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Nuestra Salud Mental / Puentes a Cruzar en San Francisco

Dr. Víctor Albores García

Cuadragésima tercera parte

La complejidad en la educación de los hijos, se refleja naturalmente en la gran diversidad de tipos de matrimonio, de estilos de relación de pareja y de fórmulas diferentes que se han experimentado y desarrollado para intentar llevar a cabo esta empresa. Hablar de buenos o de malos padres, o inclusive regulares, puede tratarse de una visión muy subjetiva y estrecha, de un enfoque limitado, cuando se trata de una misión tan excesivamente difícil de valorar y de calificar. A la larga, los resultados se verán con el tiempo, tanto en el crecimiento y desarrollo de los hijos, así como en sus conductas y formas de vida posteriormente como adultos. Y sin embargo, el mundo gira y es muy amplio; la vida da muchas vueltas, y se tiene que tomar en cuenta el hecho de que además de la educación que se recibió en el hogar y el estilo de apego y de interacción que se dio entre los padres y los hijos, habrá que tomar en cuenta la existencia de otra serie de experiencias, factores e interacciones múltiples a lo largo del camino que seguirá cada hijo, que igualmente irán influyendo en él o ella y modelando su personalidad.

Klaus Minde, un psiquiatra infantil de origen alemán, pero radicado en Canadá, jefe del servicio de psiquiatría infantil en la Universidad de McGrill en Montreal, junto con un equipo de psiquiatras infantiles de diversas universidades armó y coordinó en esta ocasión un curso al que denominó: ?Efectos de la relación parental en el desarrollo de los hijos: naturaleza o ambiente??. Se trataba de una forma de responder a un libro que tuvo mucho impacto y éxito al ser publicado en 1998 en EUA, en el que su autora, Judith Rich Harris argumentaba que en realidad, los padres tenían muy poca o ninguna influencia sobre sus hijos. Ella afirmaba que las conductas de éstos se aprendían en la calle, por la influencia de otras personas y no en el hogar o la familia. Por lo mismo, ella concluía que aunque el estilo de educación de los padres podía mejorar las conductas de los hijos durante su estancia en el hogar, ello no necesariamente era cierto en el momento que salían a la comunidad.

Como respuesta a los argumentos de esta autora, los ponentes del curso intentaron lograr varios objetivos. En primer lugar, demostrar que existen muchísimas teorías que hablan sobre la influencia de los padres en el desarrollo y la educación de sus hijos, al reconocer asimismo que existe además una influencia genética importante. Por otra parte, demostrar también que el proceso de educación de los hijos tiene dos direcciones, es decir no sólo va en el sentido de los padres hacia los hijos, sino que los hijos igualmente educan a los padres (una propuesta que en los sistemas familiares muy autoritarios o impositivos, ni siquiera se considera lógica o aceptable). Por último, se trataba también de pensar en la forma en que sería posible valorar estos modelos de educación o de incluso modificarlos si fuera necesario.

Naturalmente que la primera pregunta en surgir, de acuerdo a la doctora en psicología Joan Grusec, de la Universidad de Toronto, era: ?¿Qué significa hablar de la paternidad o la maternidad efectivas, y cómo se logran??, una pregunta impactante y nada fácil de responder. A diferencia de la autora del libro mencionado, la Dra. Grusec opina que los padres sí somos centrales en la educación de los hijos por diversas razones importantes que tienen que ver con la evolución de un sistema biosocial. Primeramente, los padres y las madres estamos preparados biológicamente para socializar, puesto que la misma sociedad nos ha asignado ese rol para llevar a cabo dicho objetivo, a través de desarrollar una relación protectora, nutritiva y difícil de romper, que es precisamente esencial para ese proceso de socialización.

Por último e idealmente, se supone que los padres conocemos bastante bien a nuestros hijos, ya que es éste el objetivo principal de nuestra relación educativa. La dificultad para llevar a cabo este proceso, tiene que ver a decir de la Dra. Grusec, en los casos en que hay una falta completa de sensibilidad y habilidades en el padre o en la madre para educar, o cuando existen ciertas deficiencias personales de tipo cognitivo o afectivo, que les obstaculiza el poner en práctica tales habilidades.

Para esta investigadora, existen tres modelos básicos de socialización de los padres hacia los hijos, que van a depender del tipo de objetivos que se busquen. El primero está centrado preferentemente en los padres y trata sobre el control externo; estos padres tienen como objetivo principal en su educación que el hijo o la hija sea obediente y haga sobre todo lo que ellos le dicen, al considerar que ellos siempre tienen la razón. Por lo mismo, se trata de un estilo muy estricto y firme que busca inculcar como valores el respeto intenso a la autoridad. Se trata éste de un estilo tradicional y típico dentro de la cultura mexicana, que ha sido y sigue siendo aún bastante popular, puesto que ha dado buenos resultados en muchas familias. Sin embargo, ante los dramáticos y rápidos cambios e importantes influencias sociales y culturales de nuestra época, bajo otro tipo de corrientes y orientaciones, no ha sido posible seguirlo manteniendo del todo.

El segundo estilo se enfoca hacia los hijos, más que hacia los padres y busca lograr el desarrollo de un control interno propio individual para cada hijo, más que uno externo que les haga depender de los padres por completo, como una forma diferente de inculcarle los valores al sujeto. Se trata también de un estilo firme y disciplinado, pero en el que los padres tienen la suficiente sensibilidad para responder a las necesidades propias de cada hijo. A diferencia del estilo anterior, en el que se generaliza el mismo tipo de educación para todos los hijos sin tomar en cuenta las diferencias individuales de cada uno, puesto que preferentemente está enfocado hacia las necesidades de los padres, este estilo promueve más bien esa individualidad personal de cada hijo, que estimule y facilite la formación de su propia personalidad. Al comparar ambos estilos, se podría hablar de este último como más liberal y democrático, al estimular la independencia y el desarrollo personal, mientras que el primero podría considerarse como un tanto más militarizado y fascista, puesto que busca el control y la dependencia vitalicia hacia los padres, con obvias dificultades para separarse de ellos y funcionar con autonomía. (Continuará).

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