ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA A.C. (PSILAC)
CAPITULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA
ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
Quincuagésima Sexta Parte
De acuerdo a la experiencia del Dr. Minde en Canadá, los programas de educación para padres, y especialmente aquéllos que están dirigidos a padres e hijos con necesidades de tipo específico, requieren además de alguna forma de evaluación mediante la cual se pueda medir sus resultados a corto, mediano o largo plazo. Para ello, se han ideado diferentes tipos de escalas de valoración que buscan cubrir tales objetivos. Se trata de cuestionarios que se les entrega a los padres para poder conocer primeramente sus necesidades específicas y también posteriormente, la forma en que han manejado el contenido del programa de entrenamiento, así como los resultados obtenidos. En general, este tipo de programas que se han descrito, en los que se cubren diversas necesidades a través de la formación de grupos con objetivos variados, según se mencionó la semana pasada, se les han denominado programas multimodales de tratamiento, ya que en ellos colaboran una serie de profesionistas de diversas áreas que trabajan en equipo, como pueden ser psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, enfermeras, maestros, neurólogos, terapeutas de diferentes tipos y naturalmente los padres que tienen un lugar preponderante. Lo amplio de estos programas y la variedad de áreas en las que se enfocan, viene a representar precisamente las tareas tan complejas y multifacéticas que tenemos que enfrentar los padres en la actualidad para tratar de llenar los roles y las funciones que nos corresponden, desde el momento en que decidimos tener hijos.
Es de suma importancia entonces, que actualmente los padres en México podamos reconocer las muy diversas funciones que nos corresponden y que podemos desempeñar cada uno en la educación y orientación de nuestros hijos, tanto los padres como las madres, de acuerdo a los objetivos que conjuntamente en pareja nos hemos planteado. En un mundo cada vez más complejo y diversificado como el que enfrentamos al inicio de este Siglo XXI, ya no podemos apoyarnos solamente en una división tan simplista y tan radical como la que estuvimos acostumbrados a presenciar y experimentar en nuestra propia educación familiar tradicional. Ese clásico tipo de educación en la que el padre era básicamente el proveedor económico y en ocasiones el repartidor de castigos, mientras que la madre se encargaba de todas las tareas del hogar, así como de la completa crianza y educación de los hijos. Creo que ese sistema ya no es del todo eficaz en nuestros días y se ha ido quedando atrás, especialmente ante las presiones sociales, políticas, económicas y culturales de un mundo globalizado. Vivimos actualmente un mundo en el que tanto hombres como mujeres salimos diariamente a trabajar jornadas completas y tenemos que repartirnos tanto las funciones económicas para el mantenimiento y administración del hogar, como las domésticas, sociales y educativas respecto al hogar y a los hijos, así como a la relación con ellos.
Es por ello precisamente, que me parece esencial e indispensable en nuestros días la formación y el desarrollo de este tipo de grupo de padres, que ya existen y además se han tornado bastante populares en ciertos sectores de la población en nuestro país. A través de nuestra participación, colaboración y compromiso dentro de ellos, tendremos acceso no sólo a una experiencia teórica de información y conocimientos sobre diversos aspectos relacionados con los hijos durante las diferentes etapas de su desarrollo, sino que también se convertirá en una experiencia práctica, en la que tendremos oportunidad de descubrir, conocer y comprender mejor la importancia y el valor de nuestros propios roles y funciones como padres a lo largo de dicho proceso, que realmente nunca se llega a terminar a lo largo de la vida.
Hasta hace algunas décadas todavía, debido a la fundamental función biológica que la madre desempeña en el proceso del embarazo y del parto, no se había tomado en cuenta lo importante que a su vez podía ser la participación del padre en dicho proceso, en el que desde el punto de vista psicológico se puede hablar no sólo de una mujer embarazada, sino también de una ?pareja embarazada?, puesto que ambos han participado en este proceso vital. Podríamos afirmar que una base esencial de los cursos para padres se inician precisamente durante esta etapa, en la que los cursos psicoprofilácticos por ejemplo, juegan un excelente papel en preparar no sólo a las futuras madres, sino también a sus parejas. Además de unirlos como pareja para informarlos y prepararlos durante el embarazo y el parto, estimulan asimismo un mejor conocimiento y comprensión de lo que está sucediendo dentro del vientre de la madre, además de facilitar las bases de la comunicación, relación e interacción entre ellos, así como con el o la bebé desde antes de que nazca. Se trata definitivamente de una magnífica manera de promover un vínculo de apego más seguro con ambos padres, que de mantenerse así, traerá importantísimas ventajas a futuro en el desarrollo de la personalidad de esa criatura.
Es una lástima y un atraso todavía en muchos de nuestros hospitales e instituciones en las que se atienden los partos, en los que la presencia de los padres a la hora de los partos sea considerada como un estorbo o como un elemento negativo y distractor que viene a romper las rutinas de los cuidados médicos y de enfermería. En esos casos, se confirma la falta de educación psicológica que existe en estos sitios, que les impide comprender la importancia de la presencia del padre en esos momentos, no sólo para servir de apoyo como pareja para la madre, sino también para proseguir con esa conexión vital con la criatura en el momento de su nacimiento. Quizás estas instituciones podrían tomarse el tiempo y el esfuerzo para educar a estos padres desde antes del parto, durante el curso del embarazo, como lo hacen muchos obstetras con las parejas, o precisamente como se maneja a lo largo de los cursos psicoprofilácticos. Seguramente que ello ahorraría muchos de los problemas y de las dificultades que el personal de las instituciones temen se presenten ante la presencia de los padres en la sala de partos durante esa experiencia vital. Pero además, este tipo de guía en las instituciones les permitiría confirmar ese papel de tipo educativo que se necesita tanto en nuestro medio, especialmente cuando se orienta a los aspectos del desarrollo normal y de la prevención en la salud mental. (Continuará).