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Norte y Sur / En torno a El Laberinto de la Soledad, de Octavio Paz

Salvador Barros

(Segunda Parte y Última)

El impacto que ha tenido el ensayo de Octavio Paz, en México -y mucho más en el extranjero- ha sido desmesurado. Es frecuente encontrar, incluso hoy en día, estudios críticos que toman como base los postulados de El Laberinto de la Soledad para analizar conceptos y hechos históricos como la Revolución Mexicana, la fiesta o la identidad del mexicano.

Poesía, teatro y épica, todas juntas son la literatura, para Octavio Paz. Tal parece que más que resolverse en ofrecer una opción por lo nacional, su respuesta es estética y universal, sólo para los iniciados. Habría que preguntarse si la combinación de estos mitos en torno a la definición de la Revolución Mexicana no implican ya una mitificación y por ende, una idealización del hecho histórico mexicano. Octavio Paz afirma: "toda revolución tiende a establecer una edad mítica" y luego agrega que "el ?eterno retorno? es uno de los supuestos implícitos de casi toda teoría revolucionaria", para finalmente concluir: "La Revolución es una súbita inmersión de México en su propio ser. De su fondo y entraña extrae, casi a ciegas, los fundamentos del nuevo Estado. [...] La Revolución es una búsqueda de nosotros mismos y un regreso a la madre. Y por eso, también es una fiesta". (p. 134) Porque, según afirma con anterioridad, "la originalidad del Plan de Ayala [de los zapatistas] consiste en que esa ?edad de oro? no es una simple creación de la razón" (p. 129), sino una realidad ejecutable. Esto es, la solución al problema de la tierra, ya que la Revolución "consiste en un movimiento tendiente a reconquistar nuestro pasado, asimilarlo y hacerlo vivo en el presente", un deseo de regresar al origen que es "fruto de la soledad y de la desesperación que surge de esa dialéctica de soledad y comunión, de reunión y separación que parece presidir toda nuestra vida histórica". (p. 132).

El laberinto de la historia

Por otra parte, Octavio Paz da muestra de estar al tanto de la bibliografía sobre la filosofía de lo mexicano: Caso, Vasconcelos, Ramos, Ortega y Gasset, Usigli, O?Gorman, Gaos, Zea y Uranga están presentes en su ensayo y también algunos textos de los grupos antagonistas a la determinación de los orígenes de lo mexicano. A partir del último punto, podemos decir que se percibe en el ensayo una crítica tanto a los mexicanistas como a los hispanistas. En Los hijos de la Malinche, dice: "Por eso la tesis hispanista, que nos hace descender de Cortés con exclusión de la Malinche, es el patrimonio de unos cuantos extravagantes -que ni siquiera son blancos puros-. Y otro tanto se puede decir de la propaganda indigenista, que también está sostenida por criollos y mestizos maniáticos, sin que jamás los indios le hayan prestado atención". (p. 78). Pero si bien parece que él se suma a los que buscan los orígenes en la cultura prehispánica, podemos percibir ciertos errores de apreciación y de interpretación que se derivan de las afirmaciones que incluye sobre este tema. Señalaremos algunas observaciones más puntuales al respecto. Cuando habla del concepto de la vida y de la muerte en la filosofía náhuatl, dice: "Del mismo modo que su vida no les pertenecía, su muerte carecía de todo propósito personal" (p. 49). No sólo se equivoca en que la vida sí pertenecía a cada individuo y tenían plena conciencia de ello, sino que deja de lado las reformas de Tlacaelel -de interés político- las cuales les impusieron el deber de mantener la vida del sol mediante los sacrificios humanos, como un deber sagrado y comprometido con su dios y consigo mismos. La afirmación de Paz sobre la traición de los dioses aztecas, "¿por qué cede Moctezuma? [...] Los dioses lo han abandonado. La gran traición con que comienza la historia de México no es la de los tlaxcaltecas, ni la de Moctezuma y su grupo, sino la de los dioses" (p. 85), no toma en cuenta que esta declaración fue uno de los argumentos para justificar la imposición del cristianismo por parte de los españoles. En la idea anterior, tal vez lo más delicado sea su tono de concluir de una manera tan determinante, ya que ha dado pie a sucesivas confirmaciones y adhesiones. Adolfo Castañón, por ejemplo, justifica esta afirmación de Paz cuando dice: "En la cultura mexicana el pensamiento tiene múltiples raíces y vertientes: la idea del final del ciclo es uno de los rasgos constitutivos substanciales en la idea misma del Tiempo Mexicano y su orden, como parecen sugerirlo la leyenda de los cinco soles o la idea de la consumación periódica del fuego viejo y del fuego nuevo. Sobre este trasfondo resulta comprensible la idea de la traición de los dioses subrayada por Octavio Paz al explicar cómo la conquista fue no sólo un hecho externo e histórico sino también y más aún un hecho interno y mítico". (16) Este punto de la historia de la religión náhuatl merece un estudio más profundo que se base en los códices que narran tal experiencia en tanto que no todos fueron escritos después de la conquista y por ello, algunos no cuentan con la censura de los religiosos misioneros. Otra cuestión es cuando habla de que "la muerte mexicana es estéril, no engendra como la de aztecas y cristianos". (p. 53) ¿A quiénes se refiere entonces como mexicanos si excluye a los aztecas? Si la muerte mexicana que es estéril -lo cual también está por discutirse- no es la azteca, ¿significa entonces que los indios no son mexicanos? Y si tampoco es la cristiana, ¿significa acaso que los cristianos tampoco son mexicanos? Ciertamente que en el contexto podremos entender que hay una manipulación de los términos anteriores, pero el problema está en que la recepción del texto fuera de México no cuenta con las referencias históricas necesarias como para advertir la carga connotativa que pudieran tener los términos utilizados por Paz.

