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Nuestra Salud Mental / Puentes a Cruzar en San Francisco

Dr. Víctor Albores García

Cuadragésima quinta parte

En nuestra época, en muchísimas parejas de las nuevas generaciones de padres de las últimas décadas, ha habido una tendencia muy radical de tipo péndulo, a intentar moverse en el sentido opuesto del sistema educativo al que estuvieron expuestos. Obviamente, la mayoría provienen de ese primer sistema que se ha señalado, en el que los padres buscaron la sumisión y la obediencia de los hijos, pensando más en sus propias necesidades que en las de sus vástagos. En ocasiones como una abierta forma de rebeldía, pero en otras como un estilo de rebeldía más velada, estas parejas tratan de independizarse del sistema anterior y de sus figuras de autoridad, tomando como base lo que sería el segundo estilo educativo al que se refiere la Dra. Grusec. Sin embargo, se trata ello de un intento muy sui géneris, en una interpretación muy propia, no necesariamente porque conozcan las teorías de esta investigadora, sino como un intento natural de probar lo opuesto de lo que recibieron.

Estas parejas buscan al parecer, olvidarse aparentemente de sus necesidades, para así dedicarse por completo a las que suponen sean las necesidades de sus hijos. En ese nuevo sistema educativo, tienden a evitar las reglas y la disciplina, así como el orden y la organización del ambiente familiar, al considerarlo demasiado autoritario, para dejar entonces que los niños o las niñas hagan lo que les plazca y se comporten de acuerdo a sus instintos e impulsos en una ?forma natural y espontánea?. En nuestro mundo actual que se encuentra regido tan exitosamente por la televisión y los otros medios masivos de la comunicación, por la mercadotecnia, por el materialismo y por el dinero, las necesidades de los hijos tienden a ser medidas, traducidas y valoradas de acuerdo a la posesión total de cachivaches electrónicos, juguetes coloridos, productos atractivos aunque no sirvan y hasta comestibles que tampoco sean nutritivos, pero que han sido recetados por la pantalla chica principalmente. De esta manera, los padres que vivieron bajo un sistema educativo autoritario o de grandes limitaciones económicas, o ambos y que sintieron no haber gozado en su infancia de todo aquello que deseaban, buscan ahora en la figura de sus hijos saciar y satisfacer las necesidades que interpretan son de éstos. Sin embargo, en el fondo tampoco logran estar seguros de hasta qué punto son realmente de los hijos o si se trata de las propias que permanecieron insatisfechas desde el pasado y que han dolido desde entonces con esa hambre y sabor característicos. Ello parecería entonces como una especie de manipulación amorosa, muy semejante a la de los amantes que se mienten por piedad, como una forma de comprar a los hijos, a través de comprarse a sí mismos.

Esta versión mexicana, o posiblemente globalizada en muchas otras parejas de nuestras culturas contemporáneas, intenta poner en práctica en esa forma ese segundo estilo educativo del que habla la Dra. Grusec. Preocupados de muy buena fe en las necesidades de sus hijos, y en un intento por liberarse y abandonar los sistemas y patrones tradicionales bajo los que fueron educados y rechazan en el presente, llegan quizás inconscientemente y sin desearlo a ese punto hartamente conocido y experimentado, en el que convierten a los hijos en las figuras de autoridad en el hogar. Estos padres, separados ya de sus propios padres, retoman ahora el rol que aprendieron en sus respectivas familias, para someterse, muchas veces en forma incondicional, a las necesidades y caprichos de sus hijos. En tantas de estas familias, los roles parecen invertirse, de modo que los hijos pueden llegar a convertirse en dictadores sumamente rígidos, autoritarios y controladores, mientras que los padres al someterse, quedan en una especie de trampa entre la espada y la pared, entre el pasado con las imágenes autoritarias de sus propios padres y frente al presente, con las nuevas figuras autoritarias que ellos mismos han creado en sus hijos.

Los niños que crecen sin orden, reglas ni disciplina en el hogar, se convierten en pequeños salvajes. Se trata de seres humanos primitivos que al no tener controles de ningún tipo, buscan ser satisfechos constantemente por los demás y por el mundo, porque lo más importante para ellos en ese momento, es la satisfacción total de sus necesidades. Así fueron acostumbrados en su familia, lo que naturalmente les provoca choques demasiado intensos y dramáticos con el mundo real, en el ambiente en el que se mueven al salir del hogar. Crecen con importantes y serios problemas de adaptación al llegar a esos nuevos ambientes, a pesar de que vivimos en un país y una cultura que es bastante permisiva, donde las reglas, el orden y la disciplina no siempre son tan importantes y donde por mucho, el dinero y las influencias suelen comprar todo lo que se puede vender, a la vez que colocan las vendas en los ojos disponibles. Es así como en nuestro país, se llegan a formar tantísimas personalidades psicopáticas, abundantes y populares en el mercado, sin importar de qué nivel socioeconómico estemos hablando.

Si realmente reflexionáramos sobre lo que significa el tener hijos y educarlos, antes de llegar a la cama y tener relaciones sexuales sin protección, nos daríamos cuenta de la complejidad de este proceso, así como de la gran responsabilidad que encaramos los padres y las madres. Estos dos primeros sistemas de los que habla la Dra. Grusec, quizás representan dos extremos en una línea continua. En medio se encontraría ese tercer estilo en el que se busca negociar las necesidades de los padres con las de los hijos para llegar a un compromiso, es decir, las diferentes posiciones que se pueden encontrar como medianía entre ambos extremos. Definitivamente, sigue siendo más fácil decirlo o escribirlo en la teoría, que llevarlo a la práctica en la vida diaria. Sin embargo, me parece que existen en la actualidad muchísimas parejas más pensantes, reflexivas e introspectivas, con una más amplia base de información, quienes tratan de utilizar su inteligencia, sensibilidad, intuición y demás recursos como parejas, para recapacitar sobre la educación que ellos mismos recibieron, sobre la relación que han desarrollado como pareja y como resultado, sobre el número de hijos no sólo que desean tener, sino que son capaces de educar y precisamente el estilo de educación que podrían llevar a cabo con ellos. (Continuará).

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