas desarrolladas dentro de una narración, que ese universo creciera, que no fueran pequeñas postales. Además, en Borges hay mucho de lúdico; constantemente está estableciendo juegos con el lector sobre la historia de la literatura, sobre ideas, y eso se puede incorporar a una historia más complicada y con muchos personajes, como La Sombra del Viento.

P- ¿Crees que el universo de libros amenazados es también infinito?

R- El cementerio de los libros olvidados, que es la primera imagen que surgió en mi novela, no eran sólo libros, eran ideas, personas... Hay algo en la destrucción de la memoria, de la historia, un proceso que nos rodea a todos. Detrás de cada libro hay un universo y todos esos universos se pueden perder. Creo que sí, que los libros y lo que significan siempre están en peligro; es una especie de carrera entre la civilización y la barbarie, y ésa es la historia de la humanidad. No nos podemos confiar.

P- Al menos es alentador que los lectores hayan respaldado un libro que llama la atención sobre esa amenaza.

R- Yo creo que el éxito de las obras de literatura no tiene tanto que ver con el tema. Lo que funciona en una novela es la ejecución. Hay muchas historias que pueden tratar de lo mismo; hay muchas historias de amor, de intriga, muchas historias con elementos históricos. Eso no garantiza nada. En el caso de La Sombra del Viento los lectores la disfrutan por la manera en que la historia está narrada y precisamente al disfrutarla es cuando son conscientes y llegan a esos temas que la novela plantea. Pero si la novela no funciona da lo mismo de lo que les estemos hablando, no va a interesar a los lectores.

P- ¿Rescatas entonces el valor de la entretención?

R- El arte nunca ha sido aburrido, el aburrimiento parte de la estupidez, de lo obstruso. Lo que pasa es que a lo largo del siglo veinte se ha creado esa pretensión de justificar el propio fracaso objetivándolo como éxito: si lo que yo hago no le interesa a nadie, es porque soy tan bueno, tan maravilloso y todos los demás son tontos. Bueno, que ya llevamos muchos siglos de historia; esto es como el paleolítico mental de la estupidez.

P- En tu novela hay una reflexión constante sobre el destino, ¿recibimos cartas marcadas o las jugamos mal?

R- Dónde nacimos, en qué familia, en qué país, en qué época, todo eso está más allá de nuestro control y en ese sentido hay un destino que está determinado por esas circunstancias. Ésas son las cartas que recibes. Pero lo que a mí me atrae es la implicación moral del cómo jugamos esas cartas. Creo que es interesante el viaje vital de los personajes, lo importante no es dónde empiezas la carrera sino cómo te mueves a través de ella. La medida de la persona es esa trayectoria, a dónde llegó. Hay una consecuencia moral en todo lo que hacemos. La inteligencia nos permite crear una relatividad ética sobre las cosas y en ese pequeño margen tenemos libertad para actuar y tenemos elección. Es lo que nos separa de ser puras alimañas.

P- En ese sentido, destacan la lealtad y la nobleza de Fermín Romero, una especie de Sancho Panza.

R- Fermín Romero de Torres cumple muchas funciones dentro de la novela. Yo nunca había utilizado el humor en mis libros, y se me ocurrió, ya que estaba escribiendo una novela de novelas, que juega con géneros y con referencias, hacer también un homenaje a la tradición de esas figuras picarescas de la literatura española, Sancho, el Lazarillo, todos ellos. Él se encuadra dentro de esa tradición, pero tiene su propia identidad. Y a la vez, Fermín es la voz de la conciencia; aunque se lo tache de loco, de estrafalario, en el fondo es el personaje que suele ver las cosas más claras. Fermín Romero de Torres fue una manera de introducir mi propio sentido del humor en la novela; y muchas veces dice las cosas que yo pienso como autor. Aunque también hay cosas de mí en otros personajes, un pequeño Fermín hace muchos años que vivía en mi cabeza.

La conversación se ha extendido mucho más allá de la hora pactada con la editorial. Entonces es cuando me anota su correo electrónico, por si han quedado algunas dudas. Ante mi extrañeza, se adelanta a traducir: "dragón de Barcelona, en catalán". Dos días después, este dragón de Barcelona deberá abandonar México rumbo a otra ciudad incluida.

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