Opiniones sobre El Laberinto

El capítulo primero, el pachuco y otros extremos, inicia la reflexión sobre el ser mexicano tomando un modelo que se encuentra escindido de su suelo, de su ambiente y en torno a esta figura plantea su tesis sobre la soledad que estaría en lugar del sentimiento de inferioridad que Samuel Ramos manejaba en El Perfil del Hombre y la Cultura en México. Y en el apartado final, Octavio Paz cierra sobre la misma idea de la soledad desde una perspectiva dialéctica de lo histórico y lo mítico. En los primeros capítulos su marco de estudio es México y el mexicano, buscando siempre la figura del otro con quien contrastar las diferencias que lo identifican. En primera instancia, el otro es el norteamericano y más adelante, el sudamericano. Pero luego el otro es el europeo, ante el cual ya no sólo le basta diferenciarse, sino que le preocupa lo que crea, piense y diga de él: "No somos francos, pero nuestra sinceridad puede llegar a extremos que horrorizarían a un europeo", (p. 48) y luego agrega, "el esplendor convulso o solemne de nuestras fiestas, el culto a la muerte, acaban por desconcertar al extranjero". (p. 59) El ensayo ofrece otros muchos puntos de polémica. Por ejemplo, en lo que se refiere a la sociedad mexicana que para Paz parece ser sólo la integrada por hombres (entiéndase varones), o acerca de su concepto sobre lo moderno. Otros críticos se han encargado también de cuestionar, en algunas ocasiones de manera profunda, este ensayo. Carlos Monsiváis en Notas Sobre la Cultura Mexicana en el Siglo XX, dice: "El laberinto de la soledad permanece. El libro fija un criterio cultural en su instante de mayor brillantez y su lenguaje fluido y clásico transmite la decisión de aclarar y aclararse una sociedad a partir del examen (controvertible) de sus impulsos y mitos primordiales". Y luego agrega Monsiváis: "muchas de sus muy controvertibles hipótesis se han convertido en lugares comunes populares". Fernando del Paso por su parte, en la lección inaugural del Coloquio de Invierno, en 1992, hace referencia a la publicación de El Laberinto de la Soledad de y lo califica de "sublime paradoja", porque señala: "comenzamos a perder la identidad antes de encontrarla". (19) Lauro Zavala ha fijado la atención en los estudios interdisciplinarios que se realizan en los últimos años sobre el problema de la identidad. Entre ellos, menciona como "primer ejemplo de parodia en la escritura contemporánea" un texto que es también, según él, "un ejemplo del empleo liminal de los mitos culturales. La jaula de la melancolía de Roger Bartra, [que] fue originalmente publicado en 1987". Zavala señala que "ya desde la selección de este título para el libro, Bartra cumple la intención de desconstruir los textos canónicos acerca de la llamada identidad nacional. El título -afirma- puede ser leído como una parodia del famoso libro de Octavio Paz, El Laberinto de la Soledad, originalmente publicado en 1950, considerado como el libro canónico sobre este tema". Queremos incluir, además, un interesante comentario de Édgar Llinas que dice, a propósito de estudios como el ensayo de Samuel Ramos y Octavio Paz, que "una gran mayoría de los estudios hasta ahora realizados sobre la identidad mexicana pecan de cierto negativismo. Que sufrimos un complejo de inferioridad, que vivimos las consecuencias del pecado de la Malinche, que como somos resultado de la mezcla entre el indio y el español... etc., etc...". Estas auscultaciones, agrega Llinas, "pudieron haber sido necesarias, pero ya es tiempo de que demos un paso adelante, que asimilemos nuestro pasado, como dice Zea y en vez de pasar el tiempo como el consabido neurótico, repitiendo todas las cosas por las cuales no servimos, nos concentremos en ser y hacer aquello que sí podemos ser y hacer bien". Terminamos este acercamiento con la respuesta que Octavio Paz da a la pregunta sobre la identidad que se le hizo en una entrevista a finales de 1991: "No me gusta la palabra identidad. Aun menos la frase de moda: ?búsqueda de la identidad?". Luego, Paz señala su propia definición sobre la identidad de América Latina: "Lo que llamamos identidad y que antes, con mayor propiedad, se llamaba el carácter, el alma o el genio de los pueblos, no es una cosa que se pueda tener, perder o recobrar. Tampoco es una sustancia ni una esencia. América Latina no es ni un ente ni una idea. Es una historia, un proceso, una realidad en perpetuo movimiento y cambio continuo. América Latina existe en la historia o, más bien, es historia: una sociedad de sociedades en un territorio enorme rodeado de otras sociedades, todas en movimiento. Una sociedad es una cultura: un conjunto de individuos, cosas, instituciones, ideas, tradiciones e imágenes. Una realidad sui géneris pues no es enteramente material ni ideal. América Latina es una cultura. No es fácil definirla y ni siquiera describirla. [...] América Latina es una realidad verbal. O sea: una lengua. Y aquí quien dice lengua, dice visión del mundo. Nos interesa, finalmente, mostrar como esta definición, cuarenta años después de El Laberinto de la Soledad, ha variado significativamente y ha dejado atrás una serie de ideas y conceptos míticos que se han seguido destacando y perpetuando en artículos, ensayos y coloquios internacionales en los que se exalta el significado que, para la definición de la identidad del mexicano, significó la publicación de esta obra de Octavio Paz, hace cincuenta años.

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