(Quincuagésima primera parte)
Naturalmente que en este tipo de procesos con un estilo semejante, será difícil llegar a los diagnósticos adecuados, puesto que el limitado entrenamiento de dichos profesionistas tampoco los orienta en alguna dirección para detectar el tipo de trastornos que padecen sus pacientes; o inclusive, ni siquiera están contemplando tal posibilidad. Evitar que los padres se involucren para no molestarlos, y ahorrarles cuestionamientos incómodos para ambas partes, refleja la falta de una orientación o perspectiva familiar de parte del ?terapeuta? y naturalmente la dificultad para poder llegar a algún diagnóstico. Sucede entonces que desgraciadamente, el objetivo ha sido limitado a ?ver? al niño o a la niña y a tener sesiones con ellos, a las que les llaman ?terapia de juego?, pero la mayoría de las veces sin ningún objetivo en particular, puesto que tampoco han sido diagnosticados. Desde el punto de vista médico, es mucho muy difícil llevar a cabo cualquier tipo de tratamiento o terapia, mientras no se haya llegado a ningún diagnóstico. Pero aún dentro de la lógica general: ¿Cómo se puede resolver un problema, sin siquiera haberse planteado primeramente cuál es el problema a resolver? ¿Cómo se puede hacer cirugía, o qué es lo que se va a operar, si no se sabe cuál órgano está enfermo? Operar a un paciente sin diagnóstico, sería el equivalente a abrirlo en canal, una especie de autopsia en vida, para averiguar cuál era el órgano que se necesitaba operar, si es que realmente se necesitaba operar.
La llamada ?terapia? en estos niños o niñas que acuden a ?terapeutas? sin el entrenamiento adecuado tiene una connotación semejante. Cualquier tipo de psicoterapia que se utiliza en la actualidad es una especie de cirugía emocional, que por lo mismo requiere de la preparación y los estudios necesarios como ya se comentó anteriormente. Por lo mismo, para llegar a la decisión de utilizar cualquiera de estos múltiples estilos de psicoterapia, se requiere primeramente de una valoración completa del paciente y de su familia, mediante la cual se pueda llegar al reconocimiento de los diagnósticos, o sea el tipo de problemas específicos que se presentan. A su vez, el logro de tales diagnósticos nos orientarán sobre objetivos específicos para alcanzar, a través de diferentes medidas de tratamiento, que pueden ser proporcionadas por el profesionista que hizo tal estudio, y/o complementado por otros especialistas en diferentes áreas. La cirugía como todos sabemos, es un proceso que generalmente se lleva a cabo con la participación de un equipo. En el caso de la salud mental infantil, sucede algo semejante. En ella, los padres naturalmente deben jugar un papel muy importante como ayudantes básicos y miembros de ese equipo, e igualmente sucede en ocasiones con otros miembros de la familia, tales como los hermanos, los abuelos, los tíos, etc. El pediatra, los maestros de la escuela a la que asista, el neurólogo pediátrico y otros tipos de terapeutas específicos como pueden ser los de lenguaje, motricidad, etc. llegan a ser asimismo miembros fundamentales de ese equipo de cirugía emocional. Desgraciadamente, cuando un ?terapeuta? no tiene el entrenamiento adecuado, tiende a desconocer la utilidad del trabajo en equipo y prefiere hacerlo en aislamiento, sin la participación de los demás miembros, incluidos los padres.
Sin embargo y aún a pesar de su falta de entrenamiento especializado, el trabajo de estos ?terapeutas? también tiene sus ventajas, mientras ellos actúen concienzudamente y de buena fe. Algunos de ellos intentan llenar sus huecos y necesidades académicas mediante lecturas, consultas con quienes sí tienen el entrenamiento o asistiendo a conferencias o cursos cortos aún si no pueden tomar un entrenamiento de mayor tiempo y profundidad. En ciertas ocasiones, los pacientes infantiles no sufren de problemas verdaderamente serios o importantes, sino que se trata de niños o niñas que están reaccionando a diferentes tipos de influencias de su ambiente social, familiar o escolar en forma temporal y pasajera. Cuando ello sucede, el hecho de ser ?vistos? por este tipo de ?terapeutas?, que juegan con ellos y mantienen una relación constante y regular, puede ser de ayuda. Es decir, tratando de ampliar estos conceptos, tenemos que tomar en cuenta que la atención de un adulto es esencial para un niño, especialmente cuando dicho adulto es respetuoso, atento, disponible, amable, agradable y enfocado a las necesidades verbales, de actuación y de juego del niño o la niña. Cuando esa atención es en forma constante y regular por un tiempo largo, especialmente en los casos de aquellos padres que no lo pueden hacer con sus hijos, por múltiples problemas o razones, este tipo de sesiones tienen definitivamente un efecto positivo y terapéutico en muchos de los casos, que le ayuda al niño a superar el tipo de reacciones sintomáticas que estaba mostrando.
También se tiene que tomar en cuenta, que en todos los seres humanos existe interiormente una fuerza progresiva que nos empuja normalmente hacia adelante en nuestro proceso de desarrollo. Es así como esta fuerza se convierte a su vez en otro factor que facilitará la ?cura? del paciente, en el momento en que además desaparezcan los diferentes tipos de obstáculos o influencias ambientales que le estaban interceptando su desarrollo, y que a su vez se manifestaban en cierto tipo de síntomas. Ello significa que el trabajo del ?terapeuta? será naturalmente influido por la presencia de esa fuerza, lo que en otras palabras podría significar que varios de estos niños podrían mejorar con o sin la presencia de su ?terapeuta?. Así pues, independientemente de que éste no tenga un entrenamiento específico, que lo oriente a llevar a cabo una valoración psicológica para determinar los diagnósticos necesarios y por ende los objetivos de su ?terapia?, o aún con la falta de participación de los padres, o de una visión integral de la familia, de todos modos, en este tipo de niños que no tienen problemas graves, las cosas pueden mejorar a pesar de todo. Es ahí donde podemos dar gracias a la naturaleza y a esa fuerza interna progresiva que todos llevamos. Asimismo, se puede agradecer esa relación constante y amable, que se fue formando durante las sesiones de juego, en la que toda la atención de ese adulto estaba volcada hacia su paciente. Pero también es importante considerar cuáles son los rasgos positivos de la personalidad de ese adulto, alguien quien a pesar de huecos y limitaciones en su preparación profesional, al no ser verdaderamente un especialista en el área, tiene sin embargo la capacidad de actuar como un ser humano que realmente se preocupa y desea ayudar a sus pacientes infantiles. (Continuará).