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Nuestra Salud Mental / Otro paréntesis porque encontramos la zapatilla de Cenicienta

Dr. Víctor Albores García

(Tercera y última parte)

Maravillosamente sencillo e ingenioso, a la vez que sumamente plástico, innovador y carismático, el escenario se fragmenta en una serie de enormes placas blanquecinas, que en sus movimientos y cambios de sitio, en sus combinaciones geométricas y a través de la magia de los juegos de luces, perfectos y específicos, le dan vida y proyectan milagrosamente las ensoñaciones y realidades de un cuento que nos es largamente conocido, pero que sigue siendo eterno, sin edad y sin fronteras a pesar de los portentosos adelantos tecnológicos de nuestra época.

La pantalla de antaño ha desaparecido, para convertirse en una enorme puerta mágica, sorprendente y abierta, a través de la cual los sueños, las fantasías y las ilusiones proyectados anteriormente en relatos dramáticos, cómicos, musicales, de suspenso o de otros muchos géneros con los que los filmes nos entretenían, se transforman en este momento en figuras vivas, en personajes de carne y hueso que danzan en elegantes y rítmicas coreografías a lo largo del escenario e igualmente nos involucran en su relato. Se trata de otro estilo de sueños y de fantasías, quizás más cercanos a nosotros a la vez que paralelamente muy lejanos, pero siempre estimulantes y fascinantes, especialmente cuando se integran y se complementan en esa creatividad de la danza, la música y la literatura que mecen armoniosamente los cuerpos ágiles y adiestrados de los bailarines pertenecientes al Cuerpo de Ballet de Montecarlo.

Cenicienta ya no es más aquel relato infantil con el que crecimos en nuestra niñez, o con el que todavía hayan crecido en el presente algunos niños y niñas. Al igual que esos rituales de paseos dominicales durante la adolescencia, los cuentos también formaron parte de los rituales cotidianos del pasado en una infancia que se arrullaba a la hora de dormir en los hogares, el cuento a un lado de la cama, o que se asombraba y entusiasmaba todavía en las salas de lectura y en los festivales infantiles en el jardín de niños o en la primaria. Tales rituales han dado paso a otros muy diferentes en los niños de nuestros días, niños que en forma contradictoria se horrorizan fascinados con los crímenes de Freddy, con los karatazos sanguinarios y asesinos de los personajes de sus videojuegos, o con las críticas mordaces de los Simpson, fusionados uña y carne con sus televisores, ese nuevo ?yo electrónico? que se ha convertido en una parte esencial en el desarrollo de su personalidad.

Cenicienta en el escenario del Teatro Nazas esta noche, también se ha convertido en una historia diferente, más moderna, más realista, más ágil y dinámica, más de acuerdo a los tiempos que vivimos, con esa vida propia que le imponen los resonantes y disonantes acordes de Prokofiev, acordes que nos recuerdan las vicisitudes y las contradicciones de la tecnología y del crecimiento industrial de un agitado y rapidísimo Siglo XX; acordes dentro de los cuales cobran vida, vibran, se sumergen y se estremecen para luego liberarse, los bailarines en movimientos armónicos e hipnóticos, que a su vez le otorgan una esencia propia y diferente al cuento, convertido ya en una interpretación propia y vital de lo que está ocurriendo en nuestros días.

Coincidencia, casualidad o definitivamente un intento premeditado y nostálgico para revivir precisamente esos sueños, rituales y fantasías que siempre están presentes de un modo u otro en las mentes de los seres humanos, sin importar a qué etapa del ciclo vital pertenezcan, lo mismo en el pasado o en el presente, el tema de la Cenicienta ilustra a la perfección y llena por completo la historia del Cine Nazas, y quizás en cierta forma también, la historia de nuestra ciudad y nuestra comarca. La gloria de un pasado a punto de convertirse en centenario, fincada en esfuerzos de trabajo y tenacidad, para luego caer en el deterioro y la miseria, como parte de esa orfandad materna, olvidado también en las cenizas, en una comunidad que no ha podido sino hasta ahora encontrar la forma de rescatarlo. Al igual que todos nosotros como seres humanos, hombres y mujeres. Cenicienta ha continuado a soñar, a tejer proyectos e ilusiones que le ayudaron a sobrellevar los maltratos y agresiones de un ambiente representado por la madrastra y las hermanastras, ante la impotencia y el carácter débil de su padre, mientras pacientemente esperaba una vez más la llegada de su zapatilla de cristal.

Y finalmente, la zapatilla de cristal apareció en las manos del príncipe para ajustarse a la perfección en el pie de Cenicienta. Seguramente el príncipe recorrió muchos kilómetros en sus dominios y tuvo que probar en incontables ocasiones esa zapatilla hasta encontrar a la verdadera dueña de la misma. Igualmente, el esfuerzo debe haber sido intenso y extraordinario para este patronato de laguneros, pertenecientes a diversas generaciones, quienes lograron construir una enorme zapatilla de cristal que se ajustara al pie de los ciudadanos, hasta lograr una vez más el florecimiento del capullo gracias a la magia milagrosa del trabajo constante, arduo y en conjunto que permite llevar a cabo misiones y cristalizar proyectos e ilusiones lo mismo en campos de algodón, zapatillas o teatros como éste. Una vez más el Cine Nazas ahora como teatro lució esplendoroso y vibrante inmerso en el entusiasmo, la curiosidad y las ondas nostálgicas de un público que una vez más lo admiró, lo aplaudió y lo vio volver a la vida, renacer y retomar también una vida propia.

La presentación del Ballet de Montecarlo fue soberbia, de primera categoría perfectamente adecuada a las circunstancias y al evento del que se trataba. Una Cenicienta que desde el escenario logra expresar y proyectar entre melodías y pasos de danza, los anhelos e ilusiones que de una u otra forma todos los seres humanos guardamos en lo más íntimo de nuestro ser, de nuestra mente y de nuestra fantasía, como elementos esenciales de esos arquetipos que cargamos con nosotros mismos, porque en sí somos ellos y los hemos heredado de nuestra cultura y de nuestros antepasados. Los laguneros encontramos la zapatilla de la Cenicienta y a Cenicienta misma, y al hacerlo, recuperamos una vez más parte de esos rituales que nos fueron importantes y necesarios en épocas pasadas, porque al fin y al cabo, los rituales siempre seguirán siendo esenciales, ya que forman parte de la historia humana, de las memorias, de la nostalgia con la que podemos revisar el pasado o la esperanza con la que podamos enfrentar el futuro. (Fin)

